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La Barraca, Teatro Popular: el mundo en el corazón

Fuentes: Cubarte

En Calle de las Margaritas número 29, barrio madrileño de Tetuán, tiene su actual sede La Barraca, Teatro Popular. Nació en 1980 como Teatro Itinerante de Aranjuez -localidad donde ese año se inició un proyecto dirigido a descentralizar el quehacer cultural-, y en 1981 adoptó el nombre con que declara el propósito de dar continuidad […]

En Calle de las Margaritas número 29, barrio madrileño de Tetuán, tiene su actual sede La Barraca, Teatro Popular. Nació en 1980 como Teatro Itinerante de Aranjuez -localidad donde ese año se inició un proyecto dirigido a descentralizar el quehacer cultural-, y en 1981 adoptó el nombre con que declara el propósito de dar continuidad a un empeño de la Segunda República Española. Esta se proclamó en 1931, y pronto su Ministerio de Instrucción Pública, encabezado por Fernando de los Ríos, destinó fondos al proyecto de la Unión Federal de Estudiantes Hispanos del cual nació La Barraca, Teatro Universitario, compañía que echó a andar en 1932 vinculada con esa organización estudiantil.

Los actores eran alumnos universitarios que le dedicaban sus vacaciones. Recibió el aporte de pintores y escenógrafos, y tuvo dos grandes codirectores: el dramaturgo y cineasta Eduardo Ugarte, y el poeta, dramaturgo y músico Federico García Lorca. A Ugarte no suele recordársele como él merece. Estudió Derecho y Filosofía y Letras y, además de trabajar en Hollywood antes y después del exilio que inició en 1939 luego de haber sido Agregado Cultural de la República Española en París, actuó en algunas películas y colaboró como guionista con Luis Buñuel en México, donde falleció en 1955. A Lorca su vida y su carácter, y su asesinato por los fascistas en 1936 a inicios de la Guerra Civil, lo hicieron símbolo de la agrupación. Tras su fusilamiento lo sustituyó Emilio de la Loma, poco más tarde muerto en el frente de Guadarrama. A Miguel Hernández se le nombró director en 1937 para que reorganizara la compañía, pero la contienda la disolvió. En cinco años había llevado alrededor d e ochenta representaciones a públicos humildes en parajes apartados.

Convertido Universitario en Popular, ese fue el camino que en Aranjuez retomaron los actores Alicia Hermida y Jaime Losada, pareja en la vida y en las ideas. En un ómnibus alquilado, y con los colegas que se les unieron, iniciaron su programa en 1982, en el mismo punto castellano, Burgo de Osma, y en la misma fecha, 10 de julio, en que cincuenta años antes empezó su trayectoria quijotesca la agrupación predecesora. Hasta 1986 reprodujeron su ruta, y hasta hoy han mantenido igual espíritu en Madrid y dondequiera que han actuado.

Alicia es reconocida como una de las más relevantes figuras de la escena española, y la acredita una larga carrera iniciada tempranamente en el célebre Teatro María Guerrero, de Madrid. Ha protagonizado obras de Lope de Vega, Calderón de la Barca, Tirso de Molina, Cervantes, Shakespeare. Algunas de las múltiples piezas del teatro moderno en las que ha brillado son El diario de Anna Frank, Las brujas de Salem, El jardín de los cerezos, La gata sobre el tejado de zinc caliente y la generalidad del repertorio lorquiano. Por su actuación en Divinas palabras, de Ramón del Valle Inclán, recibió el Premio Max de las Artes Escénicas y el Valladolid. Recientemente sobresalió en el Teatro Bellas Artes madrileño con la nodriza del clásico Fedra, versión de Juan Mayorga.

Ha actuado en el cine a las órdenes de Carlos Saura, Pilar Miró, José María Forqué, Miguel Litín, José Luis Cuerda, Jaime Chávarri y otros. En 1993 ganó el Premio de la Bienal del Mediterráneo por su trabajo en El hombre de la nevera , del director Vicente Tamarit. Como en el caso del teatro y la televisión, en su aporte al séptimo arte ha sido relevante asimismo la asesoría de actores. Lo ha hecho en El perro del hortelano, de Pilar Miró, señaladamente para el dominio del verso, especialidad en la que se le reconoce magisterio, y en El capitán Alatriste, de Agustín Díaz Yanes. Así como colectivamente La Barraca entrenó en el uso del español al actor francés Guillaume Depardieu para el papel del rey Felipe el Hermoso que se le asignó inicialmente en Juana la Loca, de Vicente Aranda, y que obstáculos ajenos a su voluntad le impidieron hacer, ella p reparó a Pilar López de Ayala para su memorable desempeño protagónico en ese filme.

