Es muy reconocido el don de mando que posee. Por algo la llaman la «Dama de hierro». En un encuentro con periodistas, al hacerle mención de su «temperamento explosivo», dijo sin rodeos: «Estoy en un gobierno, en un país en el que ningún hombre asume sus posiciones.» Nació en la ciudad brasileña de Belo Horizonte […]
Es muy reconocido el don de mando que posee. Por algo la llaman la «Dama de hierro». En un encuentro con periodistas, al hacerle mención de su «temperamento explosivo», dijo sin rodeos: «Estoy en un gobierno, en un país en el que ningún hombre asume sus posiciones.»
Nació en la ciudad brasileña de Belo Horizonte el 14 de diciembre de 1947, hija de una maestra brasileña y un migrante comunista búlgaro. Cuando su adolescencia empezaba a florecer ya era lectora de Marcel Proust, Jean Paul Sartre, Sófocles, Balzac y Emile Zola. Muy joven era cuando pasó a integrar organizaciones de izquierda.
Ella fue una de las personas que empuñó las armas para enfrentar a los militares que, el 31 de marzo de 1964, derrocaron al presidente João Goulart. Los golpistas pretextaron que ese gobierno se estaba virando hacia el «comunismo», al pretender instaurar algunos cambios sociales y económicos, como la reforma agraria. A Goulart, que era terrateniente y católico, también le sumaron el que reanudara relaciones diplomáticas con países socialistas, además de oponerse a las sanciones contra la Cuba revolucionaria que exigía Washington.
La dictadura, que se mantuvo hasta 1985, fue asesorada por Vernon Walters, futuro subdirector de la CIA, y Frank Carlucci, futuro secretario de la Defensa estadounidense. Con este golpe de Estado Washington estableció de manera «oficial», pues ya se practicaba, una política que reprodujo dictaduras como hongos después de la lluvia. Según el exfuncionario del Departamento de Estado, William Blum, la línea oficial de Washington era: «Sí, es desafortunado que la democracia haya sido derrocada, sin embargo el país se salvó del comunismo».
Los archivos de los servicios de seguridad de Brasil dicen que para moverse en la clandestinidad ella utilizó nombres como Patricia, María Lucía o Luiza, aunque fue más conocida como Wanda. La ficha policial la ubica en 1967 como miembro de la Organización Revolucionaria Marxista Política Operaria (POLOP), aunque ella militaba ahí desde el mismo año del golpe de Estado. Cuando empezaba a estudiar Ciencias Económicas, en 1967, POLOP se dividió y Wanda decidió quedarse con el Comando de Liberación Nacional (Colina), sector que priorizaba la lucha armada. Ese mismo año se casó con un cuadro de la organización.
A sus 21 años los militantes masculinos se acoplaban sin refunfuños a su capacidad de liderazgo.
Wanda terminaba el segundo año de economía cuando tuvo que pasar a la total clandestinidad y trasladarse a Rio de Janeiro con su esposo. Las responsabilidades políticas obligaron la presencia de él en otra ciudad, mientras ella siguió trasladando armas, dinero y otros apoyos para el accionar armado. En medio de la zozobra y esa especie de soledad que se vive en el trabajo insurgente urbano, se enamoró del abogado Carlos Franklin Paixão de Araujo, también en la clandestinidad. Un romance que se extendería por casi 30 años.
Con su nuevo amor participó en la fusión de COLINA con otra organización guerrillera, de donde surgió, en 1969, Vanguardia Armada Revolucionaria Palmares (Var Palmares). Esta no solo se convirtió en la principal fuerza militar opositora a la dictadura, sino que tenía propósitos muy concretos: «cumplir todas las tareas de la guerra revolucionaria y de la construcción del Partido de la Clase Obrera, con el objetivo de tomar el poder y construir el socialismo.» Ella se encargó del enlace entre la dirección nacional y los comandos regionales, además de la relación con sindicatos y otras organizaciones sociales.
También tuvo otras tareas. En la ficha de los servicios de seguridad está caracterizada claramente como » terrorista/assaltante de bancos «. Figura que entre 1968 y 1969 participó en los asaltos a los bancos Banespa y Mercantil, así como a la sustracción de armamento de la Casa de Armas y de un regimiento de la policía. Wanda fue una de las que prepararon y participaron en un operativo para apoderarse de 2,5 millones de dólares. Ella, junto a un grupo de mujeres y hombres, sustrajo ese dinero de la casa de la amante del gobernador de Río de Janeiro, Adhemar Barros, en julio de 1969. Se sabía que él había multiplicado su fortuna gracias a la corrupción, y que parte la escondía ahí. Según la prensa, el operativo constituyó «el mayor robo de la historia» de Brasil.
Ella ha dicho que nunca disparó un fusil ni mató a nadie. Reconoce que era una experta en montar y desmontar armas, y que s olo colaboró en la preparación de algunos asaltos para financiar la causa. La organización guerrillera uruguaya Tupamaros fue una de sus escuelas militares.
El 16 de enero de 1970, en un bar de Sao Paulo, fue apresada cuando esperaba a un compañero. Este, bajo la tortura, la había delatado. No le dieron tiempo a utilizar el arma que portaba.
Muchos años después ella contó que durante 22 días fue azotada, que intentaron arrancarle un diente, y que en varias ocasiones simularon fusilarla. Recordó que los torturadores militares la ataban a un palo, cabeza abajo, para aplicarle descargas eléctricas. Un método de tortura que «no deja rastro, solo te mina», precisó. «Descubrí, por primera vez, que estaba sola. Encaré a la muerte y a la soledad. Me acuerdo del miedo que sentí cuando mi piel tembló.» Tenía escasos 23 años.
Al ser liberada, a fines de 1972, un militar le advirtió: «Si de nuevo haces algo, vas a morir con la boca llena de hormigas». O sea, en un basurero.
En Brasil, y por primera vez en el continente, la tortura a opositores políticos se había vuelto masiva y tecnificada, bajo el asesoramiento de especialistas del gobierno estadounidense. La «picana», un instrumento que suelta descargas eléctricas, fue masivamente utilizada.
En 1977 se graduó en economía. En 1986 se sumó al Partido de los Trabajadores. A pesar del rechazo de varios dirigentes políticos e industriales, quienes no creían en sus capacidades, el presidente Luiz Inacio Lula le entregó la responsabilidad de reorganizar el sector energético. Más críticas, y hasta «indignación», produjo su nombramiento como jefa del Gabinete Ministerial.
En enero de 2011, Dilma Rousseff, la exguerrillera conocida como Wanda, Luiza, Patricia o María Lucía, se convirtió en la primera mujer en alcanzar la presidencia de la poderosa nación brasileña.
Para la toma de posesión invitó a once mujeres y las situó en un lugar de honor. Se habían hecho amigas en la cárcel. Por mucho tiempo, durante el encierro, ellas se comunicaron a través de mensajes que dejaban en la caja de arena donde hacía sus necesidades un gato, al que cuidaban junto a una tortuga.
Hernando Calvo Ospina. Periodista y escritor colombiano residente en Francia. Este texto hace parte del libro Latinas de falda y pantalón. Ediciones El Viejo Topo, Barcelona, 2015.
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