Presentación (del propio autor): Soy economista de formación -aunque, a decir verdad, eso es más bien un desdoro-, profesor de ciencias sociales en un centro de estudios y escritor de artículos sobre historia, teoría económica y finanzas en el blog Trampantojos y Embelecos. Allí trato de poner un granito de arena en la crítica del […]
Presentación (del propio autor): Soy economista de formación -aunque, a decir verdad, eso es más bien un desdoro-, profesor de ciencias sociales en un centro de estudios y escritor de artículos sobre historia, teoría económica y finanzas en el blog Trampantojos y Embelecos. Allí trato de poner un granito de arena en la crítica del discurso del capital -encarnado en la teoría económica ortodoxa y en el paradigma político neoliberal- y en la defensa de la necesidad de construir nuevos sujetos y prácticas emancipatorias. Soy miembro asimismo de la Asociación 500×20 , un humilde pero corajudo colectivo que lucha contra la violencia inmobiliaria, principalmente en el ámbito del alquiler, en el distrito de Nou Barris de Barcelona.
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Nos habíamos quedado aquí. Recojo la frase: «El dinero es lo único que importa». Dos dudas: creo entender que incluyes a la TMM dentro de la corriente poskeynesiana. ¿También los partidarios de la TMM se ven así? ¿Nos puedes citar el nombre de algún economista representativo de esa corriente? ¿Steve Keen por ejemplo?
Sí, te diría que la TMM comparte muchos rasgos comunes -también sin duda con alguna divergencia- con la matriz keynesiana. Dentro, eso sí, de su rama izquierda -opuesta al intento de integración del legado de Keynes, limando sus aristas más «subversivas», dentro de la ortodoxia, perpetrado por Hicks y Samuelson y conocido como síntesis neoclásica- encarnada en la corriente poskeynesiana. Podríamos describir su leit motiv como la prioridad de la lucha contra el desempleo crónico, provocado por el déficit de demanda de consumo e inversión -el principio de demanda efectiva- en un capitalismo que no tiende al equilibrio de pleno empleo y el uso de las políticas fiscal y monetaria públicas como remedio: la función reparadora del Estado, cual Deus ex machina, para arreglar el engranaje averiado que provoca las recurrentes crisis capitalistas.
Así parece ser. En La moneda del pueblo, un libro de Stuart Medina Miltimore publicado por El Viejo Topo y prologado por Manolo Monereo, se señala precisamente eso que acabas de comentar:
[…] el objetivo fundamental que quiere alcanzar la Teoría Monetaria Moderna es el pleno empleo. Pleno empleo, derechos laborales y sindicales, servicios públicos y pensiones dignas, es decir, las reivindicaciones fundamentales en más de 150 años de conflictos sociales y de lucha de clases. Inevitablemente, alcanzar ese objetivo choca directa o indirectamente con aquellas posiciones que consideran que el pleno empleo de hombres y mujeres no es ya posible hoy, ni seguramente necesario. La Teoría Monetaria Moderna, sin embargo, cree posible cambiar el mundo, y argumenta cómo hacerlo; más allá del poskeynesianismo, pone de revés las actuales visiones económicas, desde la neoliberal a la keynesiana, defendiendo mediante el endeudamiento del estado una política de pleno-empleo. Una teoría turbadora, pues pone en tela de juicio conceptos universalmente aceptados, pasivamente, impuestos por las clases dirigentes.
Sí, ese párrafo que mencionas, con su tono salvífico de haber encontrado la ‘bala de plata’ que pueda ‘armonizar el capitalismo y la lucha de clases’, es muy característico de los apóstoles de la TMM. También sostienen, en el ámbito estrictamente monetario, en oposición frontal a la visión ortodoxa de la banca como intermediaria financiera entre el ahorro y la inversión, otro pilar de las teorías poskeynesianas: la teoría del dinero endógeno, creado del ‘puro aire’ por la banca privada para financiar la inversión y el crédito de consumo. Incluso el llamado cartalismo de Knapp -dinero como unidad de cuenta sin valor intrínseco creado por el estado, el dinero endógeno, por así decir, público-, otra de las fuentes nutricias de la TMM, fue ponderado favorablemente por Keynes al principio de su obra magna. Asimismo, la teoría de las finanzas funcionales de Lerner -liberar el gasto público de las ligaduras absurdas del techo de déficit y deuda, impuestas por la ortodoxia neoclásica- bebe de fuentes keynesianas -su texto de referencia es del año 46-. Y sí, como dices, los promotores de la TMM, más allá de sus polémicas fratricidas en un vaso de agua, reconocen a estos economistas -Keynes, Knapp, Lerner y el poskeynesiano Minsky- como sus padres fundadores.
