En las protestas que al grito de «¡que se vayan todos!» echaron del poder a Lucio Gutiérrez, hubo un gran ausente: la Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (Conaie), actor central en la caída de los presidentes Abdalá Bucaram (1997) y Jamil Mahuad (2000). «La cuestión estaba por reventar, pero la dirección de la Conaie […]
En las protestas que al grito de «¡que se vayan todos!» echaron del poder a Lucio Gutiérrez, hubo un gran ausente: la Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (Conaie), actor central en la caída de los presidentes Abdalá Bucaram (1997) y Jamil Mahuad (2000).
«La cuestión estaba por reventar, pero la dirección de la Conaie no lo entendió así», dice la abogada Nina Pacari, quien en los primeros seis meses del gobierno de Gutiérrez ocupó el Ministerio de Relaciones Exteriores.
Un mes antes de la caída de Gutiérrez los dirigentes indígenas trataron de fijar una posición sobre las movilizaciones ya en curso. Pero a la cita, dice Nina Pacari, el máximo dirigente de la Conaie, Luis Macas, «asistió con muchos trabajos».
El acuerdo no llegó, entre otras razones porque en la víspera la Conaie había atacado abiertamente a la Asamblea de Quito, que agrupaba a un abanico de partidos y organizaciones, pese a que en ese esfuerzo participaba Pachakutik, el partido considerado «brazo político» del movimiento indígena. (Así fue creado, pero Nina Pacari insiste en que se trata de «espacios diferenciados» para la actuación en los poderes formales y en el ámbito extrainstitucional).
Varios fueron los factores que dejaron fuera a los indígenas de la «rebelión de los forajidos«. El primero, el temor de la Conaie a repetir los tropiezos de 1997 y 2000 cuando, pese a ser el motor de la caída de los presidentes, los indígenas vieron a los partidos tradicionales capitalizar las victorias.
Monserrat Fiallo, economista rubia y forajida que estudió en el Tec de Monterrey, expresa a su modo el otro factor: «La Conaie lo llevó al poder. Y los Pachakutik también traicionaron a los indios».
La Conaie y Pachakutik, efectivamente, fueron factores determinantes para que el ex coronel Gutiérrez ganara la presidencia en 2002.
En los seis primeros meses del gobierno gutierrista, la Conaie ocupó otros cargos, incluidas las dependencias de asuntos indios.
Pero la luna de miel con el ex coronel había terminado con la campaña electoral. Gutiérrez se deshizo rápidamente de su discurso izquierdista y antiestadunidense, y los choques con los ministros indígenas fueron inevitables.
A Nina Pacari la desmentía a cada momento, especialmente cuando hacía declaraciones que podían incomodar a Estados Unidos o Colombia.
A Luis Macas lo nombró ministro de Agricultura pero le quitó la mitad del presupuesto. «Ni siquiera podía pagar la nómina del Ministerio», dice el economista Pablo Dávalos, asesor de Macas y viceministro de Economía del nuevo gobierno desde el viernes pasado.
La relación se rompió muy pronto, pese a algunas resistencias internas y a los reclamos, que persisten, de que no se consultó a las bases.
«Desde que dejamos el gobierno declaramos una oposición frontal a Gutiérrez, y dimos la batalla contra el traidor hasta el final», dice Nina Pacari.
Los diputados de Pachakutik dieron sus votos a la destitución del presidente «por abandono del cargo» el pasado miércoles 20, pese a que Gutiérrez seguía en el Palacio. Para Nina Pacari no hay duda de que Gutiérrez abandonó la presidencia constitucional cuando «volvió a ser edecán de Abdalá Bucaram y lo trajo para que le diera órdenes».
El ex presidente Bucaram -el lumpen de la oligarquía, dice Nina Pacari-, ha asegurado en llamadas a medios locales y agencias, que sigue en Ecuador, aunque escondido porque el nuevo gobierno, dice, ha ordenado «matarlo».
La cuña del mismo palo
En cuanto dejaron su gobierno, en agosto de 2003, el ex coronel «se lanzó a destruir a los indios», dice Dávalos.
Lo hizo en tres pistas: la coptación de dirigentes, el uso de recursos sociales para romper a las organizaciones y la entrega de cargos a un grupo de indios evangélicos adversarios de la Conaie.
Ya para entonces, con una lógica militar, Gutiérrez había decidido que las fuentes de su poder eran «el ejército, la embajada de Estados Unidos y la oligarquía de Guayaquil». Y sus enemigos, entonces, eran los indios. «Lanzó un proceso de destrucción sistemática. Fue un proceso no de destrucción física -porque aunque suene fuerte los dirigentes son remplazables-, sino de destrucción política», asegura Dávalos.
