Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
Dibujo de Nathaniel St. Clair
Cuando los aviones secuestrados alcanzaron sus objetivos en la mañana del 11 de septiembre de 2001, la Asociación Estadounidense de Psicología (APA) entró en acción. En pocas horas, a través de su red de respuesta a desastres, la APA movilizó a profesionales expertos y trabajó con la Cruz Roja de Estados Unidos para brindar apoyo psicológico a las familias de las víctimas y para rescatar a los trabajadores. La oficina de asuntos públicos de la APA también se movió rápidamente para ayudar al público, y especialmente a las familias, los niños y las escuelas, mediante el desarrollo y la difusión de materiales que brindaban orientación psicológica sobre cómo lidiar con el miedo y el trauma.
Simultáneamente, la APA también se aseguró de que la Administración Bush considerara a la Asociación un socio valioso en las operaciones militares y de inteligencia centrales para la nueva «guerra contra el terror». A los pocos días, la dirección de Ciencia de la APA hizo un llamado a los psicólogos orientados a la investigación para encontrar la forma en que la ciencia de la psicología podría contribuir a las iniciativas de lucha contra el terrorismo. Poco después, un subcomité de psicología de la APA recientemente establecido dirigió su atención para «ofrecer la experiencia de los psicólogos a los responsables de la toma de decisiones en el ejército, la Agencia Central de Inteligencia, el Departamento de Estado y las agencias relacionadas» y para «hacer un inventario de las experiencias de los miembros y aconsejar a los psicólogos gubernamentales cómo las agencias podrían poner esa experiencia en uso».
Estas dos respuestas son claramente muy diferentes entre sí. La primera, que brinda asistencia psicológica experta e informada por la investigación a una nación en duelo y traumatizada, capta bastante bien la misión declarada de la APA: «avanzar en la psicología para beneficiar a la sociedad y mejorar la vida de las personas». La segunda ofrece un entusiasta apoyo a los militares -el organismo de inteligencia después de que la Casa Blanca prometió una «cruzada» en la que los adversarios se enfrentarían a la «ira total» de los Estados Unidos y en la que nuestros agentes «pasarían tiempo en las sombras» trabajando «del lado oscuro» y usando «cualquier medio a nuestra disposición»- ciertamente va en otra orientación.
Esta problemática dicotomía ha aparecido una y otra en diversas formasen los años posteriores a los ataques del 11 de septiembre. Por un lado, a veces la APA ha tomado posiciones públicas sobre peligros e injusticias claveas asociadas con temas como el cambio climático, la pobreza, el racismo, la violencia con armas de fuego, el consumismo y la inmigración. Pero cuando el foco se desplaza hacia el tercero de los «trillizos gigantes, el racismo, el materialismo extremo y el militarismo» de Martin Luther King, la APA se queda en silencio, o algo peor. Con grandes segmentos del público estadounidense tan fácilmente y regularmente seducidos por la glorificación bipartidista de la guerra y todo lo militar, la asociación de psicólogos más grande del mundo podría desempeñar un importante rol de moderación y cautela. Desafortunadamente, la APA a menudo actúa como el «profesional discapacitado» que no puede (o no quiere) intervenir porque ellos también sufre la misma afección. Aquí hay varios ejemplos.
Tortura
El área que ha recibido la mayor atención es la perturbadora participación de los psicólogos, incluidos miembros de la APA, en la tortura autorizada por el Gobierno y el abuso de detenidos en la «guerra contra el terror». A medida que surgieron y se difundieron las revelaciones de este delito y el abandono de la ética profesional hace más de una década, durante años las respuestas principales de la APA fueron una combinación de obstaculización, negativas y ataques a los críticos. El director de la oficina de ética de la APA insistió en que los psicólogos sabían que no debían participar en actividades que perjudicaban a los detenidos, y un presidente de la APA escribió que los que expresaban sus preocupaciones eran simplemente «comentaristas oportunistas que se hacían pasar por eruditos».
En 2005, ante la creciente indignación, la APA creó un controvertido grupo de trabajo para examinar la ética psicológica en los entornos de seguridad nacional (PENS). Ensamblado con representantes de los organismos de inteligencia militar, el grupo de trabajo se reunió durante tres días y, como era de esperar, aseguró que los psicólogos ayudaron a mantener las operaciones de detención e interrogatorio «seguras, legales, éticas y efectivas«, a pesar de los múltiples reportes de que los profesionales de la salud, incluidos Los psicólogos se encontraban entre los perpetradores del maltrato a detenidos. Luego, la junta directiva de APA aprobó rápidamente el informe PENS en una votación de «emergencia», sin pasar por el órgano rector de la asociación.
