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«La bases impusieron la huelga a las centrales sindicales, no lo contrario»

Fuentes: Correio da Cidadania

Cuarenta y cuatro días después de los masivos actos de protesta y huelgas del 15 de marzo, y también de la fuerte movilización de las mujeres, Brasil tuvo una gran huelga general, al anticipar el fin de semana largo del 1° de mayo. Al menos 35 millones se cruzaron de brazos y el optimismo para […]

Cuarenta y cuatro días después de los masivos actos de protesta y huelgas del 15 de marzo, y también de la fuerte movilización de las mujeres, Brasil tuvo una gran huelga general, al anticipar el fin de semana largo del 1° de mayo. Al menos 35 millones se cruzaron de brazos y el optimismo para barrer las reformas del gobierno Temer creció.

«Fue ciertamente la mayor huelga general en la historia del país. Es obvio que el sector de transportes fue determinante, pero alcanzó fábricas, bancos, comercios, todos los estados. Fue secuencia de lo que venía ocurriendo, las bases sindicales tenían claridad total de las reformas laborales y previsionales. Ellas impusieron a las centrales la dinámica de la huelga, no fueron las centrales las responsables de la paralización», dice Paulo Pasin, presidente de la Federación Nacional de Metroviarios, a Correio da Cidadania.

De esa forma, es preciso más allá de las celebraciones y cantos de victorias  de las viejas direcciones de los organismos de la clase trabajadora y vislumbrar el tablero que se juega. Al final, estamos hablando de centrales que dieron toda su anuencia a la invención de la figura de Michel Temer como fiador de la gobernabilidad lulista, adecuado a la fórmula presidencial que ganaría dos elecciones junto a Dilma.

«El día 28 de abril de 2017 entra en la historia de la lucha de clases en Brasil. Fue una de las más expresivas y abarcadoras huelgas generales del país, constituyéndose como una respuesta al desmonte de los derechos sociales y laborales llevado a cabo por el golpismo. Millones de personas cruzaron los brazos, centenas de millares participaron de manifestaciones y la gran mayoría del pueblo brasilero apoyó la realización de la huelga. Nos colocamos en otro nivel de enfrentamiento al gran capital, a su gobierno y al conjunto de los poderes de la República que están unidos en torno al desmonte de la Constitución Federal», concordó Edson Carneiro, el Indio de la Inter-sindical.

Desconfiados de las intenciones de tales centrales en imprimir su propio sentido a la huelga, muchos se preguntarán si el llamado del 28 de abril no fue demorado, dado el éxito y el vigor de las protestas de marzo. De acuerdo con nuestros entrevistados, también refleja las desconexiones entre direcciones y bases, aunque sea un aspecto menos relevante en este momento de ofensiva reformista de un capitalismo que no sabe eludir su propia crisis, que ya hace 10 paraliza a todo el mundo, no sólo a Brasil.

«No sé si daba para hacerla antes. La ofensiva publicitaria y mediática del gobierno es muy fuerte en el sentido de vender la idea de que no hay pérdida de derechos. El tiempo entre el 15 de marzo y la huelga permitió informar a un sector más amplio. En tanto, lo más preocupante es en relación a las centrales: el propio día de la huelga la Fuerza Sindical ya hacía propaganda, acordando con los puntos de la reforma previsional, con la edad mínima, pero no a los 65 años, y hablaba de un regla de transición próxima a la sugerida por el gobierno», afirmó Pasin.

«Brasil es inmenso y comporta realidades muy distintas. Para algunos sectores más organizados u otros que pararon el 15 de marzo, le pareció que a finales de abril sería tarde. Pero para otros sectores ese tiempo fue importante para comprender el tamaño del ataque y preparar la resistencia. Ni todas las personas habían asimilado lo que Temer y los medios llaman reformas. Con el debate quedó claro que sería el fin de la jubilación. El tema de la reforma laboral no había llegado con fuerza en las preocupaciones del pueblo» complementó Indio.

¿Lula allá?

Dos días después de la paralización, salió la encuesta de Da­ta­Folha a informar que el ex presidente Lula continúa siendo el gran nombre del imaginario popular como posible solución. Mientras la burguesía y sus dispositivos hacen de todo para inviabilizarlo, su nombre continúa siendo sinónimo de un país que dio resultado, por lo menos de un punto de vista menos blanco y neoliberal, como tanto se publicita.

La sombra de su enorme figura es ineluctable a cualquier debate de coyuntura, guste o no de convivir con tal realidad.

«La anticipación de las encuestas para 2018 es un equívoco para nosotros. El crecimiento de Lula representa un repudio al gobierno Temer, a quien la clase trabajadora identifica como agresor de derechos laborales y sindicales. Pero en ninguna hipótesis se puede mirar la disputa electoral ahora», observó Pasin.

Por su parte, Indio ofrece un punto de vista más pragmático, tal por ver de cerca las sensaciones que el nombre del ex presidente causa en el trabajador común.

«Brasil atraviesa uno de los momentos más graves de su historia reciente. El golpe instaló en la presidencia de la República un gobierno dispuesto a llevar a cabo todo aquello que el gran capital no consiguió hacer desde la promulgación de la Constitución. Mi opinión es que el lulismo optó por políticas que no armaron a la clase trabajadora para el enfrentamiento político fundamental y la orientación general por el aumento del acceso al consumo despolitizó el proceso. Ya la opción de la presidenta Dilma por el ajuste fiscal facilitó el movimiento golpista de la derecha. En suma, hicieron un gobierno distante de nuestras aspiraciones. Pero a su manera y sus contradicciones, fueron un freno a los avances de esas tres pautas fundamentales: desarticulación de la jubilación, fin de la CLT (Consolidación de las Leyes de Trabajo) y legalización de la tercerización irrestricta», analizó.

