Daniel Noboa no necesitó moverse de Ecuador para viajar hasta Kiev y alinearse con el bando de la OTAN. Al menos Milei tuvo que viajar hasta Jerusalén y visitar el Muro de los Lamentos para mostrar su alianza con Netanyahu.
Vivimos una transición desde la hegemonía unilateral norteamericana, a raíz de la caída del Muro, a un orden multilateral, sin hegemonías definidas. Estamos en medio de una confrontación geopolítica mundial. El Papa Francisco ha señalado que estamos en una Tercera Guerra Mundial escalonada entre Occidente-OTAN, encabezado por las viejas potencias, Estados Unidos-Unión Europea-Japón, frente a los BRICs y el eje Euroasiático, encabezado por las potencias emergentes, China-Rusia-Irán.
En estas condiciones, la política internacional de países pequeños como el nuestro tiene que moverse con mucho cuidado, apoyada en dos principios claros: la independencia, autonomía, soberanía y no-alineamiento; y el acuerdo con los países latinoamericanos para impulsar una política de paz y de solución política de los conflictos. Tenemos antecedentes: recordemos la actitud ejemplar de Jaime Roldós, en medio de un conflicto regional levantó una iniciativa, conocida como la Doctrina Roldós, para la solución pacífica de los conflictos.
La chatarrización del armamento de origen ruso por Daniel Noboa, para entregarlo al Gobierno norteamericano no es un acto aislado. Hay una línea de continuidad con el anuncio del Plan Ecuador y los Convenios de entrada de tropas norteamericanas en el Gobierno de Lasso y la política del Gobierno actual. Bajo el relato de la guerra contra el terrorismo se restablece una política de renuncia a la soberanía.
La guerra mundial actual no se reduce a la confrontación bélica, sino que adopta también otras formas, como la guerra comercial. El problema no está sólo en los costos económicos inmediatos, las afectaciones a las exportaciones de banano y flores a Rusia, que es el tercer socio comercial de nuestro país.
La guerra económica que anuncia Rusia, ante el involucramiento en la guerra bélica por parte del Gobierno de Ecuador, con la entrega de armamento que llegará a Ucrania, afecta a las condiciones de sostenibilidad de nuestra economía y a la implementación de una política propia. La mirada del Gobierno es miope, argumenta que no va a afectar a su grupo, pues el Consorcio Noboa no exporta a Rusia; no le interesa siquiera qué va a pasar con los otros exportadores.
La chatarrización de la política internacional nos convierte en un país sometido a los mandatos del dominio externo, una nueva venta de la bandera por 200 millones de dólares de compensación. El Gobierno de Biden no ha logrado aprobar la ayuda ofrecida a Zelensky, ahora puede utilizar a nuestro país para entregarle armas para la guerra contra Rusia.
Es un momento delicado. Los organismos de contrapeso democrático deberían actuar para el control de la política internacional del Ejecutivo. La Contraloría debería evaluar la declaración como «chatarra» del armamento involucrado, averiguar incluso si hay riesgo incluso de peculado y de perjuicio económico al patrimonio del Estado. Se ha denunciado, por ejemplo, que cada helicóptero que se pretende entregar costaría 30 millones de dólares; un total de 360 millones por los 12 que se anuncia que se entregarían, aparte de otro tipo de armamento. La Asamblea debería llamar urgentemente a que el Canciller y el Ministro de Defensa informen sobre el caso «Chatarra rusa». Aunque es difícil por los acuerdos de cogobierno tripartito que está funcionando en el país.
La defensa de la soberanía, la autonomía y el no-alineamiento de nuestra Patria regresan nuevamente a la conciencia y las manos de los patriotas. Podemos impulsar desde la sociedad, los movimientos sociales, una política de paz mundial, empezando por exigir al Gobierno de Noboa que pare la política de involucramiento en una guerra mundial destructiva.
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