El trabajo televisual de Alicia incluye series como Las chicas de oro -que, actualmente en trasmisión, se honra con ella como coprotagonista junto a Concha Velasco, Lola Herrera y Carmen Maura- y Cuéntame, de sobresaliente despliegue, en la cual ejerció además la asesoría de actuación. Recrea los años de la llamada Transición Española, y le valió en 2002 y 2004 el Premio de la Unión de Actores de España, que volvió a distinguirla con ese lauro en 2008 por su labor en Fedra. Entonces la actriz lo dedicó a Cuba: «un pequeño país bloqueado, al que cada año se dedican más millones de dólares para agredirlo», dijo después de citar juicios de José Martí y de Fidel Castro sobre la cultura.

Jaime, por su parte, ha actuado en películas como Goya en Burdeos y La sombra de un sueño, de Saura y Mario Camus, respectivamente, y ha escrito o adaptado varios de los textos escenificados por La Barraca. Suya y de Alicia es la obra inaugural del grupo, Kikirikí, un cequí, basada en un cuento oriental. La concibieron, afirman ambos, para denunciar «la falsa democracia que estaba imponiéndose al pueblo español», «la engañosa nueva Constitución española» y «la destrucción de la cultura y la economía» del país.

En los hombros de Jaime, fibra electrógena, descansa gran parte de la organización de La Barraca, y otra tarea importante que comparte con el colectivo: la docencia, ejercida con el espíritu que se defiende en Kikirikí: «Los sabios de todos los países, y entre ellos nuestro sabio Aka, saben que el hombre sólo cambiará si se le enseña a pensar, a tener ideas nobles, a ser alegre, a querer a los demás como amigos, a querer a los árboles, a las flores, a los pájaros, y a la verdadera vida de la que formamos una pequeña parte, y a no destruirla».

Varios egresados de cursos de La Barraca han tenido buen quehacer en distintos ámbitos artísticos, aunque en estos años, con la crisis que tan astutamente están manejando los rectores y beneficiarios del capitalismo, las cosas están aún más difíciles para el teatro. Pero nada ha impedido que el grupo extienda sus enseñanzas a otros países, como Nicaragua. En La Habana ubicó las bases operativas de un centro, que ya ha dado pasos prácticos, destinado a entrenar actores latinoamericanos y, en general, de lengua española.

A lo largo de su trayectoria La Barraca ha tenido en la docencia su propia fuente de actrices y actores. Una de sus alumnas, Ana Ramos, forma hoy parte de su dirección. Profesional madura y admirada, goza de respeto por su trabajo como actriz, y en la asesoría de colegas en la televisión (para las series Negocios de familia, Lalola, Padres) y en el teatro. Para este último tuvo a su cargo la maestría del verso en Cyrano de Bergerac, de Edmond Rostand, bajo la dirección de John Strasberg. Es como la hija de ideas y afecto de Alicia y Jaime, a quienes acompaña con luz propia en sus afanes y en la fidelidad a un grupo cuyo principal atractivo -sobre ello volveremos- está lejos de ser el componente económico.

Valorar el desempeño nacional e internacional de La Barraca no cabe en un breve artículo. Ha actuado en Rusia, Ucrania, Rumanía, Yugoslavia, Francia, Bélgica, Luxemburgo, Alemania, Holanda, Cuba, Nicaragua, Costa Rica, Japón, Iraq. Lo ha hecho en programas y en giras particulares, y en festivales como los de Grenoble, Managua, San José, Jarkov y Babilonia, entre otros, así como en los frentes de guerra y en las comunidades campesinas de Nicaragua en 1987 y 1989.

Entre las obras escenificadas por La Barraca de hoy es natural que estén las de Lorca, presente asimismo en otras puestas del grupo, de cuyo repertorio citamos unos pocos espectáculos: ¿Quién amuralla una voz?, Estos días azules y Cancionero andalusí, sobre textos de Miguel Hernández, Antonio Machado y poetas arábigo-andaluces, respectivamente; Las tres voces: vida, amor, muerte, fragmentos de obras lorquianas y textos de Alicia y Jaime. En el Teatro Nacional Rubén Darío, de Nicaragua, se estrenó en julio de 1989, a diez años del triunfo sandinista, Voces y cantos de España y Latinoamérica. Farsa de los zopilotes, alusivo a los manejos de la CIA. La Barraca ha dado vida escénica igualmente a páginas de Lope de Rueda, Rubén Darío, Rosalía de Castro, Antón Chéjov, Julio Cortázar, Ernesto Cardenal… y, entre los cubanos, de José Martí y Nicolás Guillén.