Finalmente, en 2015, y luego de una investigación de un mes de duración basada en el análisis de más de 50.000 documentos y 150 entrevistas, un informe independiente autorizado por la APA presentó extensa evidencia secreta de colaboración -realizada durante un período de años- entre los líderes de la APA y el Departamento de Defensa. Al parecer, estos esfuerzos secretos tenían como objetivo garantizar que las políticas de ética de la APA no restringieran las actividades relacionadas con el interrogatorio y que los psicólogos mantuvieran los roles operativos en la bahía de Guantánamo y otros centros de detención en el exterior de los Estados Unidos. El informe dio lugar a algunas reformas muy necesarias, pero también produjo una reacción violenta de algunos psicólogos militares que, junto con sus partidarios, respondieron con demandas por difamación a una queja formal de ética y pidieron la supresión pública del informe en sí. En respuesta a un artículo de este autor, el CEO de la APA nuevamente buscó falsedades antiguas, describiendo la participación del lado oscuro de la profesión como limitada a las acciones de «dos psicólogos deshonestos» involucrados en el programa de tortura de la CIA.
Terrorismo
A medida que se desarrollaba la ilegal invasión estadounidense de Irak, un expresidente de la APA ofreció una advertencia polarizadora: «El mundo civilizado está en guerra con el terrorismo islámico yihad. Se necesita una bomba en la oficina de algunos académicos para que se den cuenta de que sus valores más básicos están ahora amenazados». Durante ese mismo período, el liderazgo de la APA autorizó a un grupo de expertos la producción un informe que examinara los efectos psicológicos en el público estadounidense de los esfuerzos del Gobierno para prevenir el terrorismo. De acuerdo con la presidencia del grupo de trabajo, los miembros recomendaron que «los psicólogos se involucren en el desarrollo, implementación y evaluación de nuevos programas sobre terrorismo y esfuerzos para prevenirlo», y lo hacen mediante el uso de «conocimientos de imágenes del enemigo, estereotipos de otros grupos y los procesos de pensamiento grupal para desarrollar directrices y recomendaciones para ayudar a los líderes nacionales, estatales y locales a adaptar sus comunicaciones públicas sobre el terrorismo para que sus mensajes minimicen los efectos nocivos conocidos sobre la población».
El grupo de trabajo también expresó su preocupación por la militarización del miedo por parte de la Administración de Bush en su retórica sobre la «guerra contra el terror», que enfatizaba la idea de «nosotros contra ellos», la importancia de la lealtad a una autoridad central y la creencia de que nuestras normas culturales son verdades universales. Un miembro del grupo de trabajo señaló que la respuesta del Gobierno podría resultar más peligrosa que los propios terroristas. Estas conclusiones fueron recibidas con alarma por el personal superior de la APA, que en privado se mostraron preocupados de que la divulgación del informe pudiera dañar significativamente la imagen pública de la APA y probablemente causar fricción con la Casa Blanca. El informe final fue anulado. Unos años después fue elaborado y publicado en forma del libro.El asesor jurídico de la APA informó al presidente del grupo de trabajo de que no debía sugerirse que cabría alguna posibilidad de que la Asociación aprobara el libro.
Entrenamiento integral de soldado
En 2011 la APA dedicó un número especial completo de su revista insignia –American Psychologist– a una serie de artículos no críticos que se entusiasmaron con el nuevo programa de entrenamiento físico integral para soldados -(CSF)- del Ejército de los EE.UU. Basado en un marco de «psicología positiva», el CSF se desarrolló bajo la guía de psicólogos, y los 13 artículos de la revista fueron escritos por personas involucradas en el diseño e implementación del programa de recuperación. Los objetivos declarados del CSF eran «mejorar la capacidad de los soldados para manejar la adversidad, prevenir la depresión y la ansiedad, prevenir el trastorno de estrés postraumático y mejorar el bienestar general y el rendimiento». Estas pueden ser aspiraciones dignas, pero el CSF rápidamente se convirtió en obligatorio para un millón de soldados sin pruebas piloto o evidencia convincente de que podrían lograr estos objetivos. No es de sorprender que análisis posteriores, incluidos los realizados por instituciones científicas autorizadas, hayan demostrado que el CSF no alcanza los objetivos establecidos.