No le fue mal al ex coronel. Según Nina Pacari, la estrategia tuvo un éxito relativo en la sierra, pero en la Amazonia «logró romper casi totalmente al movimiento indígena».
Antonio Vargas, el ex dirigente máximo de la Conaie se mantuvo con Gutiérrez hasta el final y fue clave en esa estrategia. Expulsado ya de la confederación, compró dirigentes y usó recursos públicos para abrir boquetes al movimiento indígena. De su Ministerio de Bienestar Social salieron los recursos para organizar acarreos de indígenas pobres desde las provincias, con el fin de enfrentar a los rebeldes de Quito. Y desde una de las ventanas de ese ministerio dispararon contra los forajidos.
Ya entonces el movimiento «autoconvocado» había rebasado a la Asamblea de Quito -un esfuerzo multicolor del centro a la izquierda.
En la marcha del 16 de abril, el alcalde, Paco Moncayo, quiso despachar a la gente a sus casas cuando muchos ni siquiera habían llegado al punto del mitin.
Mientras Pachakutik participaba en la Asamblea, la Conaie veía pasar de largo el movimiento. «Fue una pena», dice Nina Pacari.
Los indios y los forajidos
¿A qué le sonaba el grito de «que se vayan todos»? «No tuve ni voy a tener miedo. Soy una mujer política y quiero reivindicar la política», ataja Nina Pacari. Para ella, son las fuerzas políticas tradicionales de Ecuador las que pretenden desprestigiar a todos los políticos. «Claro, para poner empresarios».
Nina Pacari, estima que el movimiento que tumbó a Gutiérrez «fue digno, creativo, hermoso», y le da la bienvenida a «los nuevos rostros» que de ahí puedan surgir.
En todo caso, la dirigente halla una conexión entre el movimiento clasemediero y las movilizaciones indígenas de los años anteriores: «El movimiento indígena despertó en los ecuatorianos la conciencia de que si un gobernante no cumple se tiene que ir».
Sin embargo, cree que por su carácter espontáneo, el movimiento de los forajidos «ya no tiene perspectiva».
Los forajidos que quieren echar a todos los políticos volverán a votar por ellos. Por algo, dice Nina Pacari, el partido indio Pachakutk tiene su mayor votación en las zonas urbanas de clase media.
En esas zonas estuvo la principal base de una rebelión que ocurrió a su modo y en su tiempo. Porque en 2003, las dos grandes movilizaciones convocadas por la Conaie, no hallaron eco en Quito. «Resultaron fallidas. La gente estaba como anestesiada, no quería saber de política ni de políticos».
Mojarse el poncho
Los indios de Ecuador saben que les cuelgan los excesos del ex coronel Gutiérrez. «¿Sólo nosotros votamos por él?», pregunta Nina Pacari.
Las críticas les vienen, dice, lo mismo de la derecha que de la «izquierda radicalosa» que argumenta que el movimiento indio jamás debió aspirar a cargos en el gobierno ni entrar en la política partidista. «Para ellos, los indios nada más deberíamos estar sobándonos el lomo en la sierra».
A pesar de los costos, sigue, los indígenas adquirieron «una experiencia enorme» de gobierno, «no de poder». Acostumbrados a formas del ejercicio del poder «más horizontales», en el gobierno los indios aprendieron no sólo de gestión pública, sino también que «se requieren cambios profundos en la estructura del poder, en las formas de ejercerlo, no sólo de personas».
Nina Pacari confía en que el movimiento indígena sabrá «sostener una mínima cohesión», rehacerse, «retomar las riendas porque siempre ha sido muy creativo».
Será posible porque «se ha eliminado el cerco», según Dávalos.
Para empezar, los diputados de Pachakutk apoyarán este martes la expulsión de los legisladores que cambiaron de camiseta. A Pachakutik, el ex presidente Gutiérrez le arrebató cinco de 11. «Se fueron los que supuestamente eran más izquierdosos», dice Nina Pacari.
Así seguirá la sanación de las heridas que dejó el ex coronel. «Dicen que el movimiento indígena está muy débil. ¿Comparado con qué? Pues consigo mismo, y eso implica que tiene otras fortalezas».
En los 70, la abogada indígena se quitó su nombre «español» y adoptó el que lleva ahora. Se llamaba María Estela Vega Conejo. Conserva los apellidos en sus documentos oficiales, pero todos la conocen por su nombre quechua.
Nina Pacari («Luz del amanecer»), sólo sube la voz una vez. Cuando se le pregunta si el movimiento indígena debe olvidarse del Parlamento y los ministerios: «¡No! Somos parte del país. Y, además, ¿quién cruza el río y no se moja el poncho?»