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La cuestión central de Brasil: la redemocratización

Fuentes: Rebelión [Imagen: Manifestación en Sao Paulo. Créditos: MÍDIA NINJA, tomada de BdeF]

En este artículo el autor sostiene que la izquierda, tanto los partidos como los movimientos sociales, tienen el deber de redemocratizar el estado brasileño, ya que fue precisamente la adaptación a la democracia burguesa tradicional por la izquierda lo que llevó a la situación actual.


El tema de la democracia siempre ha sido un tema pendiente en Brasil. La salida de la dictadura promovió un proceso de redemocratización que solo restauró el sistema democrático liberal que existía antes del golpe de 1964: separación de poderes de la república, elecciones periódicas y libertad de partidos políticos, por citar algunos principios democráticos.

Sin embargo, nada más se ha democratizado en Brasil: ni la propiedad de la tierra, ni de los medios de comunicación, ni de las relaciones económicas, ni de la vida cultural; de hecho, la estructura social, económica y de poder del país siguió siendo la misma. El sistema político tradicional y el funcionamiento del Estado garantizaron la continuidad de las relaciones de poder.

El país más desigual del continente más desigual del mundo restableció la democracia sin atacar las inmensas desigualdades que siempre caracterizaron a Brasil.  Hubo elecciones más o menos democráticas, a pesar de que el poder del dinero y el monopolio privado de los medios de comunicación siempre distorsionó esos procesos democráticos; al mismo tiempo, los movimientos sociales lograron expandir sus organizaciones, surgieron nuevos partidos políticos que empezaron a participar en la vida política del país y se ampliaron espacios que permitieron que se realizasen debate sobre las cuestiones nacionales más amplias.

Pero la izquierda nunca se preguntó si este Estado era lo que quería para Brasil. ¿Qué Estado tenía que proponer la izquierda?

Esta incapacidad proviene de la concepción imperante en el siglo pasado, la misma que sostenía que Brasil es un Estado burgués adecuado al capitalismo, del que debe aprovechar, en la medida de lo posible, los espacios políticos existentes. Es decir, una actitud instrumental del Estado, sin pensar en cómo superar sus limitaciones. La idea que subyacía a este planteamiento político era que solo una revolución, solo el socialismo, podría resolver esta cuestión, sin decir cómo se podría llevar a cabo esta revolución, cómo se podría vencer al capitalismo y cómo se podría instalar un nuevo Estado.

El tema se alivió con los gobiernos del PT , que a pesar de las limitaciones que tuvieron que ejercer -poder económico conservador, monopolio de los medios de comunicación, estructuras estatales inadecuadas para la transformación radical del país…-, lograron llevar a cabo los gobiernos más virtuosos y los mejores de nuestra historia. Aunque la cuestión del tipo de Estado y los límites del estado actual seguía sin resolverse.

Hasta que esos límites estallaron brutalmente con el golpe de 2016, demostrando descaradamente las limitaciones del Estado y de la democracia realmente existente hasta ese momento; una limitaciones que hicieron que fuese posible, violando las normas constitucionales y con la complicidad del propio poder judicial, inventar razones para la acusación de Dilma, ¡supuestamente dentro de la ley!

La guerra híbrida, la nueva estrategia de la derecha que consiste en corromper la democracia desde dentro hasta distorsionarla por completo, encontró espacio en el Estado y en la democracia históricamente heredada del país y que se prestó a ser instrumentalizada por la derecha y sus proyectos golpistas.

Ahora Brasil se enfrenta, una vez más, al urgente problema de su (re) democratización. Fue la ruptura de la democracia lo que llevó a Brasil a la peor crisis de su historia. Solo la restauración de la democracia permitirá al país reencontrarse consigo mismo, tener gobiernos legítimos, restablecer una política económica que satisfaga las necesidades de la gran mayoría de la población y rescatar la soberanía de Brasil.

Es una nueva oportunidad para que la izquierda plantee el tema de la democracia y el Estado, cuestiones fundamentales para cualquier proyecto de futuro de Brasil. Por primera vez, la redemocratización del país puede darse con un proyecto hegemónico de izquierda, que no solo buscará restablecer el Estado y la democracia que existían antes del golpe -esta vez el golpe de 2016-, sino que tendrá la necesidad de afrontar la instauración en Brasil de un Estado nacional radicalmente democrático y popular. Un hecho que probablemente exija una nueva Asamblea Constituyente, ya que en los últimos años ha sido tan violada y distorsionada la democracia como la república y el Estado.

La fuerza del PT, Lula y los movimientos sociales, son los instrumentos de que dispone la izquierda, sobre todo, para realizar esta tarea indispensable. Eso requiere, al mismo tiempo, un nuevo ciclo de pensamiento crítico en Brasil, que renueve los temas de reflexión y los horizontes de propuestas para una redemocratización nueva y mucho más profunda del país.