Este número especial de la revista de APA ofreció poco debate sobre los desafíos conceptuales o las consideraciones éticas, y tampoco proporcionó ningún foro para las voces independientes críticas o cautelosas. En resumen, la postura de la APA hacia el CSF fue poco más que de animadora para un proyecto de investigación militar no testeada, con enormes ramificaciones, y sobre el cual se deberían haber formulado muchas preguntas cruciales. Por ejemplo, ¿podría el programa ser perjudicial para algunos soldados, tal vez socavando las estrategias de afrontamiento exitosas aprendidas previamente? ¿O al fortalecer la perseverancia frente a la adversidad el CSF podría llevar a los soldados a participar en acciones, incluido el daño a civiles, que luego causarán un profundo arrepentimiento y daño moral aumentando así el potencial de trastorno de estrés postraumático y otras dificultades psicológicas posteriores al combate? ¿O podría este programa de resiliencia llevar a algunos a negar, al menos durante un tiempo, los efectos adversos de sus experiencias traumáticas aumentando la probabilidad de una prematura reasignación a zonas de batalla con un mayor riesgo de discapacidad grave?
La promoción de la APA del defectuoso programa CSF es una prueba más del fracaso de la institución para enfrentar adecuadamente las consecuencias a menudo asombrosas que surgen del apoyo no crítico a las ambiciones militares de nuestro país, con mucha frecuencia ligadas a los intereses de las megacorporaciones y sus principales accionistas. El «patriotismo ciego», un tema que los psicólogos han estudiado, sirve para promover políticas enmarcadas como esfuerzos de «seguridad nacional» y que inevitablemente ponen en peligro el bienestar de nuestros propios soldados, combatientes del otro lado y muchos civiles inocentes, todo ello mientras desperdicia preciosos recursos.
Los drones armas de combate
Con nombres como Predator (depredador N. del T) y Reaper (segador, N. del T.) los drones con armas utilizados por el ejército de los EE.UU. y la CIA deberían plantear preocupaciones importantes para la profesión de la psicología. Un detallado informe de varias universidades que examinó la política estadounidense de aviones no tripulados encontró que «su presencia aterroriza a hombres, mujeres y niños, lo que genera ansiedad y trauma psicológico en las comunidades civiles. Los que viven bajo los drones deben enfrentarse a la constante preocupación de que se puede lanzar un golpe mortal en cualquier momento, y saber que son incapaces de protegerse». Del mismo modo, el director de la organización de derechos humanos Reprieve ha descrito el uso de estos drones como «una forma de tortura psicológica y castigo colectivo».
Estas evidencias plantean preguntas sobre la ética de la participación de los psicólogos en tales operaciones. En 2013, los miembros de la división de psicología de la paz de la APA (incluido el autor) escribieron a la oficina de ética de la APA solicitando orientación sobre si, de acuerdo con el código de ética, está permitido que un psicólogo participe en la operación de un dron armado; a trabajar como consultor de inteligencia en la elección de ataques con drones; a participar en programas diseñados para seleccionar operadores de drones o entrenarlos para superar la aversión psicológica natural de matar a otras personas; o para ayudar a promover el apoyo público para el uso de estos drones mediante una tergiversación de la evidencia del daño causado por tales ataques. Lamentablemente, pero tal vez algo predecible, esta solicitud nunca fue respondida por la oficina de ética de la APA.
Es difícil obtener información detallada sobre las formas en que los psicólogos pueden participar en operaciones relacionadas con drones, especialmente cuando ese trabajo está clasificado. Pero sí sabemos que los psicólogos están realizando investigaciones con pilotos de aviones no tripulados. Un área involucra averiguar qué habilidades y atributos forman un piloto de primera categoría. Parte de esta investigación examina cómo el sistema de creencias de un piloto y la «motivación moral» pueden afectar negativamente su desempeño cuando se trata del despliegue de armas. Otra área de investigación aparentemente involucra ver cómo reducir los altos niveles de estrés, trastorno de estrés postraumático, depresión y abuso de sustancias entre los operadores de drones. Según la cuenta GK, el desarrollo de una interfaz de usuario similar a Siri apunta a antropomorfizar el avión no tripulado para que el piloto se sienta menos responsable de la muerte y la destrucción causadas. Al parecer, lo que no se investiga es si las guerras serán más probables y más frecuentes a medida que nos cautivemos ante la posibilidad de matar desde lejos sin molestias y sin riesgos.
