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La cuarta urna de nuestra América

Fuentes: Rebelión

El 5 de julio conmemoramos en Venezuela la disolución del vínculo colonial hace 198 años. E igualmente podemos celebrar el horizonte de participación e inclusión que se ha posibilitado en el espacio de nuestra república gracias a 10 años de revolución bolivariana. Lo que primero tomó forma en Venezuela se ha extendido, desarrollándose con distintos […]

El 5 de julio conmemoramos en Venezuela la disolución del vínculo colonial hace 198 años. E igualmente podemos celebrar el horizonte de participación e inclusión que se ha posibilitado en el espacio de nuestra república gracias a 10 años de revolución bolivariana.

Lo que primero tomó forma en Venezuela se ha extendido, desarrollándose con distintos matices en los países de nuestra América. Así es como llegamos a tener, en primer lugar, la Alternativa Bolivariana para los pueblos de nuestra América (ALBA), desde hace unos días transformada en Alianza Bolivariana.

A Honduras la primavera de los pueblos llegó y vino a hacerse realidad con la propuesta del presidente José Manuel Zelaya Rosales de consolidar y ampliar el «poder ciudadano» al asumir la presidencia en el 2006. Ha sido la necesidad de vencer al nuevo «poder ciudadano» que Zelaya ha ensayado junto al pueblo hondureño, y así obstruir la radicalización de un proceso profundamente popular, lo que produjo la reacción de la oligarquía nacional. Esta reacción que unos intentan justificar, negando de esta manera el corte del hilo constitucional en el país centroamericano, ha sido profundamente rechazada por la totalidad del sistema interamericano. Sin embargo, el régimen de facto mediante la represión militar ha momentáneamente llevado al pueblo hondureño no sólo a la aislación internacional, sino también organizado la exclusión política de los humildes y marginados que hemos querido superar en América Latina a través de nuestros procesos populares.

A una semana del golpe de estado en Honduras es menester comprender que no sólo debemos apoyar las iniciativas que busquen restablecer el orden constitucional en Honduras, sino ir más allá de ello y clamar por la extensión y profundización de su «poder ciudadano». El referendo que promueve el presidente Zelaya tiene como meta la Asamblea Constituyente y la refundación del estado hondureño. Ha sido con el fin de convocar a una constituyente que Zelaya ha propuesto la colocación de una cuarta urna electoral en las elecciones a celebrarse a finales de noviembre (las otras son para la elección del presidente, gobiernos municipales, y el congreso nacional).

El poder ciudadano que hoy en día se articula en torno a la figura de Zelaya debe derrocar al poder mediático que se aglomera en torno al usurpador Micheletti. Es imprescindible que la cuarta urna triunfe sobre el cuarto poder. La cuarta urna contiene también la posibilidad de sincerar al cuarto poder que ha logrado imponerse por medio de la manipulación y la censura en Honduras. La cuarta urna ciertamente significa la profundización de la democracia mediante la participación popular como poder constituyente.

En Venezuela y en los países que integran la Alianza Bolivariana, se ha asumido la defensa de la democracia mediante su profundización. Ciertamente la única forma de defender felizmente la democracia está en su radicalización. En nuestro caso esta profundización ha devenido en el proyecto socialista. La referencia es a la tesis del sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos, quien nos propone repensar al socialismo como democracia sem fim. De esta manera, la democracia que nos espera está en la mayor y mejor radicalización del poder popular y no en su claudicación mediante regímenes de facto como el de Micheletti.

Es necesario abrirle paso a la cuarta urna de la democracia sin fin en nuestra América, en el ALBA y más allá de sus fronteras. No podemos permitir que el horizonte de participación que se ha abierto sea sitiado por élites que decididamente no articulan el poder con lo popular.

La cuarta urna de Honduras es también la de nuestra América.