Llevamos más de seis años de crisis económica, y parece que ya hemos olvidado cuando, cómo y por qué empezó. Un batiburrillo de ideas que se lanzan a diario contra el público impiden ver lo que ocurre con claridad. Bancos, hipotecas subprime, corrupción política, las empresas quiebran, paro, coches oficiales, el rey mata elefantes, desahucios, […]
Llevamos más de seis años de crisis económica, y parece que ya hemos olvidado cuando, cómo y por qué empezó. Un batiburrillo de ideas que se lanzan a diario contra el público impiden ver lo que ocurre con claridad.
Bancos, hipotecas subprime, corrupción política, las empresas quiebran, paro, coches oficiales, el rey mata elefantes, desahucios, ¡cuidado! ¡la prima de riesgo!, más paro, la deuda, despilfarro de dinero público, Urdangarín, aeropuertos sin aviones, «los sindicatos están demasiado subvencionados», Bárcenas, más paro, austeridad, recortes, la marca España, «la culpa es de los políticos», el techo de gasto, «hemos vivido por encima de nuestras posibilidades», la culpa es del PP, la «herencia recibida», pues tú más, «no podemos pagarles la sanidad a los inmigrantes», el IBEX 35, las cajas de ahorro son el demonio, rescate, «todos son iguales», más recortes… ¿alguien tiene claro lo que ocurre?
Resulta difícil para el común de los mortales hacerse una idea clara sobre las causas últimas de la situación actual. Cada día aparece algo nuevo que le añade complejidad al asunto, o nos hablan de cifras que suben y bajan y de cuyo resultado depende que el país resista o se venga abajo. ¿Recordáis cómo empezó todo? En un primer momento culpamos a los bancos, ya que la quiebra de muchos de ellos fue lo que provocó que los grandes medios comenzaran a usar la palabra «Crisis». Es así como las voces que apuntaban al capitalismo como causa última de la misma comenzaron a escucharse. Sin embargo, y como viene siendo natural, comenzamos a querer echarle la culpa a «los que mandan», o por lo menos, a aquellos que la gente cree que son los que mandan: los políticos. «El capitalismo» en abstracto es algo a lo que no podemos poner cara, resulta difícil echarle la culpa puesto que es imposible señalarlo con el dedo y decir «¡ahí está, él tiene la culpa, a por él!».
¿Podemos encontrar un sentido lógico a toda esta información, de forma que nos aclare quienes son los verdaderos culpables de la situación actual?
– El relato oficial sobre la crisis
Lo cierto es que no podemos hablar de un único relato oficial sobre la crisis, dado que la estrategia de las clases dominantes se basa más en la confusión por saturación de información, que en mantener una idea bien definida que logre engañar a la gente. Por un lado están los que pretenden hacernos creer que la crisis es algo parecido a un desastre natural, que no responde a causas ni personas concretas, y que absolutamente nadie habría sido capaz de preverla.
Algunos le echan la culpa a los hipotecas sub-prime, tratando de hacer ver que la crisis se debe a una mala gestión coyuntural de determinados activos financieros, y que no responde a cuestiones estructurales del sistema económico. (¿No os acordáis de aquel simpático jubilado que salía en Buenafuente explicando la «teoría ninja», dónde la culpa de la crisis poco menos que la tenían los negros pobres de EEUU y su vida de lujo a base de créditos?)
Otros, los más atrevidos, acusan a la des-regulación del capital financiero (presentado como malo) frente al capitalismo productivo (presentado como bueno); planteándolo cómo si fueran independientes o como si se pudiera impulsar «el bueno» sin tener que desregular «el malo». De esta última teoría, esgrimida especialmente por la social-democracia europea, llegaron los llamamientos para «refundar el capitalismo» que quedaron en el más absoluto papel mojado.
– El relato oculto sobre la crisis
Desde los años 70, 80 y 90 el sistema económico capitalista a nivel global fue tomando nuevas formas derivadas de su propia evolución interna. La expansión sin límite del capitalismo financiero se volvió indispensable para seguir manteniendo el crecimiento del sistema productivo. Los trabajadores y trabajadoras no ganaban el suficiente salario como para seguir comprando en un mercado en constante expansión, situación que hizo necesaria la introducción del crédito, para que la gente pudiera seguir aumentando su nivel de consumo al mismo tiempo que aumentaba el nivel de producción.