«La primera cosa para hacer es discutir un proyecto para la sociedad brasilera, y no re­e­ditar la vieja salida de conciliación de clase, representada por el PT en el poder. Enfrentar la contraofensiva del gobierno es la primera tarea. Y en el mediano plazo preparar un proyecto alternativo de sociedad, un programa político y económico de clase», reforzó Pasin, consciente de que el electoralismo petista ya está en el orden del día por más que se intente reforzar el carácter amplio y plural de la huelga, con el imperativo de resistir a una brutal rodada de eliminación de derechos laborales y sociales.

Si la fuerza y la debilidad de las resistencias al gobierno Temer giran en torno del ex presidente, el tiempo lo dirá. De toda forma, ambos concuerdan que en el corto plazo la izquierda no dispondrá de una opción más combativa y musculosa. Restaría la preparación de un programa político que mire a mediano plazo, cuya ausencia en la escena cuatro años después de las manifestaciones de junio de 2013, es el record histórico de huelgas registrado entre 2009-2012, plantea otro debate.

«La izquierda socialista no fue todavía capaz de constituirse como polo organizador, capaz de barrer el neoliberalismo radical pretendido por el capital para superar la crisis económica internacional», sintetizó Indio.

Medios, manipulación y represión

Otro aspecto que no agotado en esta materia es el de la cobertura mediática. En líneas generales, un grosero y en ocasiones nauseabundo esfuerzo de convencer al te­les­pec­tador a dis­cordar con la huelga. Ya en la mañana del viernes, el reportaje de la Globo estaba en Fran­cisco Mo­rato, típico reducto de pobres que solo parece en la desgastada cobertura de balazos entre policía y bandidos. Esta vez, la noticia mostraba un ciudad donde sus habitantes no conseguían usar la línea del tren para «avanzar» rumbo a sus lugares de trabajo.

«Primero los medios intentaron no informar la existencia de la huelga, creyendo que así la clase trabajadora no iría a saber, ni participar. Pero existen medios alternativos y están las bases sindicales. Después, en el día de la huelga, mostraron la huelga del transporte, sin la participación del resto de la clase. Por fin, intentaron invertir disfrazarla con la imagen de vandalismo, actos supuestamente violentos, etc. Ya en el día siguiente, intentaron esconder el tamaño de la paralización y la diversidad de sectores que adhirieron», enumeró Pasin.

Y este día 2 de mayo no deja al metroviario mentir. En la Globo, nueva incursión hacia la delincuencia en regiones periféricas, esta vez en Duque de Ca­xias (Río de Janeiro), donde apareció un ómnibus incendiado y una operación policial contra el narcotráfico que arrestó a 26 personas. Nuevamente, el capricho semántico se hizo presente: a pesar de no saber que prendió el fuego y ni de como empezaron los disturbios («que perjudicaron el acceso de sus habitantes al trabajo»); la palabra «enmascarados» fue reiteradamente utilizada en la especulación -nunca una afirmación firme e chequeada- sobre cómo habrán comenzado los disturbios. Una especie de contrabando ideológico para futuros vidrios quebrados de bancos, evidentemente.

En Folha de São Paulo de este martes 2 de mayo, se repite lo del 30 de abril. No hay ninguna referencia a las manifestaciones del día 1° de mayo. Pero sí una columna llena de tonterías de Hélio Schwarts­mann en defensa de la reforma laboral, sugiriendo la «libre negociación» entre patrón y empleado como uno de los más sagrados valores de la democracia.

«Reitero mi temor con la cúpula de las centrales sindicales, a pesar de que todos reconocieron el éxito de la huelga, en utilizar su fuerza para nuevos y hasta más contundentes enfrentamiento, sino por el contrario, entrar en la lógica de negociar  enmiendas puntuales en tales reformas. Finalmente, la clase trabajadora debe repudiar la represión ordena por el gobierno Temer, sea en la prisión preventiva de militantes del MTST (Movimiento de Trabajadores Sin Techo), la violencia de la Policía Militar de Goiás y la violencia policial en Río de Janeiro. Pero la huelga fue tan fuerte que ellos fueron obligados a admitir. Otro punto fundamental es: no existe sociedad democrática con tamaño monopolio de los medios de comunicación, como es el caso brasilero», puntualizó Pasin.

De todas maneras, ninguna victoria efectiva de la clase trabajadora está garantizada, por más que tales manifestaciones y apoyo popular animen a todas las organizaciones y grupos participantes de los actos. La batalla es larga y refleja la tentativa de redefinir un pacto social duramente establecido y mismo así jamás cumplido.

 «Creo que ni toda la izquierda ni el conjunto de la clase todavía se dieron cuentas del significado del desmonte de la CLT, la legalización de la tercerización irrestricta y las consecuencias que tendrán sobre la organización social y política de la clase trabajadora. Su aprobación, además del desmonte de la jubilación, sería un tiro de muerte en las conquistas del siglo 20, con capacidad de colocar a nuestra clase y a la economía brasilera en condiciones mucho más difíciles en América Latina», concluyó Indio.

Traducción: Ernesto Herrera
Fuente: http://correiocidadania.com.br/34-artigos/manchete/12524-as-bases-impuseram-a-greve-as-centrais-sindicais-nao-o-contrario