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La emigración ilegal del Sur al Norte y la hipocresía de los países ricos

Fuentes: Rebelión

Hace pocos días otra tragedia sufrió el continente africano cuando una «patera»con emigrantes ilegales procedente de Gambia se hundió frente a las costas de Mauritania,con saldo de más de 50 muertos, en su mayoría jóvenes. Leí entonces varias informaciones en las cuales se culpaba a los gobiernos de África Occidental de que, pese a su […]

Hace pocos días otra tragedia sufrió el continente africano cuando una «patera»con emigrantes ilegales procedente de Gambia se hundió frente a las costas de Mauritania,con saldo de más de 50 muertos, en su mayoría jóvenes.

Leí entonces varias informaciones en las cuales se culpaba a los gobiernos de África Occidental de que, pese a su crecimiento económico en los últimos años, no han sido capaces de resolver las múltiples dificultades que enfrentan las nuevas generaciones en sus naciones.

Sin embargo, en esos reportes de prensa se obvia explicar por qué en realidad miles de personas del llamado continente negro se lanzan a la mar con el propósito de llegar a Europa, en busca de un sueño que le venden a diario los grandes emporios de comunicación, y que más que ello es una pesadilla, como similar les sucede a los latinoamericanos con Estados Unidos.

Para nada se menciona que la pobreza y las guerras en el Sur son responsabilidad del Norte, el cual durante siglos ha agredido militarmente, y alentado conflictos interétnicos y políticos para expoliar al denominado Tercer Mundo de sus riquezas.

Acusan siempre que pueden a los gobiernos de África de corruptos, como si en el Norte nos los fueran más, y callan que las mafias de traficantes de seres humanos operan a su antojo, en muchos casos con el consentimiento de las autoridades de los Estados desarrollados.

Por supuesto,que en las mismas informaciones para nada se habla de la necesidad de promover una emigración ordenada, y que por el contrario se restringen al máximo los visados, mientras al unísono se construyen enormes cercas eléctricas y muros, como los que defiende el inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, donde también mueren miles de personas tratando de materializar sus»sueños-pesadillas».

Tampoco se dice que la mayoría de los ciudadanos africanos que consiguen llegar a Europa son considerados ilegales por largos años, pueden ser deportados en cualquier momento, y viven y laboran en condiciones de esclavitud por el hecho de carecer de documentación oficial, de lo cual se aprovechan inescrupulosos empleadores para explotarlos.

Las trágicas noticias de fallecimientos de africanos por hundimiento de «pateras» en los mares Atlántico y Mediterráneo se venden internacionalmente, como las de latinoamericanos en la frontera de México con Estados Unidos, como simples crónicas rojas que evaden ir al fondo del problema.

No basta tampoco deshacerse de la responsabilidad de esas muertes con hipócritas condolencias a los familiares de las victimas por parte de las autoridades de las naciones ricas, ni culpar a los gobiernos del también llamado continente olvidado.

El Norte sabe muy bien que con una cooperación mayor y sostenida con el Sur, utilizando parte de las ganancias multimillonarias que obtiene de las materias primas que se lleva de África y con las espeluznantes cifras de dinero que invierte en cercas eléctricas y en el control de sus aguas jurisdiccionales para impedir la entrada en su territorio de emigrantes, puede solucionar el problema y evitar más tragedias humanas.

Pero la extrema ambición de los más ricos, mezclada con el racismo, además de la ceguera política de muchos gobernantes, impide actuar consecuentemente ante uno de los grandes dilemas que enfrenta hoy la humanidad

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.