El caso de Keen que mencionas, un reconocido discípulo del mencionado Minsky y autor de magníficos textos críticos con el dogma dominante de la ortodoxia neoclásica, es ligeramente distinto. Aunque pertenece a la misma tradición y comparte los postulados básicos del análisis teórico poskeynesiano, tiene diferencias en puntos concretos de carácter técnico -aplicabilidad en una economía abierta, con tipos de cambio flexibles, de los balances sectoriales, uno de los principios básicos de la TMM- por lo que no pertenece al núcleo duro de los principales apóstoles de la TMM. Este estaría formado, entre otros, por Bill Mitchell, Warren Mosler, Randall Wray y Stephanie Kelton, que son digamos los padres fundadores y los más activos publicistas -con un think tank irradiador en la Universidad de Missouri-Kansas City- de la corriente.
Además, Keen es sospechoso de herejía ya que tiene demasiada proximidad a los promotores de la corriente del llamado dinero seguro , partidarios de eliminar la creación de dinero-deuda por parte de la banca privada -muy atacados por los partidarios de la TMM por su errónea concepción del dinero fiduciario moderno- que defienden ideas «sacrílegas» como la QE para el pueblo -una especie de renta básica-, apoyada por Keen: es decir, que el banco central inyecte dinero directamente en las cuentas bancarias de los ciudadanos para reactivar la demanda. Esto choca frontalmente con los mandamientos de la TMM, enemiga acérrima de la renta básica y de cualquier idea basada en «regalar» el dinero a la gente.
En fin, disculpa la prolijidad, pero diría que, a pesar de sus diferencias y de su heterogeneidad, hay un denominador común en la convicción por parte de todos estos autores y corrientes en la posibilidad de reforma de las partes averiadas de la acumulación de capital -la esfera financiera de la fábrica de dinero pública y privada en lugar destacado- sin cambiar lo esencial del motor de la acumulación: la explotación del trabajo y la propiedad privada de los medios de producción.
Entiendo que formulas, al mismo tiempo pero sin confundirse, una descripción y una crítica. La segunda duda: decías antes que la teoría económica es una disciplina ideológica y tendenciosa. ¿No es, por tanto, una disciplina científica en tu opinión? ¿Ninguna teoría económica lo sería?
Correcto Salvador. Trato de hacer una descripción lo más fiel posible-cosa importante, ya que los acérrimos partidarios de la TMM son extremadamente susceptibles y proclives a ventilar sumariamente las críticas, tildando al osado oponente de ignorante y manipulador ‘paleomarxista’- sin ocultar -creo que es lo más honesto intelectualmente- mi posición crítica y el enfoque que la enmarca.
Bien, pues para que no resulte un tanto reiterativa la respuesta, ya que antes creo que ya la he contestado grosso modo, te haré una pregunta retórica: ¿puede aspirar a ser científica una ciencia social llamada economía en la que no existe el espacio ni el tiempo histórico, ni la incertidumbre respecto al futuro, ni las clases sociales, ni el dinero, ni las crisis ni el beneficio empresarial? ¿Cómo podríamos entonces calificarla? Vendría aquí a colación la famosa afirmación de la economista poskeynesiana Joan Robinson: «La economía es una rama de la teología».
Haces muy bien en recordar a Joan Robinson.
Gracias, falta que hace recordar a los -por desgracia, muy escasos- economistas honestos. Su compañero en Cambridge, el gran economista ricardiano Piero Sraffa , también compañero y crítico muy agudo de Keynes, describe lo ocurrido en la historia de la economía como un «terrible cambio» a partir de 1870, cuando se produjo la cesura con el enfoque «sensible y coherente» de los economistas clásicos: «Es necesario volver a la economía política de los fisiócratas, de Smith, Ricardo y Marx (…) Este natural y consistente flujo de ideas fue súbitamente interrumpido y sepultado en el fondo del océano; fue invadido, sumergido y arrasado con la fuerza de un maremoto por la economía marginalista. Tiene que ser rescatado». El cambio de nombre mismo, que se dio desde la economía política clásica a la «economía» de Marshall a partir de 1870 es la «marca de división». Realmente, como dice el discípulo de Sraffa, Luigi Pasinetti, hay un ‘abismo insondable’ entre los dos paradigmas. De ahí surge ‘alguna otra cosa’ que tiene, como decía Robinson, más que ver con la teología que con la ciencia. Gramsci tiene, coincidiendo con Robinson en el diagnóstico, una reflexión demoledora al respecto:
Hay que preguntarse si la economía pura es una ciencia o si es «alguna otra cosa», aunque trabaje con un método que, en cuanto método, tiene su rigor científico. La teología muestra que existen actividades de este género. También la teología parte de una serie de hipótesis y luego construye sobre ellas todo un macizo edificio doctrinal sólidamente coherente y rigurosamente deducido. Pero, ¿es con eso la teología una ciencia?
