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La cultura que silenció las pistolas

Fuentes: Público

El orgullo acabó con el salario del hambre. Sacó de la oscuridad a un pueblo hundido en la explotación de los nobles ideales de vampiros, hienas y chacales. Hizo de la revolución una acción calculada, sin margen a la espontaneidad ni la improvisación. El orgullo también abrió horizontes a aquellos hombres que, amaestrados para trabajar […]

El orgullo acabó con el salario del hambre. Sacó de la oscuridad a un pueblo hundido en la explotación de los nobles ideales de vampiros, hienas y chacales. Hizo de la revolución una acción calculada, sin margen a la espontaneidad ni la improvisación. El orgullo también abrió horizontes a aquellos hombres que, amaestrados para trabajar desde la niñez, se ilustraron y llevaron a cabo unas prácticas sociales y culturales que les enseñaron el sentido de la justicia y la dignidad. «Unos horizontes que se hicieron realidad en la España de los años treinta cuando pusieron en práctica sus teorías, algunas de ellas ensayadas ya desde hacía muchos años», cuenta la historiadora Dolors Marín, autora de Anarquistas. Un siglo de movimiento libertario en España (Ariel).

«La revolución se ensayaba en las noches cultas de los ateneos o de las casas del pueblo. En el trabajo cotidiano de ladrilleros, carpinteros, vidrieros y otros oficios manuales», explica la profesora Marín desmontando la imagen de la bomba, la pistola y el sabotaje de anarquistas camuflados bajo una gran capa negra, en la que se ha insistido obviando la otra cara: el proyecto cultural anarquista español.

El libro de Dolors Marín es unas de las piezas que en los próximos días irán apareciendo para celebrar los 100 años de creación de la Confederación Nacional de Trabajo (CNT), datada oficialmente en Barcelona los días 30 y 31 de octubre y 1 de noviembre de 1910. Fue el origen del anarquismo en España, un cuento con presentación (las décadas violentas, de «los reyes de la pistola obrera»), nudo (apogeo durante la Guerra Civil española) y desenlace (desaparición a golpe de represión franquista y olvido en la Transición), apenas unas décadas en las que el anarquismo montó un proyecto cultural para emancipar al pueblo.

Julián Casanova, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza, escribe en el prólogo del libro que coordina titulado Tierra y Libertad. Cien años de anarquismo en España (Editorial Crítica), que los enemigos del movimiento, «a derecha e izquierda, siempre resaltaron la afición de los anarquistas a arrojar la bomba y empuñar el revólver. Son, sin duda, imágenes exageradas a las que tampoco hemos escapado los historiadores que tan a menudo nos alimentamos de esas fuentes, apologéticas o injuriosas, sin medias tintas».

El historiador advierte de que la historia del comunismo en España está por hacer. «Ya es hora de acabar con los mitos en torno a los anarquistas».

«La historiografía actual no concibe el estudio de un cambio político y social sin tener en cuenta la historia cultural», explica la historiadora Mary Nash, catedrática de Historia Contemporánea en la Universidad de Barcelona, que también participa en el libro Tierra y Libertad. «Ahora empezamos a corregir este error, a incluir la visión cultural que afectó a la revolución anarquista española», asegura.

Nash es una pionera en los estudios de las mujeres, dedicada a la historia de las mujeres y a recuperar las voces de las mujeres libertarias y del anarcofeminismo español. «El papel de la mujer fue original en el contexto internacional porque aportó la idea de la necesidad de una doble lucha: la emancipación de la mujer y la lucha social a partir de la organización Mujeres Libres», explica.

El brazo crítico

La importancia de las mujeres en el proyecto cultural anarquista fue decisiva para lograr el avance social. «Ellas se ocuparon de lo que sus compañeros obviaron», explica Nash, que advierte de que fue empeño y tarea de las compañeras anarquistas el afán que debía poner fin a la educación deficiente de aquellos colegios públicos que impedían una formación capaz de liberar a la población obrera. «Mejoraron las condiciones laborales y culturales de la población, educaron en el cuestionamiento crítico de la jerarquía patriarcal».

Dolors Marín incide en que al principio les cuesta integrarse en el sindicato, pero acuden a los ateneos, escuelas y bibliotecas. Con la llegada de la CNT al gobierno republicano, impulsan leyes de planificación familiar, educación sexual y aborto. Por supuesto, la burguesía y la Iglesia rechazaron estos proyectos. «Cuando llega el franquismo, hay una doble represión de género contra la mujer. Luego, la gente de la Transición no les preguntamos a las mujeres por lo que habían pasado. No se les preguntó por una de las revoluciones más importantes que ocurrieron en el mundo por miedo y silencio», enfatiza Marín con disgusto.

Junto a los libros mencionados, aparecerán dos exposiciones en las que se pone especial énfasis en su labor ideológica-cultural, en la creación de canales de comunicación e información y en la puesta en práctica de toda una red cultural alternativa, proletaria, de base colectiva. La Diputación Provincial de Zaragoza monta en el Palacio de Sástago la exposición Tierra y Libertad, que ilustra el libro de Julián Casanova, en la que se repasan los orígenes del movimiento en el siglo XIX hasta su desaparición con el franquismo, entre el 6 de octubre al 12 de diciembre.

Los ámbitos a los que se dedica revisan los grandes pensadores anarquistas europeos, la versión española, el terrorismo y las acciones violentas (con la recreación del magnicidio que acabó con el presidente José Canalejas, asesinado por un anarquista mientras miraba el escaparate de una librería en Madrid), los orígenes como fuerza política de la CNT, el anarquismo en las urnas, la Guerra Civil, el exilio, la cultura (con una recreación de una imprenta de un taller de edición) y los 20 nombres del anarquismo y cientos de testimonios de historia oral de anónimos.

Además, se complementa con la muestra Libertarias, en el Palacio de Montemuzo, también en Zaragoza, donde se rinde homenaje al papel de las mujeres anarquistas. También aparecerá un libro-disco en el que se recuperan las canciones populares anarquistas cantadas por músicos actuales, como Carbonell, Loquillo o Labordeta, entre otros. Por último, en Huesca, habrá una semana con 18 encuentros sobre anarquismo con especialistas.

Domingo Canela nunca fue a la escuela. Ladrillero desde los 8 años de edad, ayudó a sus hermanos mayores a completar el salario del hambre. Su orgullo acabó con su condena y con la de un pueblo destinado a «nobles ideales a merced de vampiros, de hienas y chacales».

Dolors Marín recuerda de él y de otros anarquistas con los que se entrevistó su modestia, su austeridad y una riqueza intelectual representada por sus bibliotecas particulares. «Me impactó la pasión por la cultura de los obreros artesanos», reconoce.

Gil ve el eco de aquellos valores críticos en movimientos asociados de jóvenes de hoy. Dolors Marín coincide en el análisis: «El movimiento de ocupación es un proyecto artístico y cultural similar al de los años veinte. Son espacios alternativos al discurso oficial, espacios de creación y difusión como el ateneo de la década de los veinte». Mary Nash añade que «detecto que hay un interés creciente de los alumnos universitarios por la recuperación de la dimensión cultural de aquellos años. No les interesa la dimensión política y ese antiautoritarismo lo aportó el anarquismo», .

No obstante, el anarquismo, como reconoce el propio Julián Casanova, tenía un sustrato anticapitalista fundamental, «por encima incluso de la idea contra el poder». Sin embargo, la historia nos dice que es una ley inexorable «que todo proceso revolucionario acabe en un fogonazo».

Fuente: http://www.publico.es/culturas/336096/cultura/silencio/pistolas