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La de un hombre arrodillado

Fuentes: Rebelión

Al inicio del invierno tropecé en la extensa y selecta biblioteca de Joxe Borja con Wer schrieb die Bibel, libro publicado años antes en inglés bajo el título Who Wrote the Bible. Su autor el conocido bibliólogo y profesor laureado Richard Elliott Friedman. Su libro encierra muchas preguntas y algunas interesantes respuestas. La Biblia se […]

Al inicio del invierno tropecé en la extensa y selecta biblioteca de Joxe Borja con Wer schrieb die Bibel, libro publicado años antes en inglés bajo el título Who Wrote the Bible. Su autor el conocido bibliólogo y profesor laureado Richard Elliott Friedman. Su libro encierra muchas preguntas y algunas interesantes respuestas.

La Biblia se lee desde hace 2000 años; unos la entienden de modo literal, otros de modo figurado o simbólico; hay quienes la consideran transmitida, revelada, inspirada por el altísimo. Otros muchos, en cambio, la consideran simplemente obra de hombres. Pasa por ser el libro más leído, y conforma el meollo del cristianismo y judaísmo. Hay gentes, que dedican su vida entera a su estudio, la convierten en objeto de disertaciones, lecciones y seminarios; hay gente que la lee, la discute y la ama. Son muchos los que a lo largo de la historia han seguido sus mandatos, los que han dado la vida por ella, y también son legión los que han padecido su rigor, su veta mortífera y criminal, los que han sucumbido a su castigo.

Y, sin embargo, hoy todavía seguimos sin saber quien o quienes fueron sus autores. Conocer al autor es importante, aporta datos y sensaciones. Saber que Dostojewski fue un ruso del S. XIX, que fue un cristiano ortodoxo de originales ideas revolucionarias, resulta importante saber que fue epiléptico y que su epilepsia dejó huella en El idiota y los hermanos Karamazov. Al igual que saber que tras las novelas Silas Marner y Escenas de la vida clerical, escritas bajo el seudónimo de George Eliot, se escondía una mujer, Mary Ann Evans

La Biblia surgió en un país de poco más de 21.000 km2, en la costa este del mar Mediterráneo, punto de encuentro entre Asia, Europa y África. Al noreste un bello lago de agua dulce llamado Genesaret desaguaba por el rectilíneo río Jordan, que se abría camino hacia el sur, hasta desembocar en el mar Muerto, plagado de sal y rodeado por un desierto abrasador, a juzgar por la Biblia en otros tiempos lugar fructífero pero que, debido a la corrupción de sus gentes, Dios arrojó fuego y azufre en abundancia hasta dejarlo convertido en tierra inservible y en campo de muerte. Tierra habitada por pueblos diferentes, por cananitas, hititas, amonitas…, los israelitas a partir del S. XII fueron el principal pueblo de una región, que terminaría denominándose Israel, zona rodeada por otros pueblos: al norte los fenicios, al este los sirios, amonitas y moabitas, al sur los edomitas y al suroeste los filisteos o hijos de la mar. A los israelitas se refieren la mayoría de las narraciones bíblicas.

La arqueología e investigación nos han descubierto en los últimos 100 años todo un arsenal y un mundo. Sólo en Nínive se han descubierto 50.000 tablillas de arcilla, la biblioteca del rey Hammurabi de Asiria, y 3000 en Ugarit, ciudad cananea. Y han dado respuesta a preguntas viejas. Se ha acallado mucho rumor legendario, muchas teorías religiosas han sido desacreditadas, reduciendo a elaboración teológica fabricada por gentes interesadas lo que otrora se vendía por palabra de Dios revelada y por historia científica. El método crítico-histórico aplicado a la Biblia ha supuesto un serio correctivo para la ideología religiosa de la Iglesia. Diríamos que la ha minado la base: el Dios de Abrahán, Isaac y Jacob se revela como teoría elaborada en el siglo VI antes de Cristo con tan poco o nulo fundamento como el Santiago de Compostela o la virgen del Pilar de Zaragoza de siglos pasados, elaboraciones teológicas tan interesadas y mendaces como las filípicas ideológicas, fachas y retrógradas, de los Rouco Varela de turno en nuestros días. Falsificación larga y profunda en pro de unos intereses, que se ven en peligro a medida que la gente espabila.

Es el engaño de la eterna navidad, la apelación a un Dios salvador ante los problemas del hombre, el marana tha, el sométete a Dios y a sus representantes, el obedece y acata. Una lección de siglos de la vieja Iglesia católica, que se inicia ya con el bautismo del niño. Es la lección, que escupe la Biblia: la de un hombre arrodillado ante Dios.

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.