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La Corporación del Sahel: soberanía, integración y un modelo para América del Sur

Fuentes: El tábano economista

Sahel el espejo incómodo para Latinoamérica (El Tábano Economista)

En los últimos años, la región del Sahel ha protagonizado una de las transformaciones geopolíticas más audaces del siglo XXI. Bajo el liderazgo de las juntas militares de Malí, Burkina Faso y Níger, lo que comenzó como una alianza defensiva —la Alianza de los Estados del Sahel (AES)— evolucionó hacia un proyecto integral de soberanía económica, independencia financiera y reconfiguración estratégica. La creación de la Corporación del Sahel, como brazo ejecutor de esta visión, no solo marca un punto de inflexión para estos tres países, sino que ofrece un modelo inspirador para regiones como América del Sur, atrapadas en la dependencia del dólar y la explotación asimétrica de sus recursos naturales.

Exploraremos los tres pilares fundamentales que sostienen la revolución saheliana:

1. El desarrollo económico con identidad regional, que prioriza la autosuficiencia y la integración.

2. La soberanía financiera, con la ruptura del franco CFA y la creación de una moneda propia respaldada por recursos estratégicos.

3. El reacomodo geopolítico, donde nuevos socios como Rusia, China e Irán reemplazan a las antiguas potencias coloniales.

La decisión de abandonar la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) en enero de 2024 —y su efecto irreversible en 2025— simboliza el rechazo a un orden neocolonial. Las juntas militares, lejos de ser meros gobiernos provisionales, han canalizado el descontento popular hacia una agenda soberanista que combina panafricanismo y pragmatismo económico. Cada medida —desde la expulsión de tropas francesas hasta la nacionalización de minas— ha reforzado su legitimidad interna y su peso internacional.

1. Desarrollo económico con identidad: del extractivismo a la integración

Durante décadas, el Sahel fue un botín para corporaciones extranjeras: oro, uranio y petróleo se extrajeron con mínimos beneficios para las poblaciones locales. La Corporación del Sahel está revirtiendo esta lógica mediante una política de nacionalismo de recursos, donde el Estado recupera el control estratégico de sectores clave.

El caso de Barrick Gold Corporation, el segundo mayor productor de oro del mundo,empresa canadiense en Malí, es emblemático. En 2025, tras una disputa legal, el Estado maliense asumió la administración de la mina Loulo-Gounkoto —una de las más ricas de África—, dado el nuevo código minero de Malí de 2023, que permite al Estado adquirir hasta una participación del 35% en nuevos proyectos, un aumento significativo respecto del máximo anterior del 20%.

A pesar de las presiones, se confiscaron cargamentos de oro y bloquearon las exportaciones de la mina, la empresa canadiense no abandonó el país: el alza del 70% en el precio del oro hizo insostenible su retirada. Este episodio demuestra que, cuando los Estados priorizan sus intereses, las multinacionales no tienen más opción que negociar —una lección crucial para América del Sur, donde empresas como Chevron o Glencore operan con márgenes abusivos—.

La agricultura, que emplea al 80% de la población, es otro eje central. Malí planea aumentar su producción de cereales en 2025, mientras Burkina Faso invierte 170 millones de dólares en insumos para alcanzar la autosuficiencia. La creación de la Alianza de Productores de Semillas del Sahel (APSA-Sahel) reduce la dependencia de variedades extranjeras, un modelo replicable en países sudamericanos como Argentina o Brasil, donde el agronegocio está dominado por transgénicos patentizados.

En infraestructura, los proyectos solares y ferroviarios —como la conexión Bamako-Uagadugú-Niamey— buscan superar el aislamiento heredado del colonialismo. Burkina Faso incluso explora una planta nuclear con apoyo ruso, un salto tecnológico impensable bajo la órbita francesa.

2. Soberanía financiera: la muerte del franco CFA y el nacimiento de una moneda propia

Un pilar central del proyecto soberanista de la AES es su ambición de liberarse del franco CFA, una moneda que muchos en la región consideran un símbolo de subyugación económica. Entre los puntos clave de discordia se encuentran la paridad fija con el euro, la centralización del 50 % de las reservas de divisas en el Tesoro francés y la falta de una política monetaria independiente. Los defensores de una nueva moneda argumentan que este sistema actúa como un freno a la industrialización y al desarrollo económico, perpetuando un estado de neocolonialismo.

Un modelo teórico para esta nueva moneda, propuesto en un artículo académico, sugiere un sistema monetario de dos niveles: una moneda nacional para cada país y una moneda regional respaldada por una canasta de productos básicos estratégicos. El modelo teórico «Moneda-Recurso» es del estilo de la canasta de monedas de los BRICS, con un respaldo tangible: oro (Mali es el tercer productor de África), uranio (Níger posee el 5% de las reservas mundiales), petróleo y gas (yacimientos en desarrollo en Burkina Faso).

Este modelo desafía el dominio del dólar y el euro, mostrando que una moneda común no requiere someterse a potencias externas. Un Banco Confederal para la Inversión y el Desarrollo (BCID-AES), que financiará proyectos sin condicionamientos, como el FMI. Para América del Sur, donde el uso del yuan o las «monedas digitales» se discute tímidamente, el Sahel prueba que la clave está en respaldar la divisa con recursos reales (litio, cobre, soja).

3. Reacomodo geopolítico: el nuevo eje del Sahel

La expulsión de Francia en 2023 abrió espacio a alianzas inéditas:

– Rusia (seguridad militar con el África Corps).

– China (infraestructura sin las cláusulas leoninas de Occidente).

– Irán y Turquía (tecnología drones y soft power islámico).

Estos socios ofrecen cooperación sin colonialismo, un contraste con la deuda estranguladora del Banco Mundial, FMI o los TLCs asimétricos de la UE. Para Sudamérica, el mensaje es claro: la multipolaridad existe, y puede negociarse desde una posición de fuerza.

El Sahel enseña que la soberanía no es un eslogan, sino una cadena de decisiones audaces:

1. Recuperar el control de los recursos naturales (como hizo Bolivia con el litio).

 2. Crear instrumentos financieros independientes (una moneda respaldada por commodities).

3. Diversificar alianzas (acercándose a los BRICS, la ASEAN o el mundo árabe).

Si la AES logra consolidar su moneda y expandirse a Chad o Guinea, su influencia podría redibujar el mapa africano. Para América del Sur —presa del extractivismo y la inflación—, el Sahel es un espejo incómodo pero esperanzador: otro mundo es posible, y ya está naciendo en el desierto.

Fuente: https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2025/08/17/la-corporacion-del-sahel-soberania-integracion-y-un-modelo-para-america-del-sur/