El fulcro del que nació la escolástica marginalista, en palabras del historiador marxista Pierre Vilar, «fue la violenta reacción ante la tradición de economía política que arranca con Smith y Ricardo y que culmina con la demoledora crítica de Marx -cuya obra capital lleva el significativo subtítulo de ‘Crítica de la economía política’- y la consiguiente inserción del capitalismo en la sucesión de modos de producción con su tiempo histórico y su fecha de caducidad». Ante esta historia «razonada» a través del conflicto entre las clases por el excedente económico -el «materialismo histórico»- la aterrorizada ortodoxia huyó de la realidad hacia el aséptico universo de la teoría pura y el subjetivismo: «la negación de la realidad por parte de una clase».
El corolario inevitable de la búsqueda de una teología que describiera «un orden perfecto esencialmente sin clases sociales» fue la fulminante eliminación del campo de estudio de la flamante teoría económica -que, nada casualmente, había perdido por el camino el adjetivo de ‘política’ de la época clásica- de la distribución del excedente entre los partícipes del «juego económico»: capitalistas, asalariados y rentistas. En palabras de Rolando Astarita: «La necesidad de ocultamiento -ocultar la explotación del trabajo- y la inclinación a la apología de lo existente, han llevado a construcciones abstractas, que ni siquiera sirven para captar a vuelo de pájaro lo que está sucediendo en el mundo real». De nuevo Vilar: «la reacción, después de 1871, de las ciencias humanas burguesas contra Marx, instintiva o sistemáticamente, las ha conducido en realidad fuera de la ciencia».
El marxista francés Michel Husson capta la esencia del asunto: «La economía oficial es aún ciencia inmóvil en el sentido de que no registra ningún progreso acumulativo por invalidación gradual de hipótesis erróneas o de modelos incompletos». Por ejemplo, la crítica demoledora -encabezada, por cierto, por Sraffa- a la que fue sometida la teoría neoclásica de la producción y de la distribución de la renta en el momento de las controversias cambridgianas tendría que haber desembocado en una invalidación irreversible de este esquema teórico. Y sin embargo, las miserias teóricas se escondieron bajo la alfombra. Todos los infortunados estudiantes que hemos tenido la desgracia de sufrir el lavado de cerebro de la teoría de la productividad marginal de los factores productivos-base de la legitimación del sistema a través de la justa retribución de los partícipes: cada uno recibe lo que aporta- podemos dar fe de ello.
No parece ese un proceder muy científico…
En mi opinión, lo dices muy suavemente querido Salvador. Digamos que es el modus operandi al uso de los predicadores de la música celestial. Así pues, sólo el marxismo, en mi opinión, como heredero legítimo de la tradición clásica, sepultada en el fondo del océano por la ola marginalista-neoclásica, es ciencia «razonada» en el sentido de dar una fundamentación racional a la crítica del capitalismo y al programa de transformación social que representó la aspiración revolucionaria del movimiento obrero. Siendo por tanto la única escuela de pensamiento económico que toma en consideración central el hecho socioeconómico esencial al sistema de la mercancía: el conflicto distributivo y la explotación del trabajo. Estamos pues ante una teoría económica no mistificadora. Si no me equivoco, Sacristán tiene bellísimos pasajes sobre la cientificidad del análisis de ‘El Capital’, en su intento ciclópeo de representar adecuadamente el movimiento real de la sala de máquinas de la acumulación de capital para servir de fundamentación racional de la lucha de las clases populares por la transformación social. Esta es, dicho sea de paso, la gran falencia de la corriente keynesiana y, dentro de ella, de la TMM, en su pretensión de arreglar el mecanismo averiado sin sustituir el corazón del engranaje -más bien ocultándolo-.
