Como honrar honra, Roberto Chile ha dedicado parte de su tiempo a grandes de la fotografía y nació » Improntas» con protagonistas como Alberto Korda, Ernesto Fernández, Roberto Salas, Liborio Noval, José Alberto Figueroa y el fotógrafo suizo René Burri. Se trata de cortometrajes, con unos 20 minutos en los que señorea el testimonio. Se realizaron […]
Como honrar honra, Roberto Chile ha dedicado parte de su tiempo a grandes de la fotografía y nació » Improntas» con protagonistas como Alberto Korda, Ernesto Fernández, Roberto Salas, Liborio Noval, José Alberto Figueroa y el fotógrafo suizo René Burri.
Se trata de cortometrajes, con unos 20 minutos en los que señorea el testimonio. Se realizaron para la exposición titulada Cuba in Revolution 1933-1968 , presentada desde septiembre de 2010 hasta enero de 2011 en el International Center of Photography de Nueva York, y de enero a marzo pasados en el Garage Center for Contemporary Culture, de Moscú.
Estos documentales que tienen la firma de Chile en todo, desde la fotografía hasta la selección de créditos, serán exhibidos por la televisión cubana durante la programación veraniega. Este fue el pretexto para conversar con un mago de la imagen que, desde pequeño, jugaba con su imaginación.
«Cuando niño jugué a cuanto juego apareció en mi camino y descubría figuras que inventaba en las nubes. Recuerdo como si fuera ahora, que vi osos, molinos de viento, payasos, ángeles, peces y hasta brujas y hadas madrinas. También conté estrellas, y como todo un astronauta, recorrí constelaciones. Pero te confieso que lo que más me gustaba era mirar la Luna.»
-Por primera vez … una cámara en la mano
-Lo primero que recuerdo haber retratado fue el cielo. Después a mis compañeros en la escuela al campo, más tarde a mi esposa en nuestra luna de miel. Después, obsesivamente, a mi primera hija, fotografiarla se convirtió en un ejercicio, en un aprendizaje. Ya por aquel entonces trabajaba como camarógrafo en la Flota Cubana de Pesca y sabía lo que hacía. Después me dediqué a otros asuntos y sigo aprendiendo.
-Estudiaste Electrónica hasta llegar a la Ingeniería en Telecomunicaciones, ¿acaso para arreglar y adaptar los equipos a tus necesidades?
-Comencé mis estudios universitarios en Polonia. Allí fui a estudiar Ingeniería Naval en 1973. Por razones ajenas a mi voluntad regresé a Cuba antes de concluir el primer año. Y te confieso que no era mal estudiante. Fue la vida. Mejor ni hablar. En medio de ese repentino naufragio, matriculé en el Instituto Tecnológico Osvaldo Herrera y en dos años me gradué de técnico medio en Sistemas de Radio. Cuando vencí esos estudios, ingresé en la CUJAE y en 1984, con 29 años, me gradué de Ingeniería en Telecomunicaciones. Mi intención no era arreglar los equipos a mis antojos, jamás pretendí tanto, más bien me interesaba conocerlos, poder explotarlos al máximo de sus posibilidades. Y aunque hoy no ejerzo la profesión como tal, no me considero un ingeniero frustrado, pues los conocimientos técnicos que adquirí durante esos años me sirvieron para ejercer como editor y realizador con cierta independencia. Pero a la larga tomé el camino del arte y ya no me entretiene arreglar radios portátiles ni videograbadoras. No sé qué sería hoy de mí si hubiera terminado en un astillero construyendo barcos. Nací para la imagen, y aunque di algunas vueltas, encontré el camino.
-¿Cómo llegas a la televisión?
-Jamás llegué a la televisión, en todo caso, la televisión llegó a mí. Gracias a mi hermano Ramón, en 1977 empecé a trabajar en un equipo de video que él había fundado junto con otros compañeros en la Flota Cubana de Pesca. Un día me vi con una cámara en mis manos y fue un amor a primera vista. La cámara se convirtió en la pasión de mi vida, y ya no me he podido apartar de ella. Ni quiero.
-¿Cuál fue el primer trabajo tuyo que se transmitió por televisión?
-Un documental titulado ¿Quién es Al Giddings?, que filmé, edité, escribí y dirigí y por el cual recibí mi primer premio en un concurso nacional: el Premio Caracol 1984 al mejor documental. Eso me dio confianza para seguir adelante. Fue una primera luz.
-¿Cuánto pesa, en tanto responsabilidad, ser el camarógrafo de Fidel?