Lo que pretendemos exponer aquí es que, dado que las empresas no eran capaces de vender todos sus productos a la clase trabajadora mundial, invitaron/obligaron a ésta (y a los estados) a endeudarse constantemente y cada vez en mayor medida, para así igualar el nivel de consumo al de producción y evitar así lo que desde el marxismo llamamos «crisis de sobreproducción«. Sin embargo, y como se ha comprobado, una economía basada en una creciente especulación financiera se vuelve excesivamente inestable; por lo que la crisis de sobreproducción llegó finalmente. No se trata por tanto de un problema de política coyuntural, ni tampoco de la gestión concreta de uno u otro gobierno (la cual puede acelerar o retrasar el proceso, pero nunca evitarlo mientras se acepten las lógicas del mercado capitalista). Estamos hablando de un proceso económico de gran calado que pasa por encima de gobiernos y estados, a pesar de que haya sido impulsado y facilitado por éstos.
Para concluir con la explicación, expondremos lo que consideramos los puntos fundamentales. El ciclo de expansión económica se ha roto, y nos encontramos con la siguiente situación:
1) Como explicábamos antes, se trata de una crisis de sobreproducción. Esto implica que las empresas no son capaces de vender sus productos, y que por tanto, no logran obtener el dinero que necesitan para volver a re-impulsar el ciclo productivo.
2) Las clases dominantes necesitan soltar lastre, y deciden sacrificar a esas clases intermedias (pequeños y medianos empresarios) que habían florecido con el ciclo de expansión del crédito. Es lo que desde el marxismo llamamos la «proletarización de la pequeña burguesía». Los dueños de los pequeños negocios, que tendían a alinearse con los grandes empresarios en lo referente al debate sobre los derechos de los trabajadores, abandonan ahora el bloque dominante por una cuestión más material que ideológica; se cierran sus empresas y pasan a engrosar la lista de personas desempleadas a la búsqueda de que alguien pague a cambio de alquilar su fuerza de trabajo.
3) El gran capital necesita de una gran cantidad de dinero de la que no dispone, para volver a poner en marcha el ciclo productivo sin tener que perder su tasa de beneficio o ganancia. Para lograr esto los gobiernos deciden ceder el dinero público (destinado originalmente al mantenimiento de los servicios públicos) a los grandes bancos, que lo usarán para volver a poner en marcha la economía. Eso sí, tras quedarse con un buen pellizco para sus directivos y accionistas.
4) La falta de dinero en las arcas públicas hace que se privaticen empresas públicas y se cierren o recorten los servicios sociales que el estado debe garantizar como derechos humanos que son. Esta situación también hace que aumente la deuda pública con la gran banca internacional, ya que nos vemos obligados a pedir dinero prestado.
5) Las grandes empresas, gracias al crédito obtenido por el rescate bancario, compran empresas públicas y ocupan con el sector privado los servicios abandonados por el sector público; y es aquí donde observamos el doble beneficio para el sector privado. Por un lado consiguen que el Estado les pague la deuda impuesta para rescatar a la banca, y por otro consiguen empresas de sectores estratégicos a precio de saldo, lo que repercutirá en grandes beneficios para las mismas.
6) El rescate a la banca se realizó mediante la imposición de la deuda al Estado. La Troika o santísima trinidad del capitalismo europeo (FMI, BCE y la Comisión Europea), decidió que no era bueno financiar por su cuenta a la gran banca en crisis, y que «la mejor opción» era realizar un préstamo a los grandes bancos europeos con un tipo de interés del 1%, para que éstos, volvieran a prestar ese dinero al Estado al 6% de interés (negocio redondo). El Estado se ha endeudado con la gran banca europea, para poder pagar el rescate a la banca española en crisis; es decir, que los diferentes gobiernos (tanto del PSOE como del PP) han puesto a los ciudadanos como avalistas del rescate bancario, del cual ya se ha confirmado que cerca de 40.000 millones se han cedido a fondo perdido, a lo que hay que sumar los recientes 30.000 millones que el gobierno «ha regalado» a la banca en forma de exención de impuestos.
