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La derecha y sus recursos

Fuentes: Alainet

Alguien dijo, con propiedad, que uno de los errores de la izquierda es partir del supuesto de que la derecha es tonta. No solamente que no es tonta sino que tiene el poder real, dispone de recursos económicos, técnicos (los medios de comunicación) y sabe cómo combatir cualquier intento de cambio; cualquier intento de que […]

Alguien dijo, con propiedad, que uno de los errores de la izquierda es partir del supuesto de que la derecha es tonta. No solamente que no es tonta sino que tiene el poder real, dispone de recursos económicos, técnicos (los medios de comunicación) y sabe cómo combatir cualquier intento de cambio; cualquier intento de que les cobren los impuestos y tasas que deben pagar, de acabar con sus privilegios.
 
Tal se desprende de lo que está ocurriendo en algunos países latinoamericanos que, sobre la base de la llamada democracia representativa (elecciones) pretenden introducir cambios, transformaciones, especialmente sociales; ponerle límites a las inequidades, hacer que la vida sea un poco mejor para la mayoría, ya que hasta hoy, solo las minorías privilegiadas de nuestros países han tenido acceso a esa opción.
 
¡Cómo lo está haciendo?
 
Los frentes son varios y variados. Depende de cada país, de cada oligarquía local, de cada realidad. Pero hay una especie de directrices (que vienen del imperio a los pelucones locales) que son aplicadas, según las circunstancias. Es que la Revolución Cubana (contra la que ni el imperio ni los imperitos han podido, en medio siglo de existencia) les ha dejado enseñanzas respecto de cómo enfrentar movimientos de esta naturaleza. Veamos:
 
Lo primero, desprestigiar al nuevo líder y su movimiento político. Para ello, disponen de un arsenal de recursos y tretas; más, si el nuevo gobernante y su equipo son ingenuos o no disponen de una política comunicacional, que responda a los desafíos, que se anticipe a los escándalos, que preserve al líder de ser el primer impactado y quien tiene que responder por todo.
 
En esta campaña, la derecha, con la experiencia que ha acumulado en décadas, sabe que todo vale; que vale muy especialmente la ingenuidad de los mandos altos y, sobre todo, la desfachatez y el quemimportismo de los manos medios, que están ahí, para servir mal y a medias a los que han llegado pero para hacerse presentes ante los viejos conocidos. Después de todo, ellos saben o esperan que pase la marejada, sin mayores problemas, y que el reino de la corrupción, chiquita, mediana, grande, pronto volverá a plenitud, como siempre ha sido.
 
En esta tarea, la gran prensa sipiana (de la SIP-CIA) es de suma utilidad. A través de sus espacios (escritos, radiales, televisivos, digitales) es perfectamente posible alimentar todos los días y a toda hora, este desprestigio. Si alguien duda de ello, solo puede ojear un diario de los autollamados «independientes y libres» y encontrar que un escándalo le ha sustituido a otro; que una buena tarea ha sido neutralizada, que una frase ha sido trasplantada a otro contexto; y así por el estilo.
 
Un recurso muy socorrido es la acusación generalizada, la acusación que califica al mismo tiempo que descalifica. Se oye con frecuencia: «Cierto es que algo se ha hecho pero la corrupción sigue campante, en Petroecuador» «En salud, los planes y negociados son en grande» «Cierto es que ha mejorado la vialidad; pero a qué precio» «Lo que el gobierno quiere es apoderarse de la función judicial para beneficiarse él y los suyos, ya que por esas oficinas corren millones de dólares todos los días» Y así, por el estilo. Pero lo que los denunciantes nunca concretan es una sindicación, por lo menos un indicio, de las supuestas «travesuras gubernamentales». Y no es que la corrupción, a todo nivel, ha sido controlada sino que siempre será mucho más fácil generalizar que comprobar. Dice la sabiduría popular que lo importante es insinuar, calumniar, ya que de la ¡calumnia, siempre algo queda! Y afirmaba un viejo político, con una sonrisa de oreja a oreja, que «a él le calumniaron; y como de la calumnia algo queda, a él le quedó una finquita, cerca de Quito»
 
Quizá, en este afán, se me ocurre pensar que hay una especie de confluencia entre lo que afirmaba la ex embajadora USA (que fue declarada por ello persona no grata para el Ecuador) y lo que afirman los autores del libro «El Gran Hermano» y lo que dice el hermano mayor Fabricio y lo que aseguraba el auto investigador de apellido Chambers: que el Presidente Rafael Correa SI estaba enterado de las travesuras del comandante Jaime Hurtado y de los contratos de su hermano Fabricio, que milagrosamente crecieron de 80 millones a más de 700 millones. El objetivo «escondido» que persiguen estas aseveraciones es «hacer creer» que Rafael Correa, el presidente que dice que combate la corrupción y las inequidades, pues «conoce y auspicia desde su alta investidura» este tipo de corrupción.
 
