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La continuidad de la Revolución sí y solo sí en el socialismo

Fuentes: Rebelión

La continuidad de la Revolución Social que se avanza con el triunfo de la insurrección popular armada en 1959 y guiada desde entonces por Fidel, solo podía darse con el desencadenamiento de la Revolución Socialista, la que ya el líder anuncia en momento tan glorioso como el entierro de las víctimas del ataque imperialista en 1961 en el preludio de la invasión por Playa Girón de la burguesía defenestrada y mercenaria.

Esa Revolución Social sin precedente en el hemisferio occidental hoy, como descreída de sí misma, da un giro sobre su eje revolucionario y acoge la idea liberal-burguesa del no-hay-alternativa a los imperativos capitalistas.[1] Será Fidel quien martille el cansancio y los intereses de los que en el seno de la Revolución y desde afuera coinciden en ese derrotero. A ellos les dice: “No es en las ideas socialistas donde puedan estar las dificultades, es en los errores que cometemos los hombres en cualquier tarea humana, en cualquier tarea social, en cualquier tarea revolucionaria [subrayado de este autor].[2]

El reformismo, que en nombre de “cambiar todo lo que haya de ser cambiado” asume la fuerza política rectora de los destinos del país y la nación no tiene contraparte crítica revolucionaria. Avanza por movimiento inercial desvalorizando todo pensamiento crítico marxiano a su paso: todo pensamiento científico sobre las ideas socialistas. El pueblo asume el posicionamiento en defensa de la Revolución como un acto de patriotismo y soberanía, pero sin que el debate por el socialismo, el alimento del patriotismo y la garantía de soberanía, se abra y permita que el ejercicio de la democracia participativa y protagónica le enderece el camino y ponga la Revolución Social emprendida por Fidel en la continuidad de la Revolución Socialista. A los que en Cuba asumiéndose revolucionarios afirman en cuanta tribuna le queda al alcance que el socialismo es una realidad, Fidel les pondrá los pies en la tierra al reconocer el error de “habernos creído cómo se hacía el socialismo”. Empero es el mismo Fidel a contracorriente del espíritu reformista contrarrevolucionario, quien orienta la brújula de la marcha: “No renunciaremos nunca a los principios que adquirimos en la lucha por traer toda la justicia a nuestra patria poniéndole fin a la explotación del hombre por el hombre [subrayados de este autor].[3]

Al Partido y al pueblo le dice que esos principios se alcanzan solo con: “un sistema socialista de producción y distribución de las riquezas, capaz de crear una sociedad verdaderamente justa y humana” [subrayado de este autor]. La relación dialéctica materialista entre sistema de producción socialista y sociedad justa y humana no dejaba resquicio para el ilusionismo reformista. La guía para la acción transformadora es expuesta por la acotación que a la idea hace el Líder: la inspiración está “en la historia de la humanidad y en los más preclaros teóricos y promotores del sistema socialista de producción, Marx, Engels y más tarde Lenin“ [subrayados de este autor].[4]

Sin embargo, la Revolución, hoy somos testigos, resistida a la filosofía política asumida como guía ideo-práctica por la propia fuerza rectora del proceso revolucionario y el orden político establecido por la Constitución (2019), quiebra el fundamento materialista de la transformación socialista: la organización del modo de producción material y reproducción social sobre la base de la propiedad común. Quiebra con ello la razón de ser del Proyecto Socialista como encarnación de la sociedad sin clases y la plena emancipación del trabajo en la prosperidad material y social alcanzable.

El quiebre sobreviene ante el problema en que para la dirección política del Proyecto Socialista deviene el enfrentamiento de dos factores que conjugan sus efectos negativos sobre la economía y la sociedad. Son ellos:

  • la disfuncionalidad de un modelo socioeconómico que se ha sostenido a ultranza en la esencia neocapitalista del modo de producción bajo la regimentación estado-centrista del movimiento de la economía y la participación social; y
  • la oportunista guerra económico-comercial-financiera de los EE.UU., que le induce al país el síndrome de la dependencia a una economía corrompida como es la estadounidense.

