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La amenaza del totalitarismo invertido

Fuentes: Argenpress

Sheldon Wolin, profesor emérito de Princeton, analiza una degeneración del sistema democrático. El totalitarismo invertido. Y asegura que busca anestesiar a los ciudadanos desde el poder para mantenerlos en estado permanente de irresponsabilidad y que la democracia se disuelva, reducido el papel ciudadano a votar cada cuatro años en espectáculo mediático. Ese totalitarismo invertido es […]

Sheldon Wolin, profesor emérito de Princeton, analiza una degeneración del sistema democrático. El totalitarismo invertido. Y asegura que busca anestesiar a los ciudadanos desde el poder para mantenerlos en estado permanente de irresponsabilidad y que la democracia se disuelva, reducido el papel ciudadano a votar cada cuatro años en espectáculo mediático.

Ese totalitarismo invertido es democracia nominal, democracia sin ciudadanos. Dice Wolin que el totalitarismo invertido busca «moldear el apoyo de los ciudadanos, pero no dejarles gobernar». Quiere ciudadanos atemorizados, sin conciencia social ni política, contra la política. Que se muevan por emociones e impresiones, no por razones y juicios. Ciudadanos desmovilizados que dejan campo libre a la clase política para que haga lo que le dé la gana.

Una muestra de totalitarismo invertido se vio en el proceso de ratificación de la Constitución de la Unión Europea. Franceses, holandeses e irlandeses dijeron ‘no’ en los referendos de ratificación, pero los datos indicaban que los diputados holandeses la hubieran aprobado por amplísima mayoría. Y lo mismo los franceses. Los mandatarios de otros países europeos ni siquiera convocaron referendos. No querían que los ciudadanos decidieran.

El totalitarismo invertido es infantilización de los ciudadanos para que sean manipulables, vulnerables. A ello contribuyen los medios de comunicación, que no informan con objetividad y a menudo ni siquiera informan. El cuarto poder desapareció, absorbido por el poder económico a cuyo servicio está. Los medios banalizan, distorsionan y, sobre todo, ocultan. Y, cuando lo consideran necesario, falsean.

El programa Censura de la universidad californiana de Sonoma expone anualmente cuestiones, temas y problemas que los grandes medios informativos estadounidenses apenas tratan u ocultan. Lo que afecta a la mayoría de ciudadanos se escamotea y se informa más sobre los pequeños robos de la actriz Winona Ryder o cualquier frivolidad irrelevante que de lo que ocurre en Afganistán o Irak. El progresivo empobrecimiento de la clase trabajadora estadounidense y las violaciones del Gobierno de Estados Unidos de los tratados internacionales que ha firmado no existen. Como escribió Eduardo Haro Tecglen, «el tumulto de la información dirigida y ocultada aleja a los ciudadanos del conocimiento de la realidad». Y ese desconocimiento los hace vulnerables, manipulables.

El catedrático Juan Torres ha escrito sobre esa ocultación de la verdad por los medios: «En Venezuela se ha aprobado por referendo que quien quiera sea Presidente pueda presentarse a reelección ilimitadamente. Los medios informativos occidentales dicen que eso muestra que Chávez es un dictador y que en Venezuela no hay democracia. Ocultan que, para ser Presidente, Chávez (o quien sea) tendrá que ganar las elecciones en las que habrá (como ha ocurrido hasta ahora) cientos de observadores internacionales».

Tal vez porque interesa que los ciudadanos sean manipulables, la editorial rusa Atticus ha cancelado la publicación de Los que susurran, obra del historiador británico Orlando Figes, con tremendos testimonios de supervivientes de la represión estalinista. El autor y numerosos amigos rusos creen que ha habido censura del Kremlin. Porque la clase dirigente rusa (con Putin al frente) quiere hacer bueno a Stalin y que se ignore que fue un genocida.

La otra base del vaciado de la democracia es recortar derechos de los ciudadanos. Desde 2001, el terrorismo ha sido pretexto para un recorte incesante de derechos. Encarcelamiento sin juicio, ausencia de protección judicial, detenciones incontroladas, violación de la intimidad…

Si se viola el derecho a la vida, a la libertad, a no ser torturado ni sufrir tratos crueles o degradantes, a no ser detenido ni preso arbitrariamente, a que haya presunción de inocencia, a ser juzgado con garantías… el sistema democrático se convierte en decorado. Pero los datos confirman que la seguridad no ha aumentado, pero sí han retrocedido las libertades.

Además de elecciones, en una verdadera democracia hay control y límite al poder para que derechos y libertades sean respetados. Por eso los recortes de derechos nos acercan al totalitarismo, aunque sea invertido.

Vittorio Zucconi, director del diario La Repubblica, ha escrito: «Sólo en los resúmenes escolares la Historia avanza en porciones definidas. Alemania no se volvió nazi en un mes. Italia no fue fascista de la noche al día. Te das cuenta de aquello en que te has convertido, ley tras ley, decreto tras decreto, concesión tras concesión. Y entonces ya es tarde para volver atrás.»