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La continua y silenciosa muerte de la democracia

Fuentes: ZNet Commentary

La gente se pregunta: ¿puede estar pasando esto en Gran Bretaña? No es posible. No se pueden llevar por delante una constitución democrática con siglos de antigüedad. Los derechos humanos básicos no pueden ser convertidos en una abstracción. Aquéllos que alguna vez se confortaron a sí mismos con la idea de que un gobierno laborista […]

La gente se pregunta: ¿puede estar pasando esto en Gran Bretaña? No es posible. No se pueden llevar por delante una constitución democrática con siglos de antigüedad. Los derechos humanos básicos no pueden ser convertidos en una abstracción. Aquéllos que alguna vez se confortaron a sí mismos con la idea de que un gobierno laborista nunca cometería un crimen de tal magnitud en Irak pueden, ahora, abandonar una última ilusión: que su libertad es inviolable. Si ellos supieran.
La agonía de la libertad en Gran Bretaña no es una primicia. Las piruetas ambiciosas del primer ministro y su gemelo político, el tesorero, son noticia, aunque de mínimo interés público. Mirando hacia atrás, a los años del decenio de 1930, cuando las democracias sociales eran distraídas mientras poderosas camarillas imponían sus maneras totalitarias bajo el sigilo y el silencio, el aviso es claro. El proyecto de ley de reforma legislativa y reguladora ya pasó su segunda lectura parlamentaria sin mayor interés de parte de los parlamentarios laboristas y periodistas de las Cortes y, aún así, es completamente totalitario en su alcance.
Presentado por el gobierno como una simple medida modernizadora de desregulación o de «quitarse de encima a la burocracia», la única burocracia de la que, de hecho, se desprende es la del escrutinio parlamentario de la legislación gubernamental, incluyendo a este eminente proyecto. Esto significará que el gobierno pueda cambiar en secreto la ley parlamentaria y que la constitución y las leyes puedan ser derribadas por decreto de Downing Street. Blair ha demostrado su gusto por el poder absoluto en su abuso de la prerrogativa real, que ha usado para pasar por encima del parlamento en la decisión de ir a la guerra y para despachar las decisiones de la Alta Corte, tales como la que declaraba ilegal la expulsión de toda la población de las islas Chagos, ahora lugar de asentamiento de una base militar estadounidense. El nuevo proyecto marca el fin de la verdadera democracia parlamentaria; en sus efectos, es tan significativa como que el congreso estadounidense abandonara, el año pasado, la declaración de derechos (bill of rights).
Aquellos que no oigan estos pasos en el camino de la dictadura deberían prestar atención a los planes gubernamentales para los carnés de identidad, descritos expresamente como «voluntarios». Serán obligatorios y peor aún. Un carné de identidad será diferente de una licencia de conducir o de un pasaporte. Estará conectado a una base de datos llamada NIR (National Identity Register: Registro Nacional de Identidad), donde serán almacenados tus datos personales. Esto incluirá tus huellas dactilares, una imagen computarizada de tu iris, tu estado legal de residencia y otros detalles sin límite sobre tu vida. Si fallas a una citación para ser fotografiado o invitado a imprimir tus huellas, puedes ser multado hasta con 2.500 libras.
Cada lugar de venta de alcohol o cigarrillos, cada oficina postal, cada farmacia y cada banco tendrá una terminal NIR donde puedes ser requerido a «probar quién eres». Cada vez que hagas una pasada por allí, se creará un registro en el NIR. Esto significa que el gobierno sabrá cada vez que tú retires más de 99 libras de tu cuenta del banco. Los restaurantes y «off-licences» (tiendas de licores) pedirán que el carné sea cotejado de manera que ellos queden libres de acusaciones. Las empresas privadas tendrán total acceso al NIR. Si solicitas un trabajo, tu carné será chequeado. Si lo que quieres es una «Oyster card» (tarjeta electrónica) para el Metro de Londres, o una tarjeta de cliente de un supermercado, o una línea telefónica, o un teléfono móvil, o una cuenta de internet, tu carné tendrá que ser chequeado. En otras palabras, habrá un registro de todos tus movimientos, del detalle de tus llamadas telefónicas y hábitos de consumo y hasta de la clase de medicación que tomas. Estas bases de datos, que pueden ser almacenadas en un dispositivo del tamaño de una mano, serán vendidas a terceras partes sin tu conocimiento. El carné de identidad no será de tu propiedad y el Ministerio del Interior tendrá la potestad de revocarlo o suspenderlo en cualquier momento sin dar explicaciones. Lo que puede impedirte retirar dinero de un banco. Los carnés de identidad no disuadirán ni detendrán a los terroristas, como el Ministro del Interior Charles Clarke ha acabado por admitir: todos los que pusieron las bombas en Madrid llevaban carné. El 26 de marzo, el gobierno silenció la última oposición parlamentaria a los carnés cuando ordenó que la Cámara de los Lores no pudiera en adelante bloquear la legislación contenida en el manifiesto electoral de un partido en el gobierno. La camarilla de Blair no debate. Como ocurre con el fanático de Downing Street, su «sincera convicción» en su propia veracidad es del todo suficiente. Cuando la Escuela de Economía de Londres publicó un largo estudio que efectivamente demolió los argumentos gubernamentales a favor de los carnés, Charles Clarke lo denostó promoviendo una «campaña de amedrentamiento en los medios». Es éste el mismo ministro que asistió a cada reunión de gabinete en que Blair mintió sobre la transparencia de su decisión de invadir Irak.
Este gobierno fue reelegido con el respaldo de casi un quinto de aquéllos con derecho a voto, el segundo más bajo desde que ese derecho fue otorgado. No importa la respetabilidad que sus famosos trajes le traten de procurar en los estudios de televisión, Blair está probadamente desacreditado como un mentiroso y un criminal de guerra. Al igual que el proyecto de ley secuestrador de la constitución que está ahora en su fase final y que la criminalización de la protesta pacifista, los carnés de identidad están diseñados para controlar las vidas de los ciudadanos corrientes (así como para enriquecer a las compañías favorecidas por el nuevo laborismo que montarán los sistemas informáticos). Un grupo determinado, pequeño y profundamente antidemocrático está asesinando la libertad en Gran Bretaña tal como, literalmente, asesinó en Irak. Ésta es la primicia. «El caleidoscopio ha sido sacudido,» dijo Blair en el congreso del Partido Laborista de 2001. «Las piezas están mezcladas. Pronto se pondrán en orden nuevamente. Antes de que lo hagan, reordenemos el mundo que nos rodea.»
Traducido por Mirta López y revisado por Miguel Montes Bajo
El nuevo libro de John Pilger, Freedom Next Time, será publicado en junio por Bantam Press