Apartada la idea-fuerza socialista en Fidel, la inspiración para cambiar todo lo que sea necesario cambiar viene claramente, como dan cuenta las declaraciones de la máxima dirigencia política del país, de las transformaciones que los partidos comunistas en China y Vietnam develan como el camino a seguir en la construcción socialista. Sus dirigentes han sido tácitos en la negación de la idea marxiana sobre el socialismo científico: «no importa de qué color sea el gato, lo importante es que cace ratones» – exhortará con fuerza telúrica el padre de la transformación china Den Xiaoping. A ello acotará el Primer Secretario del Partido Comunista de Vietnam: «la explotación del hombre por el hombre es ineludible en la construcción del socialismo». “Desde Cuba, sus inspirados seguidores” felicitan la gran marcha del PCCh por los caminos del desarrollismo capitalista.[5] La propiedad privada de los medios y la consecuente acumulación privada de capital están llamadas a ser un pilar decisivo para el desarrollo del sistema socioeconómico también en Cuba. Y no importa que no exista nada en la realidad capitalista articulada sobre el sistema de propiedad privada del capital que pueda dar la razón a tal proyección.

A la imaginación de la corriente reformista en el país no le basta América Latina, referente geoeconómico y político de Cuba, donde la propiedad privada sobre el capital y los medios de trabajo rige las relaciones sociales del modo de producción de esa América Nuestra (hay otra que no es nuestra), sumida en sus modelos de subdesarrollo y dependencia a la penetración del capital transnacional, esencialmente norteamericano, premonición de la misma penetración a la que se aboca Cuba en su lucha por la eliminación del bloqueo comercial y financiero al que la somete la economía imperialista, convencida que la fruta madurará al calor del reformismo en marcha.[6] No basta que en esa realidad de las economías latinoamericanas sus sociedades sean las más desiguales del mundo, exhibiendo un mercado boyante en bienes de consumo y uso que llena shopping centers, comercios de todo tipo e incontables ventorrillos, esa vidriera que frustra a los cubanos en su crónica carencia material y que se corporiza en el lenguaje y la narrativa reformista de los decisores en el país, exponiéndo de esa manera como ninguna otra experiencia el adagio de Marx sobre el bruto socioliberalismo y el plumaje engañoso del pensamiento socialdemócrata: “Una vez que está dilucidada la verdadera relación de las cosas, ¿por qué volver atrás?”.[7] No es la economía, son las relaciones sociales del modo de producción material y reproducción social.

A la fuerza política rectora de la construcción socialista en Cuba Marx le expone, como al partido obrero alemán 150 atrás:

El socialismo vulgar – y por intermedio suyo una parte de la socialdemocracia- ha aprendido de los economistas burgueses a considerar y a tratar la distribución como algo independiente del modo de producción, y por tanto, a exponer el socialismo como una doctrina que gira principalmente en torno a la distribución”[subrayado de este autor].[8]

El reformismo en marcha en Cuba asume, en el espíritu socialdemócrata más decantado, que al socialismo le es insignificante el carácter de las relaciones sociales que rigen y mueven el modo de producción. El socialismo será tan vulgar como lo es el pensamiento político que trasmuta la idea marxiana en el idealismo contrarrevolucionario de alcanzar toda la justicia social y la suficiencia material sin que nos importe lo esencial: ponerle fin a la explotación del hombre por el hombre.

¿Justicia social con un pueblo atado por relaciones sociales de producción regidas por el dominio y la lógica de reproducción del capital determinada por el trabajo asalariado? El exhaustivo Informe de la Desigualdad en el Mundo (World Inequality Report 2022) quema los ojos al develar que: “el 10% más rico de la población mundial posee el 76% de la riqueza. El 50% más pobre, por su parte, tan solo posee el 2%”. Si se toma en cuenta que la desigualdad en Cuba se instala como un proceso progresivo de diferenciación social a partir de la crisis del llamado “periodo especial en tiempos de paz”, y que se acentúa estructuralmente con la política de hechos consumados en la legalización de las patologías del sistema de propiedad que la dirección política y de gobierno ha venido tolerando en los últimos años, se le encuentra respuesta a que el coeficiente GINI haya saltado de ca. 24% en los años 1970/80 a ca. 45/50% en la actualidad. Nada puede aseverar que el reformismo, cuyo summum tecnocrático-liberal lo da la proyección del programa «Reordenamiento Económico» (ver la crítica constructiva de este autor)[9], concebido y sancionado por la dirección política y de gobierno, revertirá la tendencia de la desigualdad y logrará el equilibro socio-económico que se necesita para el desarrollo sostenible del país y la prosperidad de los cubanos.