No te equivocas en absoluto en lo que apuntabas de Sacristán. Recordemos, si no te importa, un libro que recoge una buena parte de sus escritos: Escritos sobre El Capital (y textos afines) (El Viejo Topo, Mataró, 2004). ¿Y por qué teoría monetaria moderna?¿A qué se refiere aquí moderna?
Pues bien, como te decía, la TMM se encuadra -aunque tiene también otros precursores como el chartalismo- dentro de la corriente llamada poskeynesiana -en oposición a la neokeynesiana de la llamada síntesis neoclásica, mucho más conservadora y ortodoxa, a la que pertenece por ejemplo el archifamoso premio Nobel Paul Krugman, enemigo acérrimo de Keen y muy crítico con la TMM-. Para entender su origen habría que mencionar dos hechos capitales: la crisis del keynesianismo tradicional, causada por el advenimiento del monetarismo neoliberal tras el final de los ‘treinta gloriosos’ en la crisis de los años 70 y, en el ámbito estrictamente monetario, la desmaterialización total del dinero tras el Nixon Shock -el abandono definitivo de la convertibilidad del dólar y el oro que significaba el acta de defunción del sistema de Bretton Woods, regulador de los tipos de cambio y vigente desde el final de la Segunda Guerra Mundial-. Estos dos hechos, en el marco de la derrota de las recetas neokeynesianas de estímulo de la demanda ante la aparición de la estanflación -altas tasas combinadas de desempleo e inflación- en la profunda crisis de los años setenta, habilitan una necesidad, dentro de lo que podríamos llamar ‘izquierda del capital’ de construir una alternativa renovada al paradigma monetarista, hegemónico en las políticas neoliberales de Reagan y Thatcher a partir de los años 80. Ahí es donde se sitúa en mi opinión la ‘ventana de oportunidad’ de la TMM.
Así pues, el término moderna se debe a que el núcleo descriptivo y el campo de aplicación de la teoría se ciñen a un sistema monetario como el actual, donde el dinero se crea ‘del puro aire’ por el Estado y la banca privada y carece de valor intrínseco -el llamado dinero fiat-, no habiendo en principio ningún límite para su creación e inserción en el circuito económico.
Te vuelvo a interrumpir. Que el dinero se cree del puro aire por parte del Estado, puede entenderse, pero ¿qué es eso de que la banca privada cree así el dinero que, afirmas, carece de valor intrínseco, no habiendo además ningún límite para su creación e inserción en el circuito económico?
Pues así es Salvador, se trata sin duda uno de los secretos mejor guardados. La abrumadora mayoría de la población -lo dicen algunas encuestas- cree en la cantinela de la música celestial de la ortodoxia que afirma que los bancos son intermediarios financieros que canalizan el ahorro de los sufridos ciudadanos hacia la inversión de los sacrosantos emprendedores y que el dinero lo crea el banco central con la impresora de billetes. Hay una frase de Galbraith en su magnífico texto sobre la historia del vil metal, que describe la situación de confusionismo generalizado sobre tan neurálgica cuestión: «El estudio del tema del dinero, por encima de otros campos económicos, es el tema en el cual la complejidad se utiliza para disfrazar la verdad o para evadirla, en vez de revelarla».
Pues bien, nada más lejos de la realidad, te lo aseguro. El dinero lo crean los bancos en forma de deuda para financiar la actividad económica y representa nada menos que el 97% del que circula -el otro 3% son los billetes y monedas del Banco Central, que es lo que se considera comúnmente como dinero-.
Déjame que remarque el porcentaje, el dato: el 97% del dinero que circula.
Exacto, es una cifra realmente impresionante, más aun teniendo en cuenta que se trata de deuda generadora de intereses. La banca produce por tanto el dinero de la nada, del puro aire y es la planificadora de la actividad económica hacia las burbujas de activos -destacadamente inmobiliarios- y no hacia la economía productiva. Este es el gran secreto de su enorme poder. Planificar la economía dirigiendo la financiación hacia determinados sectores y actividades. Vivimos sobre montañas de deuda. Deuda de las empresas, de las familias y del Estado. Actualmente en España la deuda total -con su colosal carga de intereses a cuestas- triplica la riqueza generada en la economía. Galbraith dijo también algo muy ilustrativo al respecto: «El proceso de creación de dinero por los bancos es tan simple que repugna a la mente».
