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Presentación de 'El islam como anarquismo místico', de Abdennur en el Espai Obert

La dimensión libertaria del islam

Fuentes: Rebelión

Bismil-lâh, as salamu aleykum Gracias a todos por venir. Tengo a mi lado a dos de las personas que están en el origen de este libro. Una de ellas Toni Serra. El otro Miguel, de la editorial Virus. A ambos quiero agradecer muy especialmente su presencia. Y, como no, a Gerard Horta.   ¿Por qué […]

Bismil-lâh, as salamu aleykum

Gracias a todos por venir. Tengo a mi lado a dos de las personas que están en el origen de este libro. Una de ellas Toni Serra. El otro Miguel, de la editorial Virus. A ambos quiero agradecer muy especialmente su presencia. Y, como no, a Gerard Horta.

 

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¿Por qué este libro, por qué desarrollar esta comparación entre islam y anarquismo, que a muchos, de entrada, se les antoja inverosímil? ¿Y porqué precisamente en este momento? Este ensayo responde a la necesidad interna de conciliar dos pasiones, clarificar hasta que punto uno puede ser al mismo tiempo musulmán y anarquista. Responde a un proceso personal, pero también a la necesidad (interna al islam) de recuperar la dimensión más libertaria de nuestra tradición. Pues resulta cada vez más evidente que la mayoría de los discursos islámicos vigentes están a años luz de su espíritu iniciático y revolucionario, y responden más a la necesidad de mantener las costumbres heredadas.

Están a años luz la mayoría de las instituciones que se presentan como guardines de la tradición, los grandes mufties, los consejos de ulemas al servicio del poder, los ministerios de asuntos religiosos, encargados de velar por la pureza doctrinal de las masas musulmanas. Es decir, por la supremacía de una visión reaccionaria del islam, pietista y alienante, que no cuestione el status quo.

Esta a años luz el salafismo, con su mediocre, anacrónica y alienante idolatría del pasado, su obsesión con la pureza doctrinal y ritual, su obsesión con lo haram y lo halal, con su rechazo malsano de la innovación, de la creatividad.

Esta a años luz ese «islam moderado», «liberal» o «progresista» que los poderes de occidente tratan de promocionar, aparentemente como antídoto del fundamentalismo, pero en realidad como un medio de desactivar las potencialidades revolucionarias del islam, de modo que no interfiera en sus planes de dominio planetario y de expansión del capital.

Y también está a años luz ese sufismo edulcorado, sin anclaje en su entorno social más inmediato, que se pasa el día cantando hermosas letanías, alabando a Al-lâh y proclamando lo infinito de Su amor y bla bla bla.

Pero no seamos crueles, no tenemos derecho. Todas las manifestaciones del islam responden a necesidades colectivas y a anhelos personales. Todas ellas son parte del islam contemporáneo, nos guste o no. Pues lo que aquí vengo a proponer no es una nueva visión de cual es el «islam correcto», de lo que debemos pensar o creer los musulmanes, pues eso sería caer en una visión esencialista y en cierto sentido autoritaria.

Al escribir este ensayo, lo único que he pretendido es el recuperar una dimensión fundamental al islam que sentimos desaparecida de la escena, aún siendo la que más necesitamos. Pues, si atendemos a la biografía y a las palabras del Profeta, pocos pueden poner en duda que Muhámmad fue un auténtico revolucionario, que lanzó un mensaje igualitario, en nombre de los oprimidos, en contra de las oligarquías de su tiempo. Un mensaje plenamente vigente, en el cual la liberación colectiva es inseparable de la liberación individual, de la superación del egoísmo y el trabajo de pulimento del ego, para que pueda reflejar las más nobles cualidades. Un mensaje de retorno a nuestra naturaleza más profunda, a recuperar la pureza del bebé en un estado avanzado de conciencia. Un estado que pasa por la entrega incondicional a Al-lâh, la Realidad única de la cual todos partimos y hacia la cual todos nos dirigimos, y por la cual somos convocados a vivir en armonía con el resto de la Creación, como seres conscientes de nuestra precariedad esencial de criaturas, que reconocen con agradecimiento la deuda de la vida.

