Al aproximarse las elecciones generales del próximo 1 de octubre en Brasil se incrementa el debate en torno a la gestión del presidente Luiz Inácio Lula da Silva. Y en ese entramado de críticas y defensas, la política social impulsada por Lula en los últimos cuatro años adquiere el valor de parámetro y termómetro. Que […]
Al aproximarse las elecciones generales del próximo 1 de octubre en Brasil se incrementa el debate en torno a la gestión del presidente Luiz Inácio Lula da Silva. Y en ese entramado de críticas y defensas, la política social impulsada por Lula en los últimos cuatro años adquiere el valor de parámetro y termómetro. Que puede servir para medir, particularmente, su «sensibilidad política» hacia los sectores más empobrecidos de la sociedad. «Aunque falta mucho por hacer, se han dado pasos importantes. Especialmente en el camino de reforzar el Estado social», subraya Aldaíza Sposati doctora servicio social, docente, autora de numerosos libros y activa militante. Sposati, ha sido consultora de organismos internacionales como la UNESCO y las Naciones Unidas y desarrolló una desafiante experiencia ejecutiva, al frente de la Secretaria Municipal de Asistencia Social de la ciudad de San Paulo durante parte del gobierno «petista» de Marta Suplicy (2001-2004)
P: ¿Qué importancia tuvieron durante el Gobierno Lula los planes sociales?
R: Reflexionar sobre el aspecto social en la realidad brasilera exige entender, previamente, que en mi país -como en América Latina- el neoliberalismo imperante es diverso, en su comportamiento, al de Europa. Simplemente porque, en muy pocos casos, hemos vivido la experiencia de Estados sociales. En Brasil, salvo en lo que se refiere a la salud y la educación, los derechos sociales recién fueron integrados en la Constitución de 1988, conocida como «Constitución Ciudadana». Desde entonces, dirigieron el país Collor de Melo y Fernando Henrique Cardoso, ninguno de los cuales propugnaron la consolidación de un Estado fuerte, y delegaron a la sociedad la responsabilidad de las cuestiones sociales. En ese sentido, la primera gran diferencia del Gobierno Lula con respecto a sus dos predecesores, es la de marcar la presencia del Estado asegurando la protección social. Eso es una victoria con relación a la filosofía y la estrategia neoliberales que apuestan a Estados minimalistas. Por otra parte, en la cultura conservadora brasilera, un Estado que asegura una cobertura de protección social es visto como un Estado asistencialista en el sentido peyorativo del término. Y no se lo entiende como Estado que, de hecho, está garantizando el ejercicio de los derechos de la ciudadanía. Todavía cuesta comprender que la atención social es efectivamente un derecho social. Todo esto para explicar que al examinar la situación social en el Brasil de hoy es importante preguntarse sobre la práctica y la universalización de los derechos de la ciudadanía.
POR UN VERDADERO DERECHO SOCIAL
P: ¿La falta de un concepto de Estado social, implica la vigencia del concepto de elites? R: En Brasil como en todo el continente, existen permanentes discriminaciones que vienen de su origen colonial. Los derechos están referidos al blanco, al europeo y no propiamente a los pueblos indígenas, sean estos quechuas, mayas o afro-descendientes. Es esencial, en perspectiva, que el concepto de derecho pase de la etnia o del blanco a lo universal. En ese sentido, el Gobierno Lula ha enfatizado mucho la aproximación con el África. Y los movimientos sociales integran activamente los desafíos de la población afro-descendiente. Existe hoy por primera vez un Ministerio de Igualdad racial. Y uno de los ejes fuertes del Gobierno está ligado al acceso a la educación de esos sectores, lo que implica la posibilidad del ascenso social de los afro-descendientes. Creo que estamos transitando una gran mutación. El lento proceso de construcción de derechos sociales que caminan, paso a paso, para traducirse en forma real y efectiva en una red de servicios concretos de protección social.
P: Uno de los principales planes sociales es el de la Bolsa de Familia. ¿Tiene realmente una incidencia efectiva? R: Es una importante batalla. Este Plan muestra que el número de personas en situación precaria es grande y que es posible realizar un programa social que les beneficie. Un programa previsto para llegar a once millones de familias, es decir unas 44 millones de personas, supone una gran capacidad para sacar de la oscuridad a este importante sector de la población marginada. Hoy, por primera vez, existe un censo completo de esas 11 millones de familias. Lo que implica que el país cuenta con un parámetro de medida que podría ser usado para ejecutar una serie de políticas en caso que el Gobierno quisiera enfrentar a fondo la situación de pobreza. Por otra parte dicho programa fue más allá de los que viven con menos de 1 dólar por día, es decir que están en la categoría de indigencia (pobreza extrema). También trata de beneficiar a aquellos que están dentro de los niveles de pobreza, es decir los que viven con menos de 2 dólares por día. Es un paso importante, si bien no pretendo afirmar con esto que con dos dólares se asegure una buena calidad de vida.
«ES MUY DISTINTO EL DESEO DEL CAMBIO QUE EL CAMBIO MISMO»
P: ¿Con esto quiere decir que Lula marcha bien en lo social? R: Mi experiencia personal – fui responsable de la Secretaría de Asistencia Social de San Pablo-, me indica que es necesario distinguir entre el deseo de impulsar políticas y la posibilidad concreta de aplicarlas. No es simple construir las condiciones objetivas de acción en un Estado que nunca realizó esa tarea. Eso significa que los resultados de Lula deben ser evaluados desde dos perspectivas. Por una parte, los cambios que introdujo en la máquina del Gobierno Federal para posibilitar este nuevo tipo de respuestas, este nuevo tipo de inclusión. La otra perspectiva, las respuestas en sí mismas. Estas, hasta ahora, dejan mucho que desear. Sin embargo pienso que los cambios introducidos en la estructura del Gobierno abren espacios para avances considerables.
P: ¿Balance finalmente positivo o negativo? R: Repito, en síntesis, lo que dije antes. Este es el primer Gobierno desde la Constitución del 88 que busca fortalecer al Estado, la inteligencia del mismo, su capacidad en cuanto gestor de políticas públicas. Y por eso apoyo la reelección de Lula y la idea de un segundo mandato.
P: La pregunta inevitable tiene que ver con el futuro… R: Creo que no está totalmente resuelto. ¿A qué tipo de gobernabilidad apuesta el Gobierno para continuar en el poder? ¿Repetirá Lula en un segundo mandato la misma estrategia? No lo sabemos.
«TODAVIA LEJOS DEL SOCIALISMO A LA BRASILERA»
P: Usted se refería a los ideales y los valores del PT. ¿Cuáles son realmente esos ideales hoy, septiembre del 2006? R: Desde el socialismo utópico hasta el socialismo real o lo que podríamos llamar un socialismo a la brasilera. El Gobierno actual está muy lejos de realizarlos. Intentar impulsarlos implicaría entrar en el debate sobre la cuestión de la riqueza existente en Brasil y su distribución. Por ejemplo, no se ha logrado instituir hasta ahora el impuesto a las grandes fortunas que la constitución de 1988 ya había aprobado. Y por tanto sería una medida absolutamente constitucional. Para que podamos avanzar en los ideales del PT necesitaríamos debatir otro concepto de redistribución. Necesitaríamos nuevos recortes al tipo de financiamiento de la economía. Realmente para todo esto falta mucho y no se realmente si Lula, en un segundo mandato, lo conseguirá. Dudo mucho si vamos a conseguir modificar, realmente, la lógica de la gran concentración del ingreso que padece el país. El proceso de acumulación está casi sacralizado en Brasil.
P: ¿Y la situación de los Movimientos Sociales? Los movimientos sociales viven una cierta perplejidad. Si, por una parte, Lula concretó alguna de sus pautas, por otra parte falta todavía mucho por hacer. Sin embargo es cierto que los otros candidatos no presentan opciones mejores. Constato que hay un acuerdo de los movimientos sociales sobre la reelección de Lula, aun a pesar de las limitaciones en su gestión. Es el mejor candidato en el sentido de entender los contenidos de los reclamos de los movimientos sociales. No pienso que mi forma de leer la coyuntura sea conformista, sino más bien, realista. Lula sigue siendo el candidato más apto para escuchar y entender la voz de los actores sociales.
*Servicio de Prensa de E-CHANGER ONG de cooperación solidaria