El capitalismo actual es pues un castillo de naipes en el que todo se fía a la subida del precio de los bienes inmobiliarios y de los activos financieros que se empaquetan con ellos a partir de la deuda colosal generada por la banca privada. Esa es la función clave de la fábrica de dinero moderno, sostener artificialmente la -como decíamos antes- languideciente tasa de ganancia del capitalismo senil
Una de las grandes aportaciones de la corriente poskeynesiana a la que se adscribe la TMM fue precisamente la teoría del dinero endógeno que, en contraposición a la música celestial de la ortodoxia, afirma que el primun mobile de la generación de actividad económica es la creación de dinero-deuda del puro aire por parte de la banca privada para satisfacer las necesidades de la acumulación de capital.
No es de extrañar por tanto la creciente virulencia de las crisis financieras en la fase neoliberal, cuyo ‘canario en la mina’ son las enormes montañas de deuda -principalmente crédito hipotecario- generadas por la banca privada y empaquetadas en creativos productos de ingeniería financiera esparcidos por toda la nebulosa del casino global. La expropiación financiera, vía intereses y todo tipo de peajes rentistas, se convierte en un vía de creciente extracción de rentas a las clases populares, añadida a la explotación laboral. Creo que tenemos muy recientes experiencias de las consecuencias de esta extravagante configuración del capitalismo realmente existente que califiqué -si me permites la impudicia de la autocita- en un texto reciente como ‘capitalismo desquiciado’.
Tenemos recientes experiencias de todo ello, tienes razón, más que dolorosas. No me extraña que hablaras de capitalismo desquiciado. Recuerdo que abrías con una cita de Michel Husson: «Según Marx, el capitalismo es un sistema injusto (explotación) e inestable (crisis). Pero es también, llegado a un cierto punto, un sistema que aparece como irracional, a causa de la situación a la que le han llevado los mismos éxitos derivados de su propio modo de eficacia«. Prosigue por favor.
Sí, es una cita excelente, que refleja muy bien ese ‘desquiciamiento’ del capitalismo financiarizado del que hablábamos antes. Pues bien, como decíamos, retomando el hilo, a partir de principios de los años 90, el cuerpo doctrinal de la TMM va adquiriendo consistencia a partir de los trabajos de Mosler, Bill Mitchell -quién acuñó el término ‘moderna’ y publicó el trabajo seminal que sentó sus fundamentos- y, quizás el más conocido, Randall Wray, que en 1998 publicó el texto ‘Comprendiendo el dinero moderno’ que sirvió de acta fundacional del nuevo credo y facilitó enormemente su difusión internacional.
No resulta sorprendente pues que el impulso definitivo para intentar convertir a la TMM en el sustrato teórico de las políticas socialdemócratas de la izquierda reformista contra el desempleo masivo y la despiadada desigualdad de rentas fuera el estallido de la crisis financiera de 2008 y la subsiguiente aplicación implacable de las políticas de austeridad basadas en el credo neoliberal-monetarista. Actualmente, su influencia -algunos hablan del atractivo ‘rockero’ de una teoría sexy, que ha desbordado los estrechos ámbitos en los que habitualmente se desarrolla la discusión en teoría económica- se ha disparado y la TMM goza de predicamento en los medios masivos «progresistas» y en crecientes ámbitos de la izquierda del establishment. Sin embargo, en el caso español, no sería hasta el año 2015, con ocasión de la presentación de un libro de Randall Wray, uno de los popes de la disciplina, cuando se sentarían las bases para un proyecto propio con la creación de la primera asociación TMM de España, la Asociación por el Pleno Empleo y la Estabilidad de Precios y la creación posterior de la Red MMT, el think tank más activo de la escuela en España. Como ves, vamos siempre un poco a remolque de las nuevas tendencias.
¿Y quiénes componen esta red MMT? ¿Qué tipo de acciones realizan?
En este caso, querido Salvador, me vas a permitir que prefiera no contestar a tu pregunta dado que no me considero en absoluto cualificado para explicar sus actividades. Te propongo, si me permites el atrevimiento, que una entrevista a alguno de sus promotores -ahí sí que te puedo dar dos nombres: el mencionado Stuart Medina Miltimore y el economista Esteban Cruz Hidalgo- pueda servir para el doble objetivo de dar cumplido detalle de sus planteamientos y actividades y servir, si lo consideran conveniente, de justa réplica a mis críticas. Disculpa de nuevo la osadía.