Otra táctica, que se está aplicando a nivel continental: aplicarle al gobernante calificativos de la izquierda. Decirle, por ejemplo, «dictador» a pesar de que su presencia en el palacio de gobierno esté respaldada por la voluntad popular, expresada en las urnas. Y, muy sueltos de huesos (y de ignorancia y cinismo) espetarle un adjetivo de «fascista», de «neoliberal» de «extractivista» de «genocida».
 
Pregunto yo: la mayor parte de los actuales dirigentes de Pahacutik, del MPD, de la CONAIE, de la Izquierda Democrática (lo poco que queda) ¿sabrán a ciencia cierta que están diciendo una barbaridad, una sandez? La mayor parte no; pero las cúpulas de esos y otros grupos, si; o por lo menos presumo que si.
 
¡Se puede asegurar, sin ruborizarse (si se entiende) que Rafael Correa Delgado es un fascista; que es un genocida? Esos calificativos, hasta la fecha, no tienen asidero alguno, así uno sea un aficionado al «futurologismo» De la historia reciente, podríamos decir que apuntaban a autócratas, León Febres Cordero y, tal vez, el coronel Lucio; pero de ninguno de los dos podríamos afirmar que eran fascistas, genocidas, aunque ganas no les faltó.
 
¿Neoliberal? En el peor de los casos podríamos decir que Correa es tolerante con el neoliberalismo porque una cosa es hacer una revolución en regla; y otra, muy distinta, pretender hacer una «revolución ciudadana» pero en paz y tranquilidad, con la anuencia de todos los actores. Y los actores, especialmente si son pelucones, se oponen y se opondrán con todas sus fuerzas y sus recursos a cualquier cambio, por más pequeño que sea. Hasta de la cúpula de la iglesia católica (a pesar de todos los cambios que se han dado en su interior) podríamos decir que sigue siendo neoliberal; ¿pero de Correa? En todo caso sería un nuevo neoliberal que hace exactamente lo que la vieja izquierda quiso hacer siempre: que la política sea soberana, nuestra, honesta, ecuatoriana.
Según datos estadísticos confiables de lo que está ocurriendo en Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua (y muy pronto, en el Perú ¿o no?) estas prácticas y estos epítetos, como que están perdiendo terreno. O cuando menos, la gran prensa sipiana (de la SIP-CIA) está perdiendo credibilidad frente a pueblos que empiezan a darse cuenta dónde mismo ha estado el engaño, la mentira, la manipulación.
 
Se explica, por lo tanto, que lo poco que queda de la llamada partidocracia (socialcristianos, democristianos, liberales, ideotas, etc) estén empeñados en estas batallas, ya sea por «motu propio» o a través de la agresión mediática. Y de que también, los grupos que hasta hace poco proclamaban su izquierdismo, su marxismo, hoy sean los aliados de la ultra derecha. No en vano la prematuramente vieja CONAIE, desde que tuvo sus contactos con la peluconería más florida de Guayaquil (la Junta Cívica, Madera de Guerrero) entendió que en ellos también había eso que los antiguos comunistas identificaban como «lucha de clases» Y también, que tarde o temprano, los que se decían herederos del marxismo-leninismo tenían que ser desplazados de esos «nichos» (para hablar en términos sociológicos neoliberales) que terminaron de tumbas mal olientes de lo que pudo haber sido y no fue.
 
A propósito de los medios que yo los llamo sipianos, pues también se ha operado un cambio muy importante. Contrariamente de lo que pasó en la Cuba revolucionaria, ahora tienen la consigna de «aguantar» en sus respectivos países y de no buscar el exilio, porque el exilio, por más dorado que sea, mata. Y esos medios y sus analistas estrella (o estrellados) deben canalizar todo el proceso de oposición a los cambios, mentir, tergiversar; y, si es posible, victimizarse. Y da la casualidad que los nuevos líderes y sus movimientos políticos, ni matan, ni secuestran, ni allanan medios. ¿Qué hacer? Para eso está un organismo autodenominado FUNDAMEDIOS, que junto a asambleístas relacionados y otros actores, como no han sido victimizados y tienen que resistir aquí, pues si Correa dice que los medios son corruptos y los periodistas ídem, pues ese es un síntoma de que es «un riesgo para la libertad de expresión» Más si presenta una demanda judicial.
 
 Vuelvo a una sentencia bíblica: «Por sus obras los conoceréis» Añadiría que por sus obras os identificaréis. Y contra ello, no hay nada que pueda hacerse.
 
 Quito, abril 7/2011
 
– Alberto Maldonado S. es Periodista – Ecuador
 

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