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La «ayuda humanitaria» como pretexto para la intervención militar de Estados Unidos en Venezuela.

Fuentes: Rebelión

Estados Unidos pretende enfrentar sus graves problemas de supremacía y la decadencia imperialista del capitalismo histórico en el siglo XXI con los instrumentos y esquemas propios y obsoletos utilizados durante los siglos XIX y XX. En la antesala de decidir si Estados Unidos interviene militarmente o no en Venezuela -lo cual depende principalmente entre otros […]

Estados Unidos pretende enfrentar sus graves problemas de supremacía y la decadencia imperialista del capitalismo histórico en el siglo XXI con los instrumentos y esquemas propios y obsoletos utilizados durante los siglos XIX y XX.

En la antesala de decidir si Estados Unidos interviene militarmente o no en Venezuela -lo cual depende principalmente entre otros factores, de la cohesión de las fuerzas armadas y del apoyo popular al gobierno bolivariano que hasta ahora permanecen incólumes- continúa el asedio y la provocación mediante la presunta y caritativa «ayuda humanitaria» que tanto la oposición de ultraderecha como el gobierno de aquel país supuestamente pretenden introducir para «paliar » la «carencia» de alimentos y de medicinas a la población.

Resulta tan absurdo lo anterior que, después de que el gobierno gringo prácticamente confiscó-robó la empresa CITGO que Venezuela posee en Estados Unidos por un valor de unos 30 mil millones de dólares en activos y en cuentas en el exterior, la supuesta ayuda resulta completamente ridícula y provocadora ya que equivale a 20 millones de esa moneda y que, como afirmó el mandatario venezolano, consiste en comida podrida o a lo sumo chatarra, lo que revela la intención oculta del régimen norteamericano de construir mediáticamente la imagen de un gobierno «dictatorial» que impide «socorrer» a su población.

Siguiendo las órdenes de Washington el régimen colombiano de Iván Duque ha prestado su territorio fronterizo con Venezuela para montar y ejecutar esta provocación que se concretó el sábado 16 de febrero cuando aterrizó un avión militar norteamericano en la ciudad colombiana de Cúcuta, fronteriza con Venezuela, donde viajaba el senador norteamericano de ultraderecha, Marco Rubio, que es una de los principales cabezas del golpe de estado contra el gobierno bolivariano. Esta situación insólita de un parlamentario que viaja ilegalmente en transporte militar, más que revelar una condición de fuerza, por el contrario, es un fiel reflejo de la desesperación que priva en Washington que tiene que enviar a uno de sus principales entes para dirigir las maniobras intervencionistas montando un fenomenal show al mejor estilo hollywoodense.

En franco despliegue mediático de los medios corporativos dirigidos desde Washington y remedados por los latinoamericanos como Clarín, El Mercurio, O Globo, TELEVISA, etc., el domingo se informó que el auto-nombrado «presidente encargado» de Venezuela por Donald Trump iba a movilizar a 600 mil «voluntarios» para repartir la comida chatarra sin explicar cómo se iba a introducir en territorio venezolano sin contar con los permisos y trámites legales previos, así como sin la anuncia del gobierno legítimo del presidente Maduro y del pueblo chavista.

Violando todos los preceptos y principios del derecho internacional, dado que tanto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, como en el ministerio de colonias que es la OEA, nunca se aprobó el envío de «ayuda humanitaria» o de otra índole, a Venezuela; está acción unilateral se la adjudicó única y exclusivamente Estados Unidos bajo la amenaza de invadir a ese país si este insiste en negar dicha «ayuda» y en supuestamente «violar» los derechos humanos que, por cierto, sí se violan todos los días y masivamente en los propios Estados Unidos sin que la cómplice y domesticada mal llamada «comunidad internacional» exprese alguna duda o molestia.

Sin embargo, a pesar de este cúmulo de chantajes, amenazas y agresiones (que los ideólogos intervencionistas prefieren llamar «sanciones») el pueblo bolivariano se prepara para enfrentar cualquier tipo de intervención, incluso militar, de Estados Unidos y sus esbirros.

El gobierno venezolano, que reiteradamente ha insistido y hecho llamados a dialogar desde 2014 con la oposición en cualquier instancia y lugar bajo el único requisito, que por demás exigiría cualquier gobierno del mundo, de que se respete la constitución política del país y los principios del derecho internacional, encarna de este modo los ideales de los pueblos latinoamericanos y caribeños que luchan contra toda forma de intervención imperialista y los intentos de reimplantar el colonialismo y la servidumbre en pleno siglo XXI.

Pero la derecha opositora aglutinada en primera instancia en la otrora Mesa de Unidad Democrática (MUD) ha ignorado estos llamados al diálogo y cuando se ha sentado en la mesa, como ocurrió en las conversaciones de Santo Domingo, República Dominicana, a principios de 2018, a punto de firmar los acuerdos que se habían alcanzado entre las partes, una llamada desde Washington le ordenó al líder de los opositores abandonar la mesa de negociaciones y desconocerlas para inmediatamente emprender un furibundo ataque mediático contra el gobierno bolivariano. Por su parte este acató con firmeza y dignidad los acuerdos; en particular, uno de los principales a que se había llegado a propuesta de la oposición en el sentido de adelantar las elecciones presidenciales para el mes de mayo del mismo año. Desde entonces, la estrategia norteamericana se puso al frente del golpe de Estado para derrocar al gobierno legítimo de Venezuela y la punta de lanza para esta acción es justamente la socorrida «ayuda humanitaria» que no es otra cosa más que el Caballito de Troya de la intervención imperialista.

* Adrián Sotelo es sociólogo y profesor de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.