Tomo nota de tu sugerencia, ¿Algún partido español es partidario de la TMM? El Viejo Topo, como comentábamos antes, publicó un libro sobre la teoría: La moneda del pueblo, el que fue prologado como te decía por Manolo Monereo.
Me vas a disculpar aquí también mi ignorancia Salvador, pero sin conocer tampoco muy a fondo los programas de los partidos llamados de izquierdas, lo que sí que te puedo decir es que las mentes pensantes de Izquierda Unida -los hermanos Garzón, Sánchez Mato y por supuesto, como mencionas, Monereo- comulgan con los principales postulados de la TMM -soberanía monetaria y trabajo garantizado a través del papá Estado- y son sus grandes impulsores -sobre todo Eduardo Garzón- en España.
De hecho, han presentado recientemente un Plan de Trabajo Garantizado en la línea de los postulados de la TMM. Les viene como anillo al dedo para adornar su planteamiento político reformista-socialdemócrata.
En el caso de Podemos, su economista jefe, Nacho Álvarez, es mucho más moderado, un socialdemócrata más tradicional. Es habitual verle compartir en redes noticias relacionadas con las propuestas del partido morado, como el impuesto a los bancos, la subida del salario mínimo, la jornada laboral de 34 horas, la reforma fiscal progresiva, la conciliación laboral o restablecer el impuesto del patrimonio. Nada que ver con la ‘revolución monetaria’ que propone la TMM: salir del euro y recuperar la soberanía monetaria para alcanzar el pleno empleo. Le veo más próximo a los keynesianos ortodoxos como Krugman y Stiglitz que a los principios «radicales» de la TMM.
Pero hablo desde la distancia como te digo. El libro que mencionas, titulado pomposamente ‘La moneda del pueblo’ y escrito por Stuart Medina es un divulgativo resumen, apto para no iniciados, de los principios básicos de la propuesta que profesa el autor con enorme devoción.
Perdona el atrevimiento: ¿tú no eres partidario de la soberanía monetaria, de la salida de la eurozona?
Bueno Salvador, creo que esto de la soberanía monetaria realmente no es más que un slogan que no tiene aplicación real, un brindis al sol vamos. Veamos, si hablamos en serio, cuáles son sus implicaciones.
Veámoslas.
Toda la arquitectura de la matriz de rentabilidad del capital en el último medio siglo se basa en dos pilares: en primer lugar, la planificación económica, ante la crisis del fordismo de los ‘treinta gloriosos’, basada en la creación de dinero-deuda por parte de la banca privada y los descomunales flujos de liquidez que circulan por la ‘banca en la sombra’ y los mercados financieros globales, dirigida hacia la financiación de burbujas de activos ante la necesidad de apoyar la menguante acumulación a través de la hipertrofia de la deuda y de los mercados financieros globales. E, inseparablemente del anterior, el papel neurálgico de la banca central moderna en el apuntalamiento del sistema bancario y del circuito financiero en general, ejerciendo como prestamista de última instancia y garante del circuito crediticio a través de la inyección masiva de liquidez que le permite su condición de monopolista en la creación del dinero de curso legal -el único dinero de verdad-. El papel estrella de la FED y del BCE como «salvadores» del capitalismo y del sistema financiero quebrado -a través de la taumatúrgica QE o ‘expansión cuantitativa’- tras la crisis del 2008 demuestra esta centralidad neurálgica de la banca central moderna. El rasgo esencial para preservar esta función de pilar que apuntala el modelo de negocio de la banca comercial, a través de la expropiación de recursos públicos que supone la deuda pública, es su completa independencia -consagrada en el caso del BCE en el infausto Tratado de Maastricht- de los gobiernos y la prohibición de financiarlos directamente. Esto por no mencionar su papel de ‘cirujano de hierro’ en la aplicación de paquetazos y reformas neoliberales -véanse las cartas entre Trichet y Zapatero en los peores momentos de la crisis de la ‘prima de riesgo’ para comprobar la absoluta sumisión de los poderes soberanos a la fábrica de dinero-.
Sí, sí, las recordamos muy bien. ¡Qué tono impositivo!
