Traducción para Rebelión: Carlos X. Blanco
Todo se convierte en mercancía, advirtió Marx en 1847. Sin embargo, nunca antes se había elevado la forma de los bienes a medio de comunicación total. Así que domina el modelo de empresa y hoy en día, en lugar de los hospitales, están las «empresas de salud».
Todo se convierte en mercancía: así lo advirtió Marx en 1847. Marx no podía prever, tal vez, que incluso el vientre de las mujeres y la escuela llegarían a serlo también. Sin embargo, su diagnóstico era claro y, después de todo, si se entendía correctamente, permitía predecir la completa mercantilización que está teniendo lugar hoy en día. De la economía de mercado en la que vivió Marx, hemos pasado indiferentemente a la sociedad de mercado, en la que no existe ningún parámetro que se resista a la «omnimercantilización» (Latouche). Incluso escuelas, hospitales y úteros de mujeres.
En palabras de Foucault, la conexión con el mercado se ha transformado en un «a priori histórico», es decir, en una condición de realidad para cada afirmación y para cada representación del significado del pensamiento. Todo lo que decimos y pensamos se dice y se piensa sobre la base de la forma de los bienes como una condición ineludible de posibilidad de ser enunciado y pensado lo real.
Con Heidegger, somos hablados por medio del lenguaje: en él cristaliza el espíritu del tiempo. Nuestro léxico, a veces sin que nos demos cuenta, está colonizado por la forma de los bienes. Incluso la esfera sentimental, que parece ser la más heterogénea respecto a la forma de la mercancía, está profundamente impregnada de ello: ¿no se ha hablado desde hace algún tiempo de «inversión afectiva»?
Al igual que el kantiano «Yo Pienso», los bienes deben poder acompañar a todas mis representaciones. Nunca antes se había elevado la forma de los bienes al medio total de comunicación de una cultura. Nunca antes lo real y lo simbólico habían sido completamente mercantilizados.
Dentro de los confines del capitalismo totalitario, mundo del que somos sus habitantes, el individuo está sometido al capital no sólo como vendedor de mano de obra (que es, además, precaria y flexible en estos tiempos). Su incorporación es en sí misma absolutamente totalitaria, ya que se produce tanto en la cultura como en el tiempo libre, en la educación como en la enfermedad, e incluso en la muerte. No hay dominio de la vida desnuda que pueda escapar hoy a las garras mortales del capital.
En el pasado, el capital se detenía a las puertas de la fábrica. Hoy las ha atravesado y ha tomado la totalidad de la vida, el pensamiento y la imaginación.
Así, prevalece el modelo de la empresa total: todo se convierte en empresa, incluso las escuelas. Como resultado de esta dinámica empresarial inicial, en lugar de hospitales existen ahora «agencias de salud», según la lógica de la mercantilización de la salud y de la propia atención sanitaria. La salud ha dejado de ser un derecho social ineludible y se ha convertido en una mercancía entre muchas.
Fuente original: https://www.fanpage.it/l-azienda-sanitaria-e-la-mercificazione-del-linguaggio/