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La era de arrimar el hombro

Fuentes: http://www.elpais.cr

Mis artículos sobre la situación ecológica de la Tierra pueden haber suscitado en los lectores y lectoras no pocas angustias. Y es bueno que haya sido así, pues las angustias nos sacan de la inercia, nos hacen pensar, leer, conversar, discutir y buscar nuevos caminos. En tiempos sombríos como los nuestros, la tranquilidad sería una […]

Mis artículos sobre la situación ecológica de la Tierra pueden haber suscitado en los lectores y lectoras no pocas angustias. Y es bueno que haya sido así, pues las angustias nos sacan de la inercia, nos hacen pensar, leer, conversar, discutir y buscar nuevos caminos. En tiempos sombríos como los nuestros, la tranquilidad sería una irresponsabilidad. Todos y cada uno debemos actuar rápido y juntos, porque todo es urgente. Tenemos que movilizarnos para definir un nuevo rumbo a nuestra vida en este planeta, si queremos seguir viviendo en él.

Los tiempos de abundancia y comodidad pertenecen al pasado. Lo que está ocurriendo no es una simple crisis, sino algo irreversible. La Tierra ha cambiado sin posibilidad de volver atrás y nosotros tenemos que cambiar con ella. Ha empezado el tiempo de la conciencia de la finitud de todas las cosas, también de lo que nos parecía más perenne: la persistencia de la vitalidad de la Tierra, el equilibrio de la biosfera y la inmortalidad de la especie humana. Todas estas realidades están experimentando un proceso de caos. Al principio se presenta destructivo, dejando caer todo lo que es accidental y meramente agregado, pero enseguida, se revela creativo, dando forma nueva a lo que es perenne y esencial para la vida.

Hasta ahora vivíamos en la era del puño cerrado para dominar, subyugar y destruir. Ahora comienza la era de la mano extendida y abierta para construir, arrimando todos el hombro, en colaboración y solidaridad, «el vivir bien comunitario» y el bien común de la Tierra y de la humanidad. Adiós al inveterado individualismo y bienvenida la cooperación de todos con todos.

Como los astrofísicos y los cosmólogos nos aseguran, el universo está todavía en génesis, en proceso de expansión y de autocreación. Hay una energía de fondo que subyace a todos los eventos, sustenta cada ser y ordena todas las energías hacia adelante y hacia arriba rumbo a formas cada vez más complejas y conscientes. Nosotros somos una emergencia creativa de ella.

Esa energía de fondo está siempre en acción, pero se muestra especialmente activa en momentos de crisis sistémica cuando se acumulan las fuerzas para provocar rupturas y posibilitar saltos de cualidad. Entonces es cuando ocurren las «emergencias»: algo nuevo, que todavía no existe, pero que está contenido en las virtualidades del universo.

Estimo que estamos a las puertas de una de estas «emergencias»: la noosfera (mentes y corazones unidos), la fase planetaria de la conciencia y la unificación de la especie humana, reunida en la misma casa común, el planeta Tierra.

Entonces nos identificaremos como hermanos y hermanas que se sientan juntos a la mesa, para convivir, comer, beber y disfrutar de los frutos de la Madre Tierra, después de haber trabajado de forma cooperativa y respetando la naturaleza. Confirmaremos así lo que dijo el filósofo del Principio Esperanza, Ernst Bloch: «el génesis no está al principio sino al final».

Hago mías las palabras del padre de la ecología norteamericana, el antropólogo de las culturas y teólogo Thomas Berry: «Nunca nos faltarán las energías necesarias para forjar el futuro. Vivimos, en realidad, inmersos en un océano de energía, mayor de lo que podemos imaginar. Esta energía nos pertenece, no por vía de la dominación sino por vía de la invocación».

Tenemos que invocar esta energía de fondo. Ella siempre está ahí, disponible. Basta abrirse a ella con la disposición de acogerla y de hacer las transformaciones que ella inspira.

Por ser una energía benéfica y creadora, ella nos permite proclamar con el poeta Thiago de Mello, en medio de los callejones sin salida y de las amenazas que pesan sobre nuestro futuro: «Está oscuro, pero canto». Sí, cantaremos el adviento de esta «emergencia» nueva para la Tierra y para la humanidad.

Porque amamos las estrellas, no tenemos miedo de la noche oscura. En las estrellas se encuentra nuestro origen, pues estamos hechos de polvo de estrellas. Ellas nos guiarán y nos harán brillar de nuevo, porque para eso aparecimos en este planeta: para brillar. Este es el propósito del universo y el designio del Creador.

*Teólogo

Fuente: http://www.elpais.cr/articulos.php?id=31271

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