La reestructuración del sistema capitalista a partir de la década del 70 impulsó el accionar de un nuevo actor económico: Las empresas trasnacionales, cuya lógica fue la de penetración de los mercados internos de los países y el desmembramiento horizontal y geográfico de la producción dirigiendo el proceso desde un lugar central hacia donde también […]
La reestructuración del sistema capitalista a partir de la década del 70 impulsó el accionar de un nuevo actor económico: Las empresas trasnacionales, cuya lógica fue la de penetración de los mercados internos de los países y el desmembramiento horizontal y geográfico de la producción dirigiendo el proceso desde un lugar central hacia donde también se dirige el excedente económico.
La búsqueda de rentabilidades vía espacios de laxa agremiación sindical o de coste laboral menor, a lo que se suman diferencias monetarias relevantes capaces de justificar por si solas ganancias extraordinarias, fue también el motor de dicho proceso.
En el plano tecnológico los avances en materia de las formas de producir -toyotismo o just in time entre otros- y la revolución del conteiner fueron instrumentos necesarios para comprender sus alcances.
Los Estados o las naciones pasan a un segundo plano ante la imponencia del proceso que alcanza tanto a los países desarrollados como a los demás, dando lugar a una puja o competencia interplanetaria por la localización productiva.
Asimismo es necesario señalar el contexto político de las ideas neoliberales que reconvierten a los países hacia una tensión conservadora enfatizada en la década de los 80 por el tándem Thatcher-Reagan.
Lentamente los países impulsores de estas ideas comenzaron a perder puestos laborales productivos en favor del área Oriental, lo que sumado a las políticas anteriormente señaladas, el desempleo paulatino y la pérdida de ingresos en favor de otros grupos sociales, comenzó a materializarse.
La llamada Tercera Vía, donde los partidos políticos progresistas de Europa y parcialmente de EE.UU. se subsumen a la lógica de la globalización no tardo en ponerse en crisis pocas décadas después, pues no daba respuesta a los conflictos sociales emergentes dando lugar a lo que se conoce como crisis de representatividad política.
Dicha crisis puso de manifiesto posturas nacionalistas de derecha que cuestionan el estatu quo y que deberían replantear las estrategias del resto del arco político.
Las posturas nacionales que durante más de una década surcaron los contornos latinoamericanos son, en parte, una respuesta a ello y ahora el cénit del sistema capitalista parece terciar en ese sentido gracias a la elección de Donald Trump, quien pretende poner en tela de juicio los méritos del llamado libre comercio y la deslocalización productiva.
¿Estaríamos frente a un revival de «América para los Americanos»?
Lo cierto es que sin un mercado interno consolidado capaz de generar sinergia productiva y cohesión social los conflictos sociales emergen, como la marginalidad el desempleo y la frustración, caldos de cultivo predilectos para la acción delictiva y la pauperización social.
Quizás Trump solo puso en evidencia este amplio sector social huérfano de un estímulo político capaz de canalizar su situación.
El desarrollo de los acontecimientos y el trajinar de la coyuntura dirán hasta donde los dichos será realidades-
Ezequiel Beer – Geógrafo UBA y analista político
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