Traducción por S. Seguí
En el siglo XX, Detroit, en el estado de Michigan, simbolizaba el poderío industrial estadounidense; hoy, simboliza la economía deslocalizada.
La población de Detroit se ha reducido a la mitad. Una cuarta parte de la ciudad -35 millas cuadradas- es un lugar desolado, con sólo unas pocas casas aún en pie en calles en gran parte abandonadas. Si el gobierno municipal consigue dinero de Washington, los planificadores urbanos van a reducir el tamaño de la ciudad y crear zonas rurales o verdes donde antes había barrios.
El presidente Obama y los economistas nos brindan una serie de lugares comunes acerca de la recuperación. Pero, ¿cómo recuperar una economía cuando sus líderes económicos han pasado más de una década trasladando al extranjero industrias de alta productividad y alto valor agregado, y empleos de clase media, junto al PIB conexo?
El Bureau of Labor Statistics (Oficina de Estadísticas Laborales) ha publicado este mes una serie de estadísticas descorazonadoras: tanto el número de empleos como el de horas trabajadas han registrado descensos; a finales del año pasado, la economía de EE.UU. tenía menos puestos de trabajo que a finales de 1997, hace 12 años; el número de horas trabajadas, al final del año pasado, era inferior al de finales de 1995, hace 14 años; la semana laboral promedio se está reduciendo, y actualmente es de 33,1 horas para los trabajadores no supervisores.
Planteando un importante problema a la teoría económica, la productividad laboral o la producción por hora/trabajador y la compensación laboral han registrado una divergencia notable durante la última década. Los salarios no aumentan con la productividad, y quizás la explicación radique en los datos de productividad. Susan Houseman descubrió que las estadísticas de productividad del trabajo en EE.UU. podrían en realidad reflejar los bajos salarios pagados en los empleos deslocalizados. Una empresa estadounidense que produzca en EE.UU. y China, por ejemplo, arroja unos resultados globales en materia de productividad del trabajo y compensación laboral. Las estadísticas de productividad, por lo tanto, miden la productividad del trabajo de las corporaciones globales, no la de la mano de obra estadounidense.
Charles McMillion ha señalado que, de hecho, los costos laborales por unidad disminuyeron durante 2009, pero que los costes laborales han ido en aumento durante toda la década. El aumento de los costos no laborales refleja tal vez la disminución del valor de cambio del dólar, y la mayor dependencia de los factores de producción importados.
Los economistas y los formuladores de las políticas tienden a culpar a los directivos y los sindicatos del sector del automóvil por la decadencia de Detroit; sin embargo, la industria manufacturera estadounidense ha declinado en general. La empresa Evergreen Solar anunció recientemente que está desplazando la fabricación de elementos de energía solar y el montaje de los mismos de Massachusetts a China.
Un estudio realizado por el Departamento (ministerio) de Comercio estadounidense de la industria de máquinas-herramienta de precisión mostró que EE.UU. se halla en último lugar. Dicha industria tiene una cuota de mercado en retroceso y el menor incremento en el valor de las exportaciones. El Departamento de Comercio hizo una encuesta de los usuarios finales de estas máquinas-herramienta, que reveló que las importaciones representaron el 70 por ciento de las compras. Algunos distribuidores estadounidenses de máquinas-herramienta de precisión ni siquiera venden marcas nacionales.
La economía financiera que iba a sustituir a la economía industrial no está a la vista. EE.UU. tiene tan solo cinco bancos entre los 50 mayores por el tamaño de los activos. El banco más grande de EE.UU., JPMorgan Chase ocupa el séptimo lugar; Alemania cuenta con siete bancos en el Top 50, y el Reino Unido y Francia tienen cada seis cada uno; y Japón y China, cinco cada uno. Dos pequeños países, Suiza y Países Bajos tienen en conjunto seis bancos en el Top 50, con unos activos combinados de 1.185 mil millones dólares más que los cinco mayores bancos de EE.UU..
Por otra parte, tras el fraude perpetrado por los bancos estadounidenses de inversión con sus productos derivados en los bancos de todo el mundo, no hay perspectivas de que ningún país confíe en el liderazgo financiero estadounidense.
El liderazgo económico y político de Estados Unidos ha utilizado su poder al servicio de sus propios intereses a expensas del pueblo estadounidense y sus perspectivas económicas. Al enriquecerse a corto plazo, ha derribado la economía del país, y hoy EE.UU. está en camino de convertirse en una economía del Tercer Mundo.
Paul Craig Roberts fue editor del Wall Street Journal y secretario adjunto del Tesoro en el gobierno de Ronald Reagan. Su último libro, How the Economy Was Lost, ha sido publicado recientemente por CounterPunch/AK Press. Se le puede contactar en: [email protected]
S. Seguí es miembro de Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística.
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar el nombre del autor y el del traductor, y la fuente.