Franz Neumann (1900- 91549) ha resultado ser, en la práctica y realidad posterior a la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días, un perfecto desconocido; y ello, a pesar de haber sido un destacado teórico político y filósofo del Derecho, y de haberse encontrado adscrito a la Escuela de Frankfurt. Pero más allá de destacar su […]
Franz Neumann (1900- 91549) ha resultado ser, en la práctica y realidad posterior a la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días, un perfecto desconocido; y ello, a pesar de haber sido un destacado teórico político y filósofo del Derecho, y de haberse encontrado adscrito a la Escuela de Frankfurt. Pero más allá de destacar su obra principal y más conocida, Behemoth: Pensamiento y acción en el nacional-socialismo, y en la que se analizaban detallada y pormenorizadamente los factores esenciales del nacional-socialismo al e mán y el fascismo europeos, existen por otro lado una serie de artículos, recopilados en castellano en Estado Democrático y Estado autoritario, y editados por Paidós en el año 1957 en los que, por así decirlo, se abstraen dichos elementos de l contexto histórico inmediato en que se producen -la Alemania y Europa de los años 30 del siglo XX-, y se los generaliza bajo la forma de elementos en juego en la política y Estado autoritarios en general. De esta manera se define a tales elementos esenciales del autoritarismo y los formaliza, haciéndolos así aptos para todo tiempo posterior a aquélla encrucijada histórica y, por tanto, para el presente posterior a la victoria aliada y soviética del año 1945 del siglo pasado.
La agudeza del análisis de Neumann en este conjunto de artículos contrasta con su poca o nula difusión académica e intelectual; pero ilustran, eso sí, de manera perfecta y clarividente los elementos y las circunstancias desencadenantes o que pueden promover el triunfo de la política autoritaria sobre la política democrática fundada sobre el Derecho entendido como el conjunto del ordenamiento jurídico. De entre las principales cometidos que realiza Neumann en esta serie de artículos se encuentra la de identificar a la angustia como un problema principal y el de examinar el problema de la angustia en política; pues como él mismo dice, «sólo un hombre sin temores es o sería capaz de decidir libremente».
La ciencia de la política sólo tiene, dirá Neumann, un centro de interés y gira únicamente en torno al problema de la relación dialéctica entre dominación y libertad; para lo cual dicha ciencia utilizaría toda una serie de métodos para atacar lo y desentrañarlo. Aunque también diagnostica la deficiencia que presenta el análisis de la angustia en la literatura psicológica, la cual podría decirse que persiste hasta nuestros mismos días.
Franz Neumann cita a Sigmund Freud para sostener, junto a él, que la meta hacia la cual nos impulsa el principio del placer -el ser felices- resulta inalcanzable por definición; lo que hace que exista ineludiblemente una alienación psicológica del hombre, la cual constituiría una alienación del yo con respecto de las dinámicas del instinto o de la volición.
Neumann además considera necesario establecer una vinculación lógica entre la alienación y la angustia; pues Freud derivaba a la angustia de la represión de los instintos libidinales -que se tomarán aquí por Neumann en un sentido muy amplio-, considerando a la angustia como una suerte de transformación automática de la energía instintiva. La angustia aparece, así, como una reacción ante las situaciones de peligro concretas y se produciría a través de la representación de la amenaza de un peligro externo (por lo que no hay más que ver a este respecto, cómo la derecha se encona en hacer ver temas como la inmigración o la situación separatista en Cataluña en nuestros días como peligros graves que amenazarían nuestra entera existencia como sociedad, y ello en un contexto de aguda crisis económica de carácter sistémico y cuasi- crónico, dada la velocidad con que se reproducen las crisis cíclicas del capitalismo contemporáneo).
Pero la angustia existiría como condición permanente al genero humano en las distintas y más diversas formas sociales. Aunque, entonces, la cuestión propia del análisis se encuentra en los grados y en las formas en que ésta se experimenta en determinados momentos y en su utilización política, aparte de su promoción, por parte de partidos dextro-populistas o autoritarios. La angustia, de esta manera, resultaría ser esencial a los humanos en sociedad. Pero la angustia, que es de carácter interior, podría combinarse con la representación real o ficticia de un peligro externo, y que podría entonces expresarse hasta en dos formas diferentes: o bien en la angustia depresiva, o bien en la angustia persecutoria, que sería la más peligrosa al propender a la acción fuera de cualquier límite. De manera que la angustia podría representar papeles muy diferentes, pudiendo tener tanto un efecto beneficioso como destructivo. L a angustia, también, resultará esencial a la hora de entender el poder de atracción de los líderes sobre las masas, y de que las masas vendan sus almas a los líderes autoritarios y los sigan ciegamente; lo cual sería el centro del análisis psicológico de los grupos para Neumann.