Su trabajo ha vibrado en plazas y escenarios prestigiosos, y en sitios humildes, incluidas la cubierta de un barco pesquero en las frías y agitadas aguas cántabras, y cárceles. Sin embargo, tan rica hoja de vida no borra la sospecha de que se le pasa la cuenta por sus ideas y por la firmeza con que las defiende. Para ilustrarlo en particular con Alicia, cuya talla de actriz impide hacerla desaparecer, muchas y muchos piensan que su presencia en los medios, con ser relevante, está por muy por debajo de su jerarquía artística.

Jaime y Alicia recuerdan la campaña lanzada contra ellos cuando en 1986 grabaron un video, que incluía declaraciones de personas eminentes del medio político y cultural de España, sobre lo que significaría la entrada de ese país en la OTAN. Los interesados en cumplir las promesas de servicio hechas al imperio quisieron desacreditar la grabación, que entorpecía las manipulaciones requeridas para obedecer al mandón del planeta.

A propósito de tales sucesos definió Jaime, en una de las numerosas entrevistas hechas al grupo, el papel del PSOE: «La verdad es que en nuestro país la derecha gobierna muy bien desde la izquierda». Alicia resumió en otra entrevista lo que les costó hacer aquel video: «Desde entonces, para nosotros se cerraron muchas puertas». Ya antes, aseguran ambos, La Barraca sufría otros obstáculos. Pero, lejos de ceder, continúa su labor artística a la par de su actividad directamente volcada a las luchas justicieras. En este frente han creado organizaciones como la Asociación Internacional por la Cultura y la Paz en el Área del Mediterráneo (AICUPAM), con motivo del encuentro de 1989, en Malta, entre Bush (el padre del hijo) y Gorbachov (a todas sombras ganado por ese «espíritu santo»).

En Agosto de 1990, en respuesta a la guerra contra Iraq, La Barraca trabajó por la fundación del Foro Internacional de Artistas e Intelectuales, que, vinculado con la Red de Redes En Defensa de la Humanidad, ha tenido el apoyo de Premios Nobel que honran a la especie, y de otras figuras e instituciones sobresalientes. El grupo teatral ha gestado numerosos llamamientos, y en España y en otros países ha acudido o brindado apoyo a incontables convocatorias por la paz, la solidaridad entre pueblos y la lucha antimperialista. Defiende con tenacidad la liberación de los cinco luchadores antiterroristas cubanos presos en los Estados Unidos. Los compas nicaragüenses lo consideran sandinista honoris causa, en el espíritu que viene de Sandino y orgánicamente estructuró Carlos Fonseca Amador.

Los miembros de La Barraca son coherentes en el escenario y en su vida cotidiana. También en las calles, formando parte de muchedumbres enardecidas. No esperan a conocer, ni lo preguntan, «el nivel» de la presidencia de un acto para decidir si participan. Son medular, natural, conscientemente democráticos. No mancillan en modo alguno el rótulo popular, que merece seguir identificando al Frente que defendió la Segunda República contra el Bando sedicioso y fascista mal llamado Nacional. A Cuba le entregan fervor y cuanta colaboración está a su alcance, sin esperar a cambio tratamiento especial, ni arrogarse prerrogativas de jueces. Lo suyo no es una puesta en escena, sino vida.

Hasta donde sabemos, y ellos mismos han reunido información, La Barraca de la República ha recibido el homenaje de diversas instituciones, especialmente en España en 1986, al cumplirse cincuenta años del inicio de la Guerra Civil y la muerte de Lorca. Pero han sido tributos puntuales: ningún otro grupo en aquel país se ha echado sobre los hombros la responsabilidad de asumir tan honroso nombre. Por ello a nuestros amigos les conmueve que en 1998, centenario de hechos terribles, pero también del nacimiento de Lorca, se animara en Cuba con el nombre La Barraca un proyecto auspiciado por el Centro Cultural para el Desarrollo del Teatro Comunitario.

En Cuba, donde en 2008 formalizó su hermandad de base con el Grupo Escambray, La Barraca, Teatro Popular ha actuado, se le conoce, se le respeta, se le quiere, y la prensa escrita y la televisión le han reservado espacio. Pero merece una acogida mucho mayor. Esa compañía compañera no aporta «novedades» efímeras ni poses progres, sino autenticidad raigal. Pablo Neruda, como parte de su apoyo a la Segunda República Española -válida por sí y como anuncio de la Tercera, que ya se reclama-, llevaba a España en el corazón, y así tituló un poemario. Dando continuidad a su predecesora republicana, los miembros de La Barraca actual llevan en su corazón español el mundo. Los mueve un espíritu solidario definible con una máxima de Martí que ellos hacen suya: «Patria es humanidad».

Fuente: http://www.cubarte.cult.cu/paginas/actualidad/conFilo.php?id=16106