Lo que está ocurriendo en Ecuador previo a las elecciones generales del venidero domingo no es para nada novedoso. La derecha siempre teme perder en las urnas, y por esa razón acude a la violencia para generar miedo y tensiones entre los votantes. El reciente intento de atentado con explosivo contra la presidenta de la […]
Lo que está ocurriendo en Ecuador previo a las elecciones generales del venidero domingo no es para nada novedoso. La derecha siempre teme perder en las urnas, y por esa razón acude a la violencia para generar miedo y tensiones entre los votantes.
El reciente intento de atentado con explosivo contra la presidenta de la Asamblea Nacional de esa nación sudamericana, Gabriela Rivadeneira, es un ejemplo más del actuar intimidatorio y terrorista de las elites conservadoras de Nuestra América con el propósito de hacerse del poder.
Tal manera de accionar de la derecha recalcitrante se ha visto en Ecuador, Venezuela, Bolivia, El Salvador, Nicaragua, Brasil, Argentina y Brasil, y parece ser un «procedimiento» escrito en un libro de subversión elaborado, claro, en Estados Unidos.
El empleo de la violencia por las fuerzas neoliberales es activada tras una intensa campaña mediática dirigida a denigrar de los gobiernos y los partidos progresistas de la Patria Grande, por supuesto, enlazada con Miami, la ciudad norteamericana «especializada» desde hace mucho tiempo en sembrar la desestabilización en Latinoamérica y el Caribe.
Evidentemente ese desesperado actuar violento responde a que la derecha es consciente de que le es difícil imponerse a través de los votos en una contienda pacifica como la que se escenificará en Ecuador en los comicios de este 19 de febrero, y sobre los cuales nadie tiene dudas son cruciales para el destino de ese Estado y de Nuestra América.
Un triunfo del partido Alianza País, de su candidato presidencial, Lenín Moreno, y de hecho la continuidad de la Revolución Ciudadana liderada por el actual mandatario, Rafael Correa, pondría contra las cuerdas a quienes han repetido como papagayos la «famosa» frase del «fin de ciclo del progresismo» en la Patria Grande.
La posible victoria de la izquierda ecuatoriana significaría un fuerte anticiclón frente a los vientos huracanados de neoliberalismo que soplan nuevamente desde el Sur del Río Bravo hasta la Patagonia, pero que están condenados, más temprano que tarde, a desaparecer porque son solo provocados y de corta duración.
Como escribí en un anterior artículo, soy de los que piensan que el pueblo de la patria de Correa goleará de zurda a los conservadores el venidero domingo, pese a la guerra mediática y las agresiones, incluidos atentados, de que es blanco.
Confío en que los ecuatorianos sabrán defender su Revolución Ciudadana, y si así no fuera habría que convertir otro revés en victoria. Dejar a un lado cualquier indicio de pesimismo antes de la contienda electoral es hoy vital para lograr el triunfo.
Recuerdo al invicto líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro. En las peores circunstancias nunca dejó de pensar y luchar por la victoria, motivo por el cual no conoció, junto a su pueblo, la derrota.
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