-Jamás me he considerado «el camarógrafo de Fidel». Soy uno de los tantos camarógrafos que han trabajado con él durante todos estos años de Revolución. Durante más de 25 años lo seguí a todas partes «sin reparos y sin miedos». Fueron años de gran intensidad. Viví momentos inolvidables. Junto con Fidel recorrí el país de punta a cabo y buena parte de este mundo, perpetuando, para el presente y para el mañana, su incansable actividad revolucionaria. Gracias a eso fui testigo presencial de momentos cruciales de nuestra historia. Más que un mérito, fue una suerte, y más que sentirme orgulloso por tal suerte, me siento agradecido y comprometido con el presente y el futuro de mi país. Y para responder a tu pregunta, puedo decirte que sí, que todo eso pesa, pero como lo he cargado con voluntad y convencimiento, no me lo he sentido.
-¿Cuándo te hiciste editor y director?
-Más que editor y director, soy un soñador. Cada proyecto mío ha sido un sueño, y más que dirigirlos o editarlos, lo que he hecho ha sido convertir en realidad cada uno de esos sueños. Pero no se trata de una labor individual, sino colectiva. Sin la imprescindible participación de mis compañeros de equipo y de todos los que se sumaron a esos empeños, muy poco hubiera podido hacer.
-¿Por qué te inclinaste a dejar constancia fílmica de los pintores? ¿Empezó como un hobby?
-Como todo o casi todo lo que ha ocurrido y ocurre en mi vida, fue el azar. Un día me propuse promocionar la obra de algunos artistas de la plástica, más bien por una deuda de gratitud que tenía con algunos de ellos, y ese fue el comienzo de un largo camino. Los primeros fueron José Omar Torres, Roger Aguilar y Minerva López. Después vinieron Choco, Carlos del Toro, Roberto Fabelo, Pedro Pablo Oliva, Flora Fong, Zaida del Río y muchos más. A mediados de la década de los 90 dediqué buena parte de mi tiempo libre, que por aquel entonces no era mucho, a concebir y realizar audiovisuales de corta duración que evocaban el proceso creativo y acercaban al público a la obra de esos artistas. Muchos de ellos, aunque tenían una obra ya reconocida nacional e internacionalmente, no eran conocidos por el público cubano. Así vieron la luz más de 40 cortos que tuvieron buen impacto en la teleaudiencia. Se transmitieron y proyectaron dentro y fuera de Cuba, lo mismo en canales de televisión como en exposiciones y eventos culturales. Tiempos que recuerdo con gran satisfacción y a los que debo aprendizaje, vivencias, emociones, y por encima de todo, la amistad de la mayor parte de esos artistas, y otros, que hoy más que mis amigos, son mis hermanos. Más recientemente vino una segunda etapa de trabajo y nació Alas con puntas, hoy parte esencial de mi vida. Una frase martiana le dio nombre a ese proyecto: «Las alas tienen punta, y cuando las tiendo, y rechazadas, vuelven a mí, en mí se clavan». Frase que se ha convertido en una inspiración, en un aliento, en una convicción.
-¿Por qué curador?
-El proyecto Alas con puntas comenzó como un diálogo entre el audiovisual y las artes plásticas. Todo eso exigía un concepto de selección, y aunque también intervenía el azar, se hacía necesario trazar un rumbo, un camino: avizorar, aglutinar, movilizar, y así terminé siendo una suerte de curador sin cartera. Pero no me autodenomino curador porque siento un profundo respeto por los curadores, aquellos que siendo conocedores de la historia del arte y sus tendencias actuales, poseen los conocimientos necesarios para realizar esa labor. Soy un apasionado del arte que no se pone límites ni fronteras ni tiene miedos.
-¿En qué momento de tu vida te enamoraste también de la fotografía?
-La fotografía fue el punto de partida y, desde muy temprano, se convirtió en la pasión de mi vida. Antes que director y editor, fui camarógrafo. Ahora, tal vez porque tengo más tiempo que antes y hasta me siento más joven, he podido llevar más lejos mi vocación por la fotografía. Y la verdad es que lo estoy disfrutando mucho. En los últimos meses he retratado a Fidel, la ciudad, la gente, la vida, en fin, todo aquello que logre despertar en mí curiosidad, ternura y amor.
-¿Qué no has hecho que hubieras querido hacer?
-Hablar con Martí.
-¿Qué has hecho que no hubieras querido?
-Arar en el mar.
-¿Qué más te gustaría decir?
-Que tengo fe en el futuro, y a pesar de los difíciles momentos que vivimos, creo que el mundo será mejor mañana. Y Cuba también.
Fuente original: http://www.cubarte.cult.cu/periodico/entrevistas/roberto-chile-la-camara-se-convirtio-en-la-pasion-de-mi-vida/19561.html