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La crisis migratoria en la frontera de Texas es consecuencia del CAFTA

Fuentes: Rebelión

CAFTA son las siglas del Central-American Free Trade Agreement, la versión del ALCA que Estados Unidos dictó a sus vasallos de América Central.

Ese  acuerdo cumple ahora 20 años de su firma en Washington. Que centenares de miles de campesinos centroamericanos estén ahora apiñados en la orilla del río Bravo no es un hecho fortuito. Eso, que es lo que obliga a poner vallas de alambre de púas para impedir que entren en Texas, era predecible. Porque como denuncié en una entrevista al diario guatemalteco Siglo 21 el mismo día de la firma, eso abrió el mercado de América Central a la exportación  de productos  agrícolas norteamericanos a precios subsidiados con los que los campesinos centroamericanos no podían  competir. Por eso abandonan  sus campos y familias enteras emigran a pie hacia Texas, para buscar trabajo allí.

En México  no pueden quedarse porque México fue  la primera  víctima del NAFTA (North-American, el primer modelo de esos acuerdos de “libre comercio” que Estados Un idos propone a sus países  vasallos) desde  1994 cuando se firmó  el NAFTA North-American Free Trade Agreement (Tratado de Libre Comercio de Norteamérica).

En 1997 el NAFTA ya había provocado el éxodo hacia las ciudades de dos millones de campesinos mexicanos que abandonaban  los campos porque  no podían competir  con un maíz  que el Farm Bill  de Estados Unidos subvenciona hasta un 60%. Por eso los campesinos centroamericanos siguen directos  hasta el río Bravo, donde madres  campesinas, con sus niños  en los brazos, son detenidas  por vallas de  alambre de púas y por guardias nacionales texanos apuntándolas  con escopetas.  Este proceder inhumano  ha creado una crisis interna en los Estados Unidos entre el Gobierno  Federal  y el Gobierno  estatal de Texas, con el gobernador Greg Abbott murmurando tonterías sobre  independizar Texas de los Estados Unidos.

Cuando di la entrevista en 2004 al diario guatemalteco Siglo 21 anunciando lo que pasaría, entrevista que salió en primera página el mismo día que regresaba triunfante a Guatemala el Viceministro  de Economía Eduardo Sperinsen, al verme en la prensa denunciando  su traición  despidió  a mi esposa, María Isabel Morales Marcucci, que ejercía en Ginebra el cargo  de Ministra Consejera en la misión  de Guatemala ante la Organización  mundial del Comercio. Ese funesto personaje, bien conocido como agente norteamericano en América Central, sigue como eterno embajador de Guatemala ante la OMC, con un sueldo de 15 millones de dólares.

Texas no es el único lugar  hacia donde emigran campesinos desplazados  por los subsidios  que el Farm Bills norteamericanos da a los productos agrícolas que las grandes empresas de los Estados Unidos exportan.

Hay varios países  africanos del golfo de Guinea (Mali, Benin, Ghana. Burkina-Faso) cuyos  campesinos antes vivían del cultivo del algodón.  Un producto cuyos precios han caído  en el  mercado internacional porque como demostró una investigación en la OMC, iniciada por Brasil contra Estados Unidos, los subsidios a las exportaciones estadounidenses de algodón llegan  hasta  un 80% de su precio.

Los  campesinos africanos no pueden emigrar  a pie hasta Texas, por ello, para no morir de hambre, emigran  en  pateras hacía España e Italia que son los  países  europeos más cercanos a las costas de  África.  La causa de la  desesperación de  los campesinos africanos es bien conocida por las autoridades  de la Comisión Europea, porque es denunciada una y otra vez por los embajadores  de esos países ante los foros de la OMC. Pero la Comisión Europea y los países afectados son todos vasallos sumisos de Washington, de modo que no se atreven a denunciar la causa original  que promueve esa emigración ilegal que causa un caos cultural y social  que no saben enfrentar los gobiernos europeos  afectados, que en lugar de curar el origen  del mal denunciando los subsidios norteamericanos ante la OMC, como hizo Brasil, tratan los síntomas y ponen vallas o prohíben el desembarco mientras sostienen discusiones bizantinas  sobre cómo distribuir el daño que provoca esa inmigración ilegal ignorando el auténtico motivo, que es el subsidio al algodón, que llega  al 80 %  de  distorsión del precio real. 

Brasil  denunció el caso y la OMC falló en contra. Estados Unidos, siempre desobediente al orden internacional basado en reglas, se negó a reformar los subsidios al algodón  que su Farm Bill otorga  no ya a los agricultores, sino a las grandes empresas que tienen el monopolio de su cultivo y de su exportación. Porque esas empresas son  generosas donantes  de las campañas de los corruptos que protagonizan  la vida política de la supuesta  democracia  de los Estados Unidos de América. En tales circunstancias es una predicción fácil anunciar lo inevitable de un cambio del orden político internacional.

El modelo anglosajón comienza a ahogarse  junto a los migrantes en las aguas del río Bravo, sumergido por el peso de su inmensa corrupción plutocrática.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.