Pues bien, lo que quiero decir con esto es que la propuesta de soberanía monetaria -que conllevaría el hecho, cosa ya de por sí harto improbable, de unificar el banco central y el tesoro público, partiendo el espinazo de la sagrada independencia de la banca central- de los partidarios de la TMM es completamente utópica e ineficaz. Sin cortar el nudo gordiano que representa la matriz de rentabilidad descrita basada en el dinero-deuda creado del ‘puro aire’ por la banca comercial y sin ‘meter mano’ en los flujos de capital de la nebulosa de las finanzas globales, tal soberanía no sería más que un inoperante brindis al sol. El banco central no es más, si me permites de nuevo la expresión, que un mamporrero que facilita y lubrica el funcionamiento del engranaje de los mercados financieros en su papel de generador del dinero ‘fuerte’ de curso legal. Así pues, en mi opinión, una propuesta semejante, en la línea habitual de la izquierda reformista, no es más que otra forma de empezar la casa por el tejado dejando incólume la sala de máquinas del circuito financiero en el que se basa actualmente la parte del león de la acumulación de capital. No me extiendo más, espero que se entienda mi posición.
Intentando resumir poco a poco. ¿Nos puedes dar cuenta de las principales tesis de la TMM?
Como mencionaba antes, la vocación de la escuela es convertirse en un programa de política económica para la izquierda reformista -de ahí su reciente éxito en Estados Unidos, con gran predicamento en el ala izquierda del Partido Demócrata, liderada por Bernie Sanders y Ocasio-Cortez, partidarios del keynesianismo verde y del Green New Deal- en oposición frontal al monetarismo neoliberal. Esta aspiración explica sus principales propuestas.
Podríamos dividirlas en una parte descriptiva y en otra prescriptiva. En relación a la primera, la TMM ofrece una teoría del origen del dinero y una descripción de su funcionamiento en una economía de moneda fiat, administrada por un estado soberano, y de dinero-deuda fiduciario producido por la banca privada ‘del puro aire’ -el llamado dinero ‘endógeno’-.
La escuela cartalista, a la que se adscribe la TMM, describe el origen del dinero como ‘una criatura del estado’, en oposición a la tesis tradicional del origen del dinero como una mercancía más -los metales preciosos- para facilitar los intercambios, propia de la ortodoxia neoclásica. Según el fundador de la escuela, George Friedrich Knapp, es absurdo intentar comprender el dinero sin la idea del Estado: «el dinero no es un medio que surge del intercambio. Es más bien un medio de llevar la contabilidad y saldar deudas, de las que las más importantes son las de los impuestos». El trabajo del antropólogo David Graeber, fundamentando el origen del dinero como moneda de cuenta e instrumento de pago de deudas a lo largo de la historia, significó una importante contribución a esta tesis.
El segundo rasgo de esta descripción aséptica del sistema monetario representa el corazón de la TMM y conecta directamente con las políticas económicas propuestas. Como proclama Randall Wray, uno de los padres fundadores: «Hemos descubierto la manera en que el dinero funciona en la economía moderna». Como dice Bill Mitchell:
Uno se da cuenta inmediatamente de que el gobierno nacional monopoliza la emisión de esa moneda. Significa que al gobierno nacional, en ese sistema, nunca le puede faltar esa moneda, nunca puede quedarse sin dinero. No necesita, que usted ni yo le prestemos dinero. Esa es la primera premisa de la Teoría Monetaria Moderna: los gobiernos no tienen restricciones a la hora de gastar porque necesiten aumentar sus ingresos.
El estado, como emisor monopolista de su moneda no tiene pues, en principio, ninguna restricción de gasto. Al contrario de una empresa privada, nunca puede quebrar. Así pues, el gasto gubernamental no está limitado financieramente -ni siquiera requiere recaudar impuestos o emitir deuda previamente- y ningún gobierno soberano puede tener problemas para cumplir con sus obligaciones. El Estado funge pues como un Deus ex machina, con una intervención decisiva en la reparación de las gravísimas insuficiencias del capitalismo financiarizado. Esto supone ciertamente un sacrilegio para la creencia ortodoxa de que los impuestos distorsionan los incentivos individuales, que el endeudamiento creciente de los gobiernos sube los tipos de interés y afecta a la inversión privada y que el gasto público termina por generar hiperinflación.
Queda la parte prescriptiva. Te pregunto sobre ella. Tomemos un nuevo descanso, el último.
De acuerdo.
(*) Primera parte de esta entrevista: Entrevista a Alfredo Apilánez sobre la Teoría Monetaria Moderna,TMM (I). «Hay dos paradigmas monetarios que determinan la visión del sistema económico y de las políticas públicas» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=261945
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