Traducido por Manuel Talens
El capitalismo no funciona. Una reciente encuesta del Pew Research Center ilustró esta realidad al poner en evidencia que cada vez hay menos gente en USA que no lo considera positivo, en especial entre los más jóvenes. Reflexionemos sobre los siguientes hechos: decenas de millones de trabajadores están siendo despedidos de sus empleos o bien nunca tuvieron un trabajo; no pueden costearse el seguro médico ni una alimentación de calidad; están perdiendo sus pensiones y siendo expulsados de sus hogares, todo ello mientras el calentamiento global y la contaminación, como bien lo refleja el desastre provocado en el Golfo de México por la petrolera BP, avanzan sin freno.
En particular los jóvenes están perdiendo la fe en el capitalismo conforme las escuelas públicas empiezan a cerrar sus puertas de forma alarmante, sobre todo en amplias zonas urbanas. El costo de los estudios universitarios está fuera del alcance para la mayoría de los pobres y de la clase obrera joven.
¿Y cuál es la alternativa que tienen los jóvenes cuando la educación no está entre sus opciones de futuro? Irse al ejército o terminar en la cárcel. Diversos estudios muestran que cada vez es mayor el número de estados en este país donde los jóvenes negros y latinoamericanos tienen más probabilidades de ir a la cárcel que de graduarse en la Universidad. En realidad, toda una generación de jóvenes está siendo criminalizada.
Y, dado que el capitalismo es un sistema global que se sostiene por medio de los beneficios de una pequeña camarilla de multi y archimillonarios, necesita un aparato represor bien engrasado para mantener a los trabajadores y a los oprimidos en la desunión y la impotencia. Dicho aparato, también conocido por el nombre de Estado, incluye a los medios dominantes; a todas las ramas del gobierno, local, estatal y federal; a las prisiones, calabozos y tribunales; al Pentágono y a los militares; y a mucho más.
La clase dominante controla estas instituciones represoras con leyes burguesas y las financia. Las usa como un amortiguador entre ella −los ricos− y las masas.
La institución represora más notoria es la policía. Desde el primer día en que los niños van a la escuela en USA se les enseña que la función de policía es «proteger y servir» al pueblo. Pero en realidad es un cuerpo armado que existe para servir y defender la propiedad privada y los beneficios de la clase capitalista dominante.
De la misma manera que los militares usamericanos y sus títeres oprimen los pueblos del mundo −desde Iraq hasta Afganistán hasta Somalia− la policía, en sus diferentes formas, oprime a las masas en este país. Para los trabajadores inmigrantes, más aún si son indocumentados, esta represión se encarna en el Immigration and Custom Enforcement y en sus patrullas fronterizas armadas, que con sus batidas aterrorizan el sureste del país y por doquier.
Millones de jóvenes son detenidos y cacheados por la policía a lo largo y a lo ancho del país por el mero hecho de ser negros o latinos y de vivir en un barrio pobre. Sólo en la ciudad de Nueva York, el 55% de las 575.000 personas a las que paró la policía en 2009 eran de raza negra. Es de señalar que, según las estimaciones, únicamente el 25% de los neoyorquinos son negros.
Aiyana Jones, una niña negra de 7 años, murió a manos de unos policías de Detroit cuando tiraron una granada en su casa mientras dormía con su abuela. En fechas recientes, DeAsia y Destiny Bronaugh, dos estudiantes negras de secundaria, estaban protestando contra los cierres escolares en Cleveland cuando un policía racista las atacó físicamente y luego las detuvo.
Pregunten ustedes a un trabajador en huelga que trata de evitar que un esquirol cruce los piquetes en qué bando está la policía: nueve de cada diez veces les dirá que, desde luego, no en el suyo.
Los policías pueden tener sindicatos, pero no son obreros. Los obreros producen un bien de consumo o servicio que es útil y necesario para toda la sociedad. La policía sirve como fuerza armada y represora por encima de las mismas leyes, que están ahí para mantener subyugados a los trabajadores y a los oprimidos.
La citada encuesta del Pew Research Center mostró que cada vez hay más gente que empieza a ver con buenos ojos el socialismo. Este alentador cambio en la manera de pensar dentro del más poderoso país imperialista es una buena señal para el avance de la lucha de clases. Pero el pensamiento debe transformarse en acción y organización en el radical proceso de reemplazar el capitalismo y su corrompida clase de ricos parásitos −con sus raíces y sus ramas− por un sistema socialista que otorgue el poder a los trabajadores y cubra todas las necesidades de la gente.
Sólo el poder obrero revolucionario puede realizar una nueva sociedad capaz de ofrecer trabajo, hogar, cuidados sanitarios y educación bajo la forma que derechos y terminar de una vez por todas con el terror policial y estatal.
Fuente: http://www.workers.org/2010/editorials/capitalism_0603/