El presupuesto de Defensa
Poco después de convertirse en presidente de los Estados Unidos en 1953, el general Dwight D. Eisenhower dijo en un discurso: «Cada arma que se fabrica, cada barco de guerra que se lanza, cada cohete disparado significa, en el sentido final, un robo a quienes tienen hambre y no son alimentados, al igual que aquellos que tienen frío y no están vestidos». Sin embargo, hay un apoyo de ambos partidos casi unánime en el Congreso para nuestro creciente presupuesto de Defensa, un presupuesto que ahora supera el de los siete países vecinos más grandes juntos. Los beneficiarios más directos de este gasto excesivo son a menudo -lamentablemente- gigantescos contratistas de defensa y fabricantes de armas. Estados Unidos es también el mayor vendedor internacional de armas, con esfuerzos continuos para promover mercados aún más grandes que incluyen países gobernados por despiadados autócratas. Pero nada de esto parece merecer comentarios significativos de la APA, aunque la psicología ofrece información valiosa sobre las consecuencias potencialmente destructivas de las elecciones individuales y colectivas impulsadas por el miedo, la codicia, la conformidad o el patriotismo ciego.
A veces, cuando se discute el presupuesto federal en Washington DC, la APA sí advierte contra los recortes a los programas nacionales claves, incluidos aquellos que involucran oportunidades de práctica para psicólogos. Pero la asociación rara vez -si es que alguna vez- se opone a la enorme carga financiera que es el actual organismo de inteligencia militar. De hecho, cuando la APA da testimonio ante los comités de asignación del presupuesto de Defensa, solicita habitualmente más fondos para la investigación psicológica con aplicaciones militares. Además, los miembros de APA seleccionados para argumentar este caso son generalmente miembros del personal de alto nivel de la Organización de Investigación de Recursos Humanos (HumRRO, sus siglas en inglés), un contratista de defensa establecido hace décadas para desarrollar técnicas de «guerra psicológica». Las conexiones de HumRRO con la APA son de antaño, profundas y posiblemente problemáticas. La compañía ha recibido decenas de millones de dólares en defensa, y sus proyectos de investigación han incluido trabajos para desarrollar sistemas de combate «abrumadoramente letales».
Ética profesional
Los líderes del área de psicología militar de la APA se encuentran entre los defensores más abiertos de modificar nuestra comprensión de la ética de la profesión. Algunos de ellos han participado en las duras operaciones de detención e interrogatorio en Guantánamo. Otros han argumentado que el gobierno de EE.UU. es el principal cliente del psicólogo en contextos militares, y que los intereses de la sociedad, según lo determine el Gobierno, deberían invalidar otras consideraciones éticas profesionales para los psicólogos. Y otro psicólogo militar ha recomendado que se utilicen técnicas de psicoterapia para entrenar a los soldados en el «asesinato adaptativo», para ayudarles a superar la aversión natural a eliminar otra vida y la tendencia a sentirse culpables después de hacerlo. Estos mismos intereses también respaldaron los esfuerzos recientes para cambiar una política de la APA que actualmente impide que los psicólogos trabajen en Guantánamo y en otros centros de detención de EE.UU. que violan el derecho internacional. Si bien esa resolución fue rotundamente derrotada por el cuerpo gobernante de la Asociación, el presidente de la APA envió una carta de seguimiento asegurando al Departamento de Defensa que la prohibición era meramente «una aspiración» y no realizable.
Muchos de estos problemas reflejan una tendencia preocupante y creciente hacia lo que este autor y sus colegas han llamado «Intervención psicológica adversa». Esta área de práctica se aparta de los principios éticos tradicionales de no hacer daño en tres formas: los psicólogos participan en actividades de inteligencia militar en las que individuos o grupos son objeto de daño; estos objetivos no han mostrado su beneplácito voluntario; y estos psicólogos están protegidos de la supervisión ética profesional por un laberinto de proyectos clasificados y espacios de seguridad. Para ser claros, la mayoría de los psicólogos cuyo trabajo apoya al ejército de los EE.UU. y otras agencias relacionadas con la defensa no desempeñan estos roles. Sin embargo, los esfuerzos en curso para construir y promover esta especialización reflejan el adicional militarismo de la psicología y pueden poner en peligro la confianza del público en la profesión. Al mismo tiempo, también representan una amenaza para una ciencia psicológica que depende de la transparencia, la aportación de datos y la revisión de sus pares.