Si en un momento la idea de justicia social parece divorciarse del fundamento materialista que la condiciona, cuando el Líder de la Revolución expresa que la única solución está en la distribución justa de la riqueza que el sistema económico pueda producir,[10] la máxima marxiana sobre la explotación del hombre por el hombre pautada por el propio Fidel sienta el principio revolucionario rector de la transformación socialista. El reformismo liberal que se cuece a fuego lento y se impone definitivamente bajo la nueva dirección política viene a decir lo contrario. Anclando su lógica en el economicismo evade sin resistencia la cosa: el «reordenamiento socialista»[11].

En la fundamentación política que se esgrime desde la Dirección de la Economía (MEP) se le dice al pueblo que las reformas económicas y sociales son una necesidad ineludible que llevará a la liberación y el desarrollo de las fuerzas productivas. La emancipación del trabajo no lo podría lograr. El pueblo cubano, los trabajadores han nacido para asalariados del capital.

La legitimación del rumbo reformista del sistema de propiedad viene de la máxima dirección política, de Estado y de Gobierno, desde donde se sancionan con el apoyo en los medios de comunicación las relaciones sociales capitalistas que van a articular el modo de producción. “Les deseo muchos éxitos. Entre todos construiremos el mejor país que nos merecemos”[12] – exhorta el Presidente de la República a la luz de ese “volver atrás”. Cubanos, habemus propiedad privada capitalista: las micro, pequeñas y medianas empresas privadas, importadas de la realidad de las economías capitalistas bajo el acrónimo «mipymes». Para calzar la convicción de lo que ha considerado como «continuidad» al asumir su mandato al frente del país, el Jefe de Estado expone una sentencia que se proyecta de facto desarmadora[13] de todo pensamiento socialista alternativo: “No renunciamos ni renunciaremos a nuestras aspiraciones cualesquiera que sean las aperturas y las reformas que haya que hacer, porque lo importante ante todo es en nombre de quién se gobierna, lo importante es que el pueblo tenga el poder” [subrayados de este autor]. Eso es lo que expresa Fidel en 1995, saliendo de la devastadora crisis a que lleva el colapso de la URSS y los países del ex bloque socialista este-europeo. Descontextualizando y exponiéndose categóricamente ese pensamiento de Fidel, ya no habrá voz revolucionaria crítica que pueda ser escuchada. La suerte del socialismo en Cuba está echada, según el pensamiento político rector.

Sin embargo, el pueblo que aparentemente a casi todo dice que sí, no las tiene ya todas consigo. «Hay ante todo cosas significativas en esa cita del Presidente: «cualesquiera que sean…que haya que hacer» y «lo importante es que el pueblo tenga el poder«» – advierte una voz de pueblo para nada única[14]. Y acota: «“La primera, la pueden traer por los pelos para justificar lo que está sucediendo con ese posible camino al capitalismo. La segunda, no es la realidad que se vive hoy en la Isla. El pueblo no tiene el poder!!!”». La contradicción que percibe el sentido común en el pueblo es clara.

En consecuencia, no se le recordará al pueblo con la misma fruición que entrando Cuba en esa crisis devastadora 1990/1995, ante las corrientes internas entregacionistas que levantan cabeza ansiosas en busca de «las armas melladas del capitalismo», Fidel dirá al Partido y al pueblo: “Todavía hay idiotas por ahí que creen que van a resolver el problema con el capitalismo” [subrayado de este autor][15]. Ese pronunciamiento alude al pensamiento contrarrevolucionario de izquierda y derecha en el país, y salva por un momento histórico del pasto de las llamas del reformismo liberal el proyecto socialista. A las cabezas de la izquierda foránea encarnadas en el Jefe del llamado Partido Socialista Obrero Español (PSOE), Felipe González, que aconseja a Fidel el reformismo liberal, les confiesa que «eso tendrán que hacerlo otros», no un marxiano convencido como él, desdibujando así al ya Jefe de Estado que ha obligado a su partido a eliminar de su acta fundacional la adhesión al marxismo. Toda la esperanza y la euforia del Norte revuelto y brutal por el supuesto inevitable momento del cambio esperado caen hechas añicos.

Ha llegado, no obstante, el momento del cambio histórico. “La transformación del sistema de propiedad que asume hoy la Dirección de la Revolución es de trascendente calado social y político. El sistema socioeconómico está ante un proceso de privatización en toda regla de la propiedad: creación de un vasto sector de empresas privadas y re-apropiación por la burocracia político-administrativa de empresas estatales “descentralizadas” bajo la misma relación asalariada del trabajo que las privadas (“pymes estatales”), amen del ya consolidado y creciente sector de grandes empresas estatales bajo gerencias de estirpe capitalista[16]. La decisión sobre la alienación social de la propiedad marca un antes y un después para el proyecto socialista”.

Se resuelve de esa forma la pugna y la puja interna entre las corrientes de pensamiento crítico revolucionario e identificación socialista que vienen abogando por la transformación democrática de la propiedad, las relaciones sociales del modo de producción y el sistema socioeconómico concomitante y aquellas que dentro del país, junto a las que desde los EE.UU. presionan, ven en la propiedad privada la salvación de la economía, asumiendo de facto la falacia ideológica de la desigualdad clasista como condición sine qua non del progreso de todo el pueblo.

No se han escatimado recursos políticos para imponer el derrotero liberal que asfixia el desencadenamiento de la revolución socialista. La propiedad privada capitalista se introduce en la situación de un pueblo, al que ya no compensa del todo el bienestar social alcanzado con su esfuerzo y entrega revolucionaria en salud, educación y cultura, dada la precariedad material crónica de la vida y la cuesta arriba por la realización plena, como soberano, en la participación democrática del poder.

Dos circunstancias bajo las que se impone la enajenación del principio socialista de propiedad social/común sobre el capital y los medios de producción, hablan de la contaminación política que erosiona el proyecto socialista: 1) la violación de la letra de la Constitución de 2019, y 2) la concesión ante la ley imperialista Helm-Burton que con ello se hace.

La propiedad privada sobre el capital y los medios de producción a través de empresas capitalistas en manos de dueños exclusivos y excluyentes per se, introducida bajo el sofisma socioliberal PYMEs, hace de la explotación económica del trabajo ajeno su razón de ser. La explotación del hombre por el hombre tiene en la propiedad privada capitalista su expresión materialista y cultural. El tinglado del pensamiento reformista apoderado se construye con un ejercicio político de naturaleza liberal burguesa. El Estado asume que el trabajo asalariado con que ha venido sosteniendo las relaciones sociales del modo de producción mantendría igual posición con respecto al capital al ser este propiedad privada. Es solo un cambio de forma, se le induce al imaginario popular, con la ventaja que el trabajo, implícitamente, sería así más productivo que bajo el capital estatal. De lo contrario, qué sentido tendría introducir la propiedad privada. El soporte ideológico apunta a la superioridad de la propiedad privada del capital y los medios de producción, que se asume como cosa demostrada aguas capitalistas afuera de la Isla. La propaganda que ha de acabar con lo que se suponía había sido un cambio social de proyección socialista se hace omnipresente en los medios de la Revolución, exponiéndole al pueblo que esas son nuestras «necesarias y queridas PYMEs». El nuevo emprendedor capitalista cubano amará el trabajo, no por la plusvalía que estará extorsionándole al trabajador, sino por amor a la Revolución, así suena la narrativa pseudorevolucionaria. La arenga es total: no hay que tenerle miedo a la casta burguesa propietaria que le crecerá cual Caballo de Troya al Proyecto Socialista. Lo que importa es que haya pan y peces, el modo de multiplicarlos es cosa del dios capital, no del capital según Marx.

Lo que la fuerza política rectora del país y el destino de la nación le dice al pueblo es que la Constitución de la República aprobada por el pueblo en referendo nacional ha caído en un error al establecer en su preámbulo que: «Cuba no volverá jamás al capitalismo como régimen sustentado en la explotación del hombre por el hombre, y que solo en el socialismo y en el comunismo el ser humano alcanza su dignidad plena» [subrayados de este autor]. El convencimiento de Fidel sobre el principio que iba a distinguir la Revolución Socialista ya no es útil ante la determinación política que compulsa la reforma del modelo socioeconómico. La era va a parir otro corazón y no hay nada que lo impida. La violación del precepto constitucional va a quedar impune. El pueblo, que prácticamente en masa abogó por un Tribunal Constitucional como elemento medular del Estado de Derecho en las discusiones del proyecto de Constitución de 2019, no fue complacido ni por la Comisión Redactora de la Carta Magna ni por la ANPP. El socialismo no tiene quien le escriba.

Si el bloqueo de los EE.UU. contra Cuba, tal como es asumido por la dirección política y de Estado, es el principal obstáculo al desarrollo económico del país, la introducción de la propiedad privada expone de facto que Cuba cuenta con que la oligarquía imperialista que la bloquea económica, comercial y financieramente con impiedad tenga en cuenta ese gesto y haga valer el Inciso 1 de la Sección 112 de la ilegal “ley del embargo” Helm-Burton sobre el RESTABLECIMIENTO DE LAS REMESAS A FAMILIARES Y LOS VIAJES A CUBA, el cual reza:

Es el sentir del Congreso que el Presidente: 1 A) Antes de considerar la reinstitución de licencias generales para las remesas de dinero a familiares a Cuba, insista en que, con anterioridad a dicha reinstitución, el Gobierno cubano permita el libre funcionamiento de pequeñas empresas con pleno derecho de contratar y pagar salarios a otras personas, así como de comprar los materiales que puedan necesitar para su funcionamiento y que estén, además, investidas de las facultades y libertades que sean necesarias para promover el funcionamiento de la pequeña empresa en toda Cuba… [subrayados de este auto].

El Pdte. Barack Obama había relajado esa restricción de la ley imperialista contra Cuba con base en la apertura del negocio privado por cuenta propia (TPC). Ello estaba en la trayectoria de la contaminación capitalista como vía de lograr lo que la política del garrote no había podido. Hoy el mensaje es explícito: Cuba apuesta no solo por las pequeñas empresas privadas capitalistas, sino también por las medianas y las grandes neo-capitalistas estatales. Las puertas se abren en la Isla a la acumulación privada de capital. Las pymes capitalistas cubanas estarán soportadas, como lo han estado desde su embrionamiento informal con el negocio por cuenta propia, en las inversiones de capital proveniente fundamentalmente de los cubanos residentes en los EE.UU. Ese capital había venido entrando a la economía del país en forma de remesas en cuantía entre 3 mil y 5 mil millones de dólares al año. Una cantidad que podría ser superior si el Banco Nacional de Cuba decide el apoyo crediticio a la empresa capitalista privada con el dinero de todo el pueblo.

La propiedad estatal, por su parte, sufrirá la metamorfosis gatopardista que le permitirá mantener la relación del trabajo asalariado como alfa y omega del modo de producción que mediatiza la democracia en tanto manifestación emancipatoria de la sociedad. El socialismo vulgar alimentado desde 1959, donde el modo de multiplicar los panes y los peces es cosa del dios-capital, se acomodará a imagen y semejanza del capitalismo socialdemócrata, si es que no perece ante el empuje del reformismo socioliberal.

En la historia de la humanidad ha sido recurrente la negación de la idea socialista sobre la emancipación del trabajo y el empoderamiento económico del pueblo hecha por las corrientes de pensamiento identificadas con el orden político regido por la propiedad privada del capital. Federico Engels, en carta a Otto Von Boenigk con fecha 21 de agosto de 1890, remarca:

La llamada «sociedad socialista», según creo yo, no es una cosa hecha de una vez y para siempre, sino que cabe considerarla, como todos los demás regímenes históricos, una sociedad en constante cambio y transformación. Su diferencia crítica respecto del régimen actual consiste, naturalmente, en la organización de la producción sobre la base de la propiedad común, inicialmente por una sola nación, de todos los medios de producción [subrayados de este autor][17].

Es así que la propiedad común que encarnaría un sistema de producción socialista jalonado por el principio del cooperativismo no es asumida por el Partido Comunista como eje del modelo socioeconómico. No está en el pensamiento que determina el azimut del reformismo en marcha. Ahora se torna peregrina aquella idea marxiana del Che, que el socialismo se distinguiría cuando en el sistema socioeconómico los trabajadores y por extensión el pueblo, tuvieran el poder de definir sobre la acumulación y el consumo: la dialéctica materialista de la acumulación y el consumo como expresión de democracia socialista.

El trabajo “Ser o no Ser del Socialismo en Cuba”[1] pone en evidencia que la «Alternativa Socialista» al reformismo asumido por la dirección de la Revolución en la transformación del modelo socioeconómico posee una visión y una proyección objetiva. La propiedad común sobre los medios de producción y el capital constituye el basamento materialista que resignifica la democracia como el camino hacia el socialismo.

Propiedad común y movimiento socioeconómico autónomo con base en la emancipación del trabajo que así se logra, constituyen la piedra angular del empoderamiento del pueblo y la libertad en una sociedad de iguales como solo puede ser la socialista. He ahí la fuerza de la idea marxiana sobre la democracia como el camino en la construcción del socialismo. Hace falta una carga para darle continuidad a la Revolución de Fidel en el desencadenamiento de la revolución socialista.

Sistema de Propiedad y Relaciones Sociales del Modo de Producción
Cuba. La Alternativa Socialista“

Trabajos de referencia:

[1] RCA, “Ser o no Ser del Socialismo en Cuba”, https://bit.ly/3gwMFyi

[2] RCA, ·”Cuba. La Alternativa Socialista”, https://bit.ly/3aUCM9o

[3] RCA, “Cooperativismo”, https://bit.ly/3FIOwcY

Notas:

[1] Ver: “Cuba. La Alternativa Socialista”, en: https://bit.ly/3aUCM9o

[2] Asamblea Provincial del Partido de La Habana, 3/2/1991.

[3] Tribuna Abierta de la Revolución, efectuada en el municipio Playa, 31.03.2001.

[4] Ibídem

[5] “Nos asiste la más profunda convicción de que en 2049, el mundo contemplará, aún más admirado, al 1er país socialista moderno que llega, bajo la conducción de su vanguardia política, al centenario de su fundación. Desde Cuba, sus inspirados seguidores los felicitamos” – Miguel Díaz-Canel Bermúdez (@DiazCanelB).

[6] RCA, «Una vez que comienza el comercio es difícil ocultar los sorprendentes productos del capitalismo… el comercio crea los hábitos de la libertad… desencadenemos un tsunami comercial que arrastre a los Castro de una vez por todas al mar» – es lo que se expone desde el pensamiento político que aboga en los EEUU por la suspensión del bloqueo, para así destacar toda la filosofía política imperialista: “Una vez que los pueblos esclavizados ven los productos del capitalismo, ellos mismos tendrán hambre de libertad”(R.Paul). Ver: Extensión I, Superación Dialéctica de la Dependencia Económica, en: “Ser o no Ser del Socialismo en Cuba”; https://bit.ly/3gwMFyi

[7] K. Marx en: “Crítica al Programa de Ghota”

[8] Ibídem.

[9] RCA, Extensión II – Dialéctica Socioeconómica de la Unificación Monetaria y el Régimen Cambiario, en: “Ser o no Ser del Socialismo en Cuba”; https://bit.ly/3qX2qSz

[10] Discurso pronunciado en la Universidad de la Habana en 2005.

[11] Ver: Capítulo – Ordenamiento Socialista, en: “Ser o no Ser del Socialismo en Cuba”, https://bit.ly/3gwMFyi

[12] Granma, https://www.granma.cu/cuba/2021-10-14/diaz-canel-reitera-apoyo-a-las-mipymes y twitter: https://twitter.com/DiazCanelB/status/1448594652391673863?s=20

[13] https://twitter.com/DiazCanelB/status/1448594375622152196?s=20

[14] Identidad conocida y reservada a este autor.

[15] En el XXXIV aniversario del Asalto al Palacio Presidencial y a Radio Reloj, 13/3/1991.

[16] Nelson P. Valdés, “Los que miran y no ven: Cuba y el «capitalismo de Estado» – Es obvio que en Cuba existe un capitalismo [casi por completo monopolista] de estado…; http://www.cubadebate.cu/opinion/2016/11/20/los-que-miran-y-no-ven-cuba-y-el-capitalismo-de-estado/

[17] https://www.marxists.org/

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