Para recuperar esta dimensión libertaria del islam, creo que resulta sumamente ilustrativa la comparación entre el islam y el anarquismo. Teniendo siempre claro que una comparación no es una equivalencia. No se trata de establecer una identidad forzada, sino de poner sobre la mesa una serie de elementos comunes entre islam y anarquismo, cuya cercanía se hace evidente una vez enunciados. Esta comparación le sirve para indagar tanto en la naturaleza del islam, como tradición revelada, como en la naturaleza del anarquismo, como ideario político o contrapolítico sustentado en una ética y en una visión positiva del ser humano y de las relaciones naturales, que incluye normas relacionadas con la economía, tendentes a lograr una sociedad justa.

¿En que consiste pues esta comparación? No puedo resumir el libro, pero sí quisiera destacar algunos puntos.

En primer lugar, un hecho central al islam y al anarquismo, como es el rechazo de la tiranía y del autoritarismo, y una conciencia radical de la libertad humana. El anarquista lo expresa de modo negativo: ausencia de gobierno:

«no reconozco como soberanos a esos poderes mundanos que actúan movidos por sus intereses personales y sus ansias de dominio, creo que podemos pasarnos muy bien sin dichas estructuras de poder».

El musulmán lo expresa de otro modo: no hay poder salvo en Al-lâh:

«no reconozco a otro soberano excepto a Al-lâh, Creador de los cielos y la tierra, Fuerza matriz de todo lo existente, que no cesa de crear, que no puede ser representado y esta más allá de todo aquellos que los seres humanos le atribuyen».

Pues esto es lo que significa ser musulmán: someterse a la Realidad única, entregarse a la fuerza que esta en la raíz de la existencia, y no aceptar como absolutas ninguna de sus manifestaciones. El anarquista tiene problemas con la palabra clave del islam, sometimiento, entrega. Lo que no comprende es que, al afirmar que no se somete a nada más que a Al-lâh, el musulmán esta proclamando su insumisión ante los poderes de este mundo, su no sometimiento a nada creado.

El segundo punto que quisiera mencionar resulta sorprendente: la comparación entre la crítica de la religión instituida que encontramos en el Corán y aquella trazada por algunos autores anarquistas. Todos los personajes negativos que aparecen en el Corán son gente religiosa: el Faraón, los magos, los hipócritas, los asociadores… El islam nace como respuesta a la institucionalización reaccionaria de la religión, al servicio del status quo. En este sentido, y por muy paradójico que pueda parecer, el Corán está más cerca de la crítica anarquista de las instituciones religiosas que de muchas instituciones llamadas musulmanas. La negación que hacen muchos ateos de la religión es en realidad negación de esta religiosidad al servicio del poder que caracteriza la historia de occidente. Corresponde a la primera parte de la shahada: la ilaha, no hay dios. Como dijo un musulmán andaluz, un ateo es alguien que ha empezado a decir la shahada, pero le falta completarla: illa Al-lâh, salvo Al-lâh, la Realidad única, que no puede ser abarcada, que esta más allá de toda representación.

El tercer aspecto clave hace referencia a la ética económica. En este punto, podemos hablar de una auténtica conciencia social por parte de Muhámmad. De forma más precisa, de la conciencia de que es necesario regular las actividades económicas, evitar los monopolios, la usura y la especulación, la acumulación de riquezas en unas pocas manos. Al mismo tiempo, pone en primer plano la dignidad del trabajo y de los trabajadores, la hermandad que debe presidir las relaciones sociales.

Ligados a esta ética económica y a esta conciencia social, existen otros muchos aspectos que se pueden fácilmente comparar con el anarquismo, como son el igualitarismo, la solidaridad y la ayuda mutua como bases de la sociedad, la toma de decisiones en asamblea, el amor a lo simple y lo espontáneo, la dimensión ecológica, la desconfianza hacia las pretensiones del saber humano, la desconfianza ante los sistemas complejos… y el yihad, ese espíritu de combate que tanto desasosiego causa a los poderes de este mundo.

Son muchos elementos de encuentro, más de los que podíamos imaginar a simple vista, que he tratado de desarrollar en este ensayo, de forma directa y apasionada, sin demasiado espacio para las elucubraciones. Muchos elementos en común, que justifican la presentación del islam como una forma de anarquismo espiritual o místico.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.