Recomiendo:
0

La bolsa languidece lentamente

Fuentes: Rebelión

Se ha venido diciendo que las bolsas de valores son un reflejo de la marcha de la economía real de un país, es decir, que si suben todo va bien y si reculan o se estancan es porque la economía cojea o ha detenido el crecimiento. Si esto fuera exacto resultaría, aunque la propaganda política […]

Se ha venido diciendo que las bolsas de valores son un reflejo de la marcha de la economía real de un país, es decir, que si suben todo va bien y si reculan o se estancan es porque la economía cojea o ha detenido el crecimiento. Si esto fuera exacto resultaría, aunque la propaganda política diga lo contrario, que por aquí estaríamos en fase de liquidación, puesto que la cosa no funciona y, si lo hace, ha debido tomar la dirección equivocada.

Al margen de las estadísticas semanales que cuentan muchas verdades y otras tantas mentiras, si son convenientemente manipuladas, en la práctica, ya han pasado años desde los tiempos en los que el 35 coqueteaba con los 11.000 puntos para apuntar seguidamente la senda bajista y quedarse allí congelado. Se acabaron aquellas jornadas de alegres subidas con sus bajadas y el sopor se ha impuesto en un panorama a largo plazo. Por contra, baste con citar el ejemplo del Dow Jones, por ser el índice bursátil más significativo a nivel mundial, que por aquellos tiempos estaba situado alrededor de los 17.000 puntos, tras una imparable subida previa, no se detiene y continúa con la escalada alcista. Ahora el Ibex sigue día tras día aguantando como puede en torno a los 9.000, mientras que quien rige los destinos de la economía global baila alternando los 25.000 con los 26.000 puntos en su principal índice de referencia. Asombrosa recuperación que contrasta con la evidente atonía de la bolsa española. Simplemente echando un vistazo a esta observación parece que las cosas aquí han cambiado, pero no precisamente para mejor.

Si la economía nacional marcha tan bien como se dice y la bolsa tan mal como evidencia la cotización de los índices, en línea con esa Deuda que supera con creces el billón de euros, es que hay algo que no nos cuentan . Cierto que en el deprimido estado bursátil pueden estar incidiendo lo de China, el Brexit o las sonadas decisiones de Trump y afecten a las cotizaciones actuales. Hasta, tal vez, la esperada caída de New York, que no acaba de llegar, o la inversión de la curva de tipos, que a veces se corrige, determinen ese estado de languidez. Incluso, ante la ausencia de noticias, pudiera influir el hecho de que, no surgiendo explicaciones convincentes de los entendidos en la materia a la cuestión de fondo, los augure s se agarren al vuelo de un ave -por decir algo- para adelantar malos presagios y, por si se cumplen, todos corran a recoger beneficios a diario, temiendo que en la siguiente sesión las cosas vayan a peor. Aunque sería interesante llegar a conocer de donde proceden esos supuestos beneficios, porque no se corresponden con la trayectoria seguida por el mercado. Total, que se hacen sonar las alarmas y el cauteloso dinero de las masas inversoras se esconde en ningún sitio, porque ateniéndose a la rentabilidad no hay lugar donde el ciudadano común pueda guardarlo -salvo en el renovado boom del ladrillo manejado por los fondos multinacionales-, pero al otro día se dice que todo va viento en popa y por unas horas los ánimos se serenan. El resultado es que, acogida a esos pequeños vaivenes, la bolsa sube a empujones animada por las perspectivas alentadoras, para a continuación bajar con alegría. Parece estar claro que de lo que se trata es de marear la perdiz , alternando semana en positivo con otra en negativo, para moverse en el mismo tramo. Lo evidente es que la mayoría de los valores significativos se apagan, pierden fuelle y languidecen atenazados por el peso de su deuda o por inversiones fallidas con lo que, si este es el objetivo de algunos avispados foráneos, no haría falta demasiado capital para comprar a precio de saldo buena parte del Ibex.

Los fondos multinacionales parecen no tener el menor interés por los valores de aquí, acaso porque la rentabilidad de la propia bolsa neoyorquina resulta ser, por no muy claras razones, más atractiva. En consecuencia, como son ellos los que han venido animando el panorama bursátil desde tiempo inmemorial y ahora ha descendido el interés, lógicamente el asunto no funciona, dado que los cuatro pelagatos que invierten sus ahorros en el juego accionarial y los encargados de manejar las máquinas no disponen de la fuerza y el dinero suficiente para emprender el vuelo. Por tanto, habría que enviar una comisión al jefe del dinero -el que mueve los hilos en la sombra siguiendo la ideología del capitalismo-, formada por destacados personajes del mangoneo político-económico para atraer su atención, al objeto de que invierta en la bolsa de acá a través de sus fondos -sin que llegue a trascender al gran público las condiciones del contrato , sin duda leonino-. Conviene aclarar que, en el plano de la estrategia de la globalización, no es que en los tiempos actuales haya dejado de especular aquí el capital foráneo, pero lo viene haciendo a precio de derribo accionarial. En otros casos se implica directamente hundiendo previamente las cotizaciones utilizando ingenios financieros como las operaciones bajistas para luego comprar a precio de saldo -por ahí tenemos algún ejemplo de plena actualidad- o en otros casos aceptando regalos resultantes de quiebras para trocear los restos y tratar de extraer algo aprovechable.

Sería conveniente para la política que la bolsa aliviara su larga agonía, a fin de que ya con mejor aspecto resultara creíble la leyenda de la aceptable marcha de la economía nacional. De manera que la supuesta salida de la crisis pudiera venderse entonces como algo políticamente rentable. Entre tanto habrá que permanecer a la espera para ver si con el paso del tiempo cambia el triste panorama bursátil. A buen seguro que sí.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.