La positiva decisión del presidente ecuatoriano Rafael Correa de no enviar, nunca más, un solo soldado o policía del país a la Escuela de las Américas, concreta una antigua reivindicación -hoy cumplida por fin- por la cual luchamos tantos militantes, desde 1999 con más persistencia, debido a que en ese año el Ecuador fue gravemente […]
La positiva decisión del presidente ecuatoriano Rafael Correa de no enviar, nunca más, un solo soldado o policía del país a la Escuela de las Américas, concreta una antigua reivindicación -hoy cumplida por fin- por la cual luchamos tantos militantes, desde 1999 con más persistencia, debido a que en ese año el Ecuador fue gravemente inserto en la lógica geopolítica y militarista de los EEUU a través de la concesión de nuestro territorio a una base militar del Comando Sur en el puerto de Manta, y de la co-participación triangulada con Uribe y Washington, en el llamado «Plan Colombia», participación alentada por los anteriores gobiernos de Jamil Mahuad, Gustavo Noboa y Lucio Gutiérrez, de derechas todos ellos.
Hemos cortado hoy uno más de los cordones umbilicales en materia geopolítica, de seguridad, defensa y formación militar y policial, que al Ecuador mantenía entrelazado a la lógica hemisférica de Washington. El país se suma, así, a la misma voluntad que otros países del área concretaron sobre el tema: Venezuela, Bolivia, Uruguay, Argentina y Costa Rica.
Un día ya lejano el senador demócrata Martin Meehan, de Massachusetts, exclamó: ‘Si la Escuela de las Américas decidiera celebrar una reunión de ex-alumnos, reuniría algunos de los más infames e indeseables matones y malhechores del hemisferio‘.
Luego de conocerse la decisión tomada por el gobierno ecuatoriano, se han levantado «voces ilustres» de los medios privados de comunicación, editorialistas, analistas de opinión y personalidades de la Netocracia criolla, para argumentar que esta decisión fue «desafortunada», deseando alentar el descontento, por ignorancia, en el progresista mundo militar ecuatoriano, así como para borrar la memoria de todo un país. Así, un ex-alto oficial, ex-alcalde y hoy asambleísta socialdemócrata de oposición, el General Paco Moncayo, ha manifestado que él no conoció jamás ningún manual de tortura cuando pasó por la Escuela de las Américas.
Que él no haya conocido ningún manual de tortura, y no tengo por qué dudar de su palabra, no quiere decir que en la Escuela no hubo manuales de tortura, o que no hubo prácticas contrarias a la dignidad humana, o una formación ideológica de decenas de miles de militares latinoamericanos durante cuarenta años, para que se inserten en la lógica de la guerra fría y de la vieja seguridad nacional gringa, y que después se ensañaron en sus pueblos, provocando los conocidos baños de sangre latinoamericanos.
Recuerdo que a fines del año 2000, en entrevista que le hice a un progresista y culto oficial de nuestras FFAA, el Coronel Gustavo Lalama, me dijo al respecto: «Algunos oficiales ecuatorianos pasamos por la Escuela de las Américas, pero la Escuela de las Américas no pasó jamás por nosotros».
Ese es el punto. Y no otro.
Pero algunos oficiales locales sí se «quedaron» en esa lógica binaria de la guerra fría, y por ellos sí pasó la Escuela de las Américas. No me referiré a los famosos genocidas o torturadores que no olvidamos: Roberto D’Abuisson de El Salvador, Efraín Ríos Montt de Guatemala, Manuel Contreras de la DINA de Chile, Vladimiro Montesinos del Perú, por citar unos cuantos.
Me refiero a oficiales ecuatorianos, indignos de la realmente atípica y progresista historia militar del Ecuador que ha tenido en sus filas a cultos oficiales, herederos del pensamiento militar ilustrado, de formación nacionalista profunda y verdaderos estadistas como Miguel Iturralde, Carlomagno Andrade, Guillermo Rodríguez Lara, Jorge Gross Albornoz, René Vargas Pazzos y otros, y en el ayer histórico al General Alberto Enríquez Gallo, promotor del Código del Trabajo y a los oficiales de la Revolución Juliana, que cortó el lazo entre estado y banca en los treintas.
Pero no me refiero, por desgracia, a ese tipo de oficiales de los cuales estoy orgulloso como casi todo mi país lo está. Me refiero a esas excepciones que mancharon esa historia y que en lugar de jurar lealtad al Ecuador, le juraron lealtad a una potencia extranjera: Lucio Gutiérrez, José Gallardo y el peligroso ex-coronel Mario Pazmiño, denunciado de haber creado el escuadrón de la muerte «Legión Blanca», de haber pasado información a los servicios de inteligencia de Uribe y a la CIA antes que a sus FFAA y su Jefe de Estado en el caso Angostura (ataque militar colombiano-estadounidense a territorio ecuatoriano para aniquilar a Raúl Reyes de las Farc), y que fue expulsado de las filas militares del progresista ejército nacional por orden del Presidente Rafael Correa.
A contrapelo de la ofensiva mediática local en favor del olvido y la desmemoria, que intenta socavar la decisión del jefe de Estado de no mandar un solo oficial más a la Escuela de las Américas, debemos reafirmar que en ésta sí se usaron manuales de instrucción, antes confidenciales, los mismos que se desclasificaron entre 1994 y 1996, que detallaban explícitamente la violación permitida de DDHH como el uso de tortura o la ejecución sumaria. Uno de los más célebres manuales de tortura utilizado fue el «Kubark» que describe el profesional proceso de tortura mediante choques eléctricos. Esos manuales de entrenamiento en tortura fueron desclasificados por la CIA en 1994.
Por eso es que el periódico La Prensa de Panamá la apodó «Escuela para asesinos» y el ex-presidente de ese país, Jorge Illueca la llamó «Base gringa para la desestabilización de América Latina».
«Conozco al monstruo porque viví en sus entrañas«, citó José Martí un día. Estuve en el 2001 en la Escuela de las Américas durante la protesta anual que SOA-SWATCH sostiene necia y ejemplarmente por tantos años. Fui en esa ocasión el orador latinoamericano que tuvo derecho a la palabra para exