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La crisis económica que no existe

Fuentes: Gara

Frente a los alarmantes y crecientes síntomas de que estamos inmersos en una crisis económica estructural, de largo recorrido y de incalculables consecuencias sociales, me encuentro, al revisar materiales, noticias y previsiones, una unanimidad más que sospechosa en la inmensa mayoría de expertos y especialistas que, claro está, coincidentemente trabajan en o para el propio […]

Frente a los alarmantes y crecientes síntomas de que estamos inmersos en una crisis económica estructural, de largo recorrido y de incalculables consecuencias sociales, me encuentro, al revisar materiales, noticias y previsiones, una unanimidad más que sospechosa en la inmensa mayoría de expertos y especialistas que, claro está, coincidentemente trabajan en o para el propio sistema (gobiernos, bancos, empresas de inversión, institutos oficiales u oficiosos, periodistas especializados de grandes cadenas y medios…). Parece como si la vieja libertad de pensar con algo de lucidez estuviera definitivamente aquejada por la enfermedad letal del pensamiento único o muy parecido, que no es lo mismo pero son similares como gemelos.

Resulta sorprendente con qué empeño, dedicación y ahínco un pequeño ejército de economistas, comentaristas y similares niegan las evidencias con fría tranquilidad y un despliegue de complicados y floridos términos que serían la envidia de cualquier pavo real. Para muestra reviso un importante periódico madrileño, que tiene además fama de ser orientador en esta materia que llaman economía, supuestamente tan complicada para la comprensión de los simples mortales como nosotros. Y un día cualquiera, al azar, le dedica nada menos que diez noticias a la crisis económica que no existe, incluyendo tres artículos a página completa, y un editorial donde la niega con hermoso verbo y que nos anuncia que para mediados del próximo año gozaremos de una «recuperación templada» (este editorialista parece que está casado con una bola de cristal). Pues la verdad es que ya son ganas dedicarle tanto tiempo, espacio y neuronas a una situación supuestamente inexistente, y sus posibles y graves consecuencias, que se supone por regla de tres, no debe tener.

Pero no todos son como aquel Judas, que negaba con aplomo y sin ruborizarse al propio Cristo. Por ejemplo, un multimillonario, que parece saber con precisión a qué se refiere, y que además tiene ganada fama de hablar bastante claro, por lo que sirve de referencia a la mismísima Wall Street con sus previsiones regulares, afirma que la crisis económica y financiera norteamericana «no será ni corta ni superficial» y añade que todos esos complicados términos con que nos despistan como: ajuste brusco, desaceleración, aterrizaje, crecimiento negativo, etc… son simples lindezas para negar la inquietante realidad económica y sus repercusiones. Claro que para enterarse de cosas como éstas hay que armarse de infinita paciencia y leer con una lupa de mucho aumento bastante letra pequeña sólo para iniciados.

Tanta negación de lo evidente tiene su explicación, que en este caso parece ser ganar un tiempo precioso mientras preparan los instrumentos y medicinas para combatir esta crisis económica, y ahí es donde la cosa se pone interesante, como ustedes se habrán imaginado. Para que se vayan enterando de lo que nos están preparando, por ejemplo, el Instituto de Estudios Económicos español hacía público recientemente un informe en un tono ya mucho más sincero, preciso y claro, que pasaba casi desapercibido, en páginas interiores de varios medios, donde afirmaba que la economía del estado español está en un periodo difícil «de crisis profunda». El segundo trimestre de este año el crecimiento real ha sido cero mientras que la inflación sigue aumentando en dimensiones «verdaderamente preocupantes». En consecuencia, sus responsables califican el panorama como «muy sombrío», y proponen para hacer frente a esta situación una modificación sustancial de la política económica (y les voy haciendo traducción simultánea para que no se despisten) que consiste en: reforma del mercado laboral y moderación salarial (o sea, eliminar protección laboral, subir los salarios menos que los precios -lo que es lo mismo que bajar los sueldos-, y mantener el Salario Mínimo Interprofesional por debajo de los 800 euros); reformar el sistema de pensiones (o sea, más de lo mismo pero para jubilados y jubiladas); una reforma fiscal en profundidad con reducción del Impuesto de Sociedades y de cotizaciones sociales de las empresas compensado con una subida del IVA (que los ricos paguen bastante menos y lo que se deja de recaudar lo paguemos todos los demás a escote); liberalizar horarios comerciales y laborales (vuelta a lo del principio, currar más con menos salario); liberar la tarifa eléctrica (subir los precios de la luz, y se supone que del resto de los servicios, para que se sigan forrando los monopolios); y así otras medidas del mismo estilo.