Es de esta forma como la angustia aparece como el aglutinante de las masas y resulta ser la que los une ciegamente al líder, pues la angustia no es sino la suma de instintos en sentido amplio -también como el conjunto de aspiraciones y deseos individuales y/o colectivos- cuyos fines se ven inhibidos, en una situación angustiosa determinada; y ya sea resultado de una crisis social, política o natural y que también puede verse inducida en la población por medio de un relato o de una teoría de la conspiración. Asimismo, la identificación con un líder dentro de la masa, mediante la alienación del miembro individual, tendría siempre un carácter regresivo y tal identificación actúa como un sustituto de un vínculo del objeto de la libido -o del deseo-. Se trata además de una identificación, que podrá ser no-afectiva (con lo cual resultaría transferible a otra persona, pudiendo contener entonces elementos racionales y de calculabilidad) o afectiva (caso, en el que no es posible tal cosa y en la cual se produce la extinción total del yo, siendo por tanto la más peligrosa).
Ser trata, por consiguiente, una identificación -la identificación con el líder autoritario- que adquiere una importancia decisiva en tales situaciones, pues las masas esperan la total liberación a través de la absoluta unidad con una persona, personificándose y substancializándose así el proceso histórico. De esta forma el odio, el resentimiento y el miedo que crean los grandes cataclismos (ya sean sociales, humanos o naturales) se concentran en ciertas personas a las que se denuncian como perversos conspiradores.
Todo se podría resumir, según Neumann, en un llamamiento a la angustia y en la personificación de los males. Se trataría, en todo caso, de fábulas que han sido y so n creídas a lo largo de la historia y en la actualidad; lo cual lleva al problema de la significación de la falsa realidad en política, aunque en muchas de ellas habría siempre «algo» de verdad. Y sería, precisamente, en este elemento de verdad en el que reside el peligro de tales teorías conspiratorias o incluso podríamos decir que dogmáticas de la Historia. Teorías de la conspiración como las conspiraciones comunista, jesuita, masónica, capitalista y judía serían los principales ejemplos de tales teorías conspiratorias que han tenido lugar a lo largo de la historia reciente y no tan reciente.
Pero entonces el problema queda situado para Neumann en cuándo se dan las condiciones para que se active la angustia potencial de forma que pueda convertirse en un arma cruel en manos de líderes irresponsables. Para ello, dirá Neumann, hay que tener en cuenta también los otros dos estratos de la alienación -aparte del psicológico- : el social y el político.
En el plano social de la alienación se encuentra la alienación del trabajo, en el que la inevitabilidad tácita de la división del trabajo, la separación entre el trabajo y su producto y del trabajo con las condiciones de su empleo en el proceso productivo, conducen a la angustia principalmente en las clases medias y bajas. Así, la alienación social representada en el miedo al descenso social, se produce allí cuando un grupo social ve amenazados su prestigio, sus ingresos o incluso su existencia. Pero la alienación social no bastaría por sí mima y debe entonces de ir acompañada de la alienación política. Punto , el de la alienación política, dónde la palabra «apatía» describe tres reacciones políticas diferentes: la primera la falta de interés en la política, la segunda el punto de vista de que la política y el Estado sólo tienen que proveer un elemento de orden y, por último, el rechazo consciente de todo sistema político. Esta tercera forma de apatía política constituye para Neumann el núcleo de la alienación política, que conduce a la parálisis parcial del Estado y allana el camino a un movimiento cesariano, que despreciando las reglas del juego, utiliza la incapacidad del ciudadano para adoptar decisiones individuales, compensando la pérdida del yo, mediante la identificación con un césar.
Este movimiento no sólo activa ría sino que institucionalizaría la angustia (no habría más que ver los intentos de un lado y otro del espectro político en, por ejemplo, el tema catalán para ver que es eso precisamente lo que se hace desde un lado y otro, es decir, por parte del independentismo por un lado y las nuevas y a la vez viejas derechas, por otro). Pero la angustia no existe aisladamente, sino que también lo hace a su lado un sentimiento inconsciente de culpa, el cual mediante su intensificación puede, según Neumann, llegar a convertir al hombre en un criminal cuando se alcanza el contexto de una sociedad totalmente represiva, en los que éstos aparecen como actos fundamentalmente morales, y en los que la angustia se vuelve casi pánica y se supera mediante la entrega incondicional al líder y a sus mandatos y prescripciones.
Por consiguiente y todo ello, Neumann sentenciará, para finalizar su análisis, que será únicamente a través de nuestra propia actividad responsable, tanto educativa como política, como podrán convertirse en historia [es decir, en hechos y en realidad] las palabras del idealismo schilleriano, en las que el Estado ideal debe basarse en la humanidad perfeccionada, y en donde todos los perfeccionamientos políticos deben de resultar de la educación del carácter. Por que lo único que nos queda, junto a él, como ciudadanos de la Universidad y del Estado, es «la doble ofensiva contra la angustia en favor de la libertad: la de la Educación y la de la Política».
Bibliografía:
NEUMANN, F. (1957): El Estado Democrático y el Estado autoritario. Buenos Aires. Paidós.
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