– La deuda impuesta y el golpe de estado constitucional
Tal y como hemos explicado, el pago de la deuda a la gran banca europea no corre a cargo de los bancos rescatados, sino que la responsabilidad de devolverla pesa sobre los hombros del Estado, es decir, sobre los hombros de la ciudadanía.
Esta estrategia fue acordada por el PPSOE durante el gobierno de Zapatero, mediante un gran pacto de Estado que se materializó en la reforma constitucional express del artículo 135, gracias al cual se hacía ley constitucional la obligatoriedad de anteponer el pago de la deuda al mantenimiento de los servicios públicos. Es así como la ideología neoliberal se hizo orden constitucional, es aquí donde se produce el golpe de estado que vuelve papel mojado los artículos constitucionales que salvaguardaban el poco carácter social que tiene la constitución del 78.
Hemos asistido a una reforma de la carta magna que ha supuesto la transformación de la filosofía de la misma, la reforma de los objetivos que nos marcábamos como país. Y sin embargo, esta reforma no ha salido de un fuerte debate social democrático, sino que fue pactada y firmada en la sombra por los dos partidos del régimen, de tal forma que casi ha pasado desapercibida en la agenda de debate público y mediático.
Los grandes objetivos que una sociedad se marca a través de una constitución, que entienden al pueblo como una entidad que construye su propio futuro para alcanzar unos objetivos económicos, sociales, políticos y morales, son ahora sustituidos por una nueva concepción del mundo. El país ha dejado de verse a sí mismo como un ente soberano que actúa dentro del marco del estado/nación, gestionando sus recursos naturales y humanos en pos de unos objetivos. Ahora es representado como una empresa que debe competir en el mercado mundial, y que como empresa, debe estructurar como tal tanto sus objetivos como su funcionamiento interno. Somos «la marca España». Lo no rentable, es desechable. El crecimiento, es la salvación.
– «Show must go on» (El espectáculo debe continuar)
Una vez que los dos partidos del régimen han encadenado el futuro del país al pago de la deuda, y por lo tanto, han condicionado por completo las políticas que se podrán realizar en el futuro, el bipartidismo debe continuar con su teatro. Tras ocultar el gran pacto de estado, el PPSOE debe seguir mostrándose como dos cosas completamente opuestas, tal y como venía haciendo hasta el momento. Una vez más se impone mediáticamente y por saturación informativa la cultura pos-moderna del olvido, tal y como analizaba un viejo sociólogo polaco. Se vuelve a poner en marcha la función y los nuevos enfrentamientos hacen olvidar los viejos pactos, intentando ocultar la realidad de que cualquier futuro gobierno que no logre los dos tercios de la cámara de diputados, estará obligado constitucionalmente a pagar la deuda por encima del pago a los servicios sociales.
La política económica que determinará el futuro del país, ha sido pactada bajo la mesa y sin la suficiente atención mediática. Sin embargo, ahora el partido del orden (PPSOE) tiene que seguir representándose como dos partidos diferentes que se presentan ante la sociedad como dos alternativas políticas completamente opuestas; cuando la realidad, es que sólo nos dan a elegir entre diferentes técnicos que van a gestionar el mismo modelo económico ya pactado.
En definitiva…
La culpa de la crisis no la tiene una gestión coyuntural de un partido u otro, sino la dinámica propia del sistema capitalista.
Entendemos por tanto que la crisis se ha generado por las contradicciones propias del funcionamiento del sistema; sin embargo la salida que se le da a esa crisis de sobreproducción, es la que está determinada por la lucha de clases. Y es ahí donde entra la cuestión política; es ahí dónde se representan las diferentes alternativas políticas que favorecen a uno u otro sector. Porque «los políticos» no son más que el reflejo de otros intereses, de los intereses de diferentes clases.
No existe la clase política. Lo que existen son políticos que sirven al interés de una u otra clase. Los que sirven a la minoría privilegiada o los que sirven a la mayoría explotada.
Fuente original: http://marxismoirreverente.wordpress.com/2014/04/21/la-crisis-es-culpa-de-los-politicos/