Y como estos personajes, instituciones y especialista tienen la cara más dura que la pared de un frontón, dicen que el año que viene será «peor» pero «confían» en que el 2010 se convierta en el año de la recuperación porque -y copien el argumento, que es una perla digna del Nobel-: «las crisis se superan, tardan tiempo, pero se superan», o sea que para estos listos la economía es algo parecido a echar las cartas a ver qué nos dicen, y no piensen que se ponen colorados cuando declaran, después de informarnos de que a fines de este año habrá un millón de parados más, que todas estas propuestas servirán además para potenciar el consumo y elevar nuestro bienestar social. Así como lo oyen.

De todas maneras, ustedes ya han sentido los primeros efectos de una huelga del trasporte, les van subiendo los precios de los productos básicos y elementales casi diariamente, les acaban de anunciar una jornada laboral elástica de hasta 65 horas potenciales, sufren subidas de hipotecas mientras bajan constantemente el valor de los pisos en los que han invertido buenos años de sus vidas e ilusiones. Por lo tanto, no les hace falta ir a la Facultad de Economía (donde formaron a estos especialistas que se hacen los imbéciles, y que no ganan precisamente el Salario Mínimo Interprofesional que nos destinan a los demás) para darse cuenta de que la crisis esta es cosa seria y además apenas acaba de comenzar.

Por eso creo que es importante recordarles que desde la década de los años 70 del pasado siglo no hemos visto una situación como ésta , y los que la sufrimos aún tenemos memoria (aunque se nos hayan añejado bastante las vivencias) de las graves consecuencias sociales, humanas y laborales que suelen traen consigo. Pero los que tienen menos de 45 años simplemente nunca han conocido, ni tienen referencias, ni han visto nada similar a lo que viene. Pérdida real de salarios, pensiones e ingresos, desprotección social, condiciones laborales leoninas, desempleo y sub-empleo, desaparición de sectores económicos con la consiguiente desestructuración social, son algunos de los fenómenos clásicos asociados a este tipo de crisis de ciclo largo.

Pero, además, habrá también que tener en cuenta que la globalización a todos los niveles, los fenómenos migratorios internacionales, el límite de la capacidad medioambiental, la escandalosa especulación y burbuja financiera (de la cual es buena muestra la espectacular subida de precios del petróleo y los alimentos, a pesar de que no haya escasez de estos productos) van a darle características especiales, nuevas e incalculables a esta situación que va a alcanzarnos a todos sin excepción.

Como ustedes ya saben (y si no lo van a ir comprobando rápidamente) los ricos y poderosos tienen la puñetera y reiterada manía de comerse la mejor parte de las vacas gordas, incluso si pueden la manada completa, y cuando llegan las vacas flacas se empeñan en convencernos (y obligarnos por las buenas o por las malas) de que es nuestra obligación alimentar al ganado hasta que vuelva a engordar, para volver a repartírselo entre ellos de nuevo y cerrar el ciclo.

Yo ya he visto esta película, y adelanto que conmigo no cuenten. Por eso me parece que sería bueno comenzar a desempolvar términos, conceptos y mentalidades muy apropiados para estos casos, como pueden ser solidaridad, sindicato y asociación, defensa de derechos adquiridos, ocupaciones, clases sociales, huelga, asamblea y cosas así. Incluso es muy probable que tengamos que inventar reacciones y mecanismos nuevos. No les quepa duda de que aquí al que no patalee, reclame y se organice, y tenga la tentación de hacerse el manso a ver si cuela y no le toca, ya le tienen preparada la factura que deben pagar por esta situación (fruto natural de un sistema económico y social capitalista de consumo irracional) y la cuenta parece que va a ser bastante alta. Pero no se agobien demasiado, que la crisis -esa que no existe- acaba de empezar y va a ser como los culebrones televisivos, larga y de muchos capítulos, pero en esta serie no vamos a ser espectadores, pues nos tienen reservados los papeles protagónicos, y si no, al tiempo.