No creo en la otra vida, pero si algún día me desdigo y termino aceptando la certeza de una eternidad para la que hoy no me basta la fe, será porque piense que vidas tan generosamente entregadas a las mejores causas de los seres humanos, como la del padre jesuita y dominicano Regino Martínez, detenido […]
No creo en la otra vida, pero si algún día me desdigo y termino aceptando la certeza de una eternidad para la que hoy no me basta la fe, será porque piense que vidas tan generosamente entregadas a las mejores causas de los seres humanos, como la del padre jesuita y dominicano Regino Martínez, detenido ayer en Estados Unidos, no tendrían sentido sin esa prolongación de la existencia donde se vean cumplidos los mejores sueños y anhelos de todos, porque algo así debe ser la otra vida.
No creo en la Iglesia, pero si algún día me arrepiento de tanta agnóstica ignorancia y acabo agradeciendo esa divina referencia en la que todos los seres humanos seamos por fin iguales, será porque termine apreciando, finalmente, que ejemplos como el que brinda el padre Regino Martínez, preso en Miami por «razones de Estado», supieron transformar el más empobrecido y miserable infierno de este mundo en la más hermosa y humana fiesta de la solidaridad, porque algo así debe ser la Iglesia.
No creo en Dios, pero si algún día reconduzco la incredulidad que hoy manifiesto y termino convirtiéndome en otra oveja más de su rebaño, será porque me confirmen su existencia conductas tan honestas y desprendidas como las del padre Regino, el padre Rogelio, Patxi Larrainzar, Jesús Lezaun, Arantxa Aguirre, Aparecida de Sousa, Ellacuría, Casaldáliga, Arnulfo Romero, García Laviana, María Marciano, Ernesto Cardenal y tantas y tantos sanadores de almas que han predicado el amor allá donde más se hace preciso su arraigo y la justicia donde más urge su gobierno, porque algo así debe ser Dios.
Antier, casi al mismo tiempo que en Miami se homenajeaba al terrorista Orlando Bosch, responsable junto a Posada Carriles de haber hecho estallar un avión cubano en 1976 asesinando a 73 personas, era detenido en el aeropuerto de esa ciudad el padre Regino Martínez quien, con su documentación en regla y su correspondiente visado, se disponía a viajar a Nueva York donde participaría en una conferencia de su orden religiosa.
Para quien no lo conozca, el padre Regino Martínez tiene una larga vida, parte de la cual ha pasado en Dajabón, en la frontera haitiano-dominicana, dedicada a defender los derechos humanos, la verdad y la justicia. Y es, también, uno de esos dominicanos cuya existencia nos ayuda a los demás a preservar la fe en el futuro del país. Un ser humano íntegro y honesto, excepcional.
Desde aquí mi abrazo, el de Urrategi, mi esposa, y el de todos los seres humanos a los que su ejemplo nos ayuda a vivir.
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