Liberarse de la adicción
Sin duda existen múltiples razones por las que la APA parece perder su timón científico, su brújula moral y su voz independiente en el campo de la inteligencia militar, donde la violencia, la dominación y la opresión son con frecuencia las herramientas preferidas de la política exterior de los Estados Unidos. Tal vez sea en parte porque el Departamento de Defensa es un valioso empleador de psicólogos, un importante financiador de investigaciones psicológicas y una fuente clave de pasantías para estudiantes graduados en psicología clínica. Además, en los círculos influyentes, las conexiones fuertes con el Pentágono pueden aportar a una organización una estatura considerable y un proverbial «asiento en la mesa» para las deliberaciones de políticas con ramificaciones nacionales e internacionales. Y no debemos pasar por alto la realidad que, cuando se expresa como «patriotismo, los llamados a la acción y la obediencia, nunca son fáciles de resistir para individuos o grupos. Después de todo, es por eso que han sido la tarifa estándar para los demagogos a través del tiempo y el lugar.
Pero, ¿qué significa realmente la misión de «promover la psicología para beneficiar a la sociedad y mejorar la vida de las personas» si la APA se niega a contrarrestar la propaganda de los terroristas, la manipulación manipuladora de las imágenes del enemigo y el uso indebido del poder militar? Las consecuencias de nuestra incapacidad para frenar estas fuerzas son caras: casi 800 bases militares en el extranjero, gastos masivos en armas que dificultan las necesidades urgentes de gasto doméstico, afirmaciones de excepcionalismo que fomentan una inquietante indiferencia hacia las vidas y el sufrimiento de los no estadounidenses y un poder no comprometido por intereses estrechos que pueden encontrar la amenaza y el botín de la guerra mucho más rentable que el éxito diplomático o la paz duradera.
¿Qué sería «liberarse» para la APA? Aquí hay varios ejemplos. La APA puede abogar por el fin de la detención indefinida de los detenidos de Guantánamo y el cierre de esa infame instalación, donde el encarcelamiento viola la ley internacional y ha causado graves daños psicológicos. La APA puede ayudar al público a comprender mejor que la psicología que fomenta los temores exagerados del terrorismo también puede conducir a programas no científicos que ponen en peligro las libertades civiles, especialmente para aquellos que ya son más vulnerables a los prejuicios y estereotipos. La APA puede alertar sobre las estrategias psicológicas detrás delos esfuerzos para el reclutamiento militar que se dirigen cada vez más a los adolescentes más jóvenes y aquellos cuyas circunstancias financieras y educativas los hacen especialmente susceptibles a falsas garantías o tergiversaciones. La APA puede solicitar reducciones en nuestro presupuesto militar masivo y creciente que ahoga los fondos para programas nacionales -Medicare, Medicaid, viviendas asequibles, transporte público, ayuda estudiantil- que contribuyen de manera esencial a la salud psicológica de nuestra nación. Y la APA puede implementar políticas internas más firmes para garantizar que sus propias deliberaciones no estén indebidamente influenciadas por quienes se benefician de los vínculos financieros con el establecimiento de inteligencia militar.
Instar a estos y otros cambios relacionados en la APA no disminuye la apreciación por el valioso trabajo de los psicólogos y otros profesionales de la salud que cuidan de nuestros soldados y veteranos. Las tensiones del servicio militar son desalentadoras, desde largas dislocaciones familiares hasta experiencias de combate que involucran la exposición a una brutalidad indecible y el riesgo de lesiones y muerte. Incluso después de regresar a casa del campo de batalla, persisten los peligros del TEPT, el uso de sustancias y el suicidio. Ciertamente, aquellos que sirven merecen nuestro respeto constante y nuestro apoyo compasivo. Pero les hacemos un mal servicio a todos cuando no cuestionamos ni desafiamos un sistema y una cultura que tan fácilmente los coloca en situaciones de peligro. Es hora de que la APA y sus miembros decidan si la asociación psicológica más grande del mundo está lista para superar su «adicción» y ayudarnos a avanzar.
Roy Eidelson , PhD, es un expresidente de Psicólogos para la Responsabilidad Social, miembro de la Coalición para una Psicología Ética y autor dePOLITICAL MIND GAMES: Howthe 1% ManipulateOurUnderstandingofWhat’s Happening, What’sRight, and What’sPossible. El sitio web de Roy es: www.royeidelson.com y está en Twitter en @royeidelson .
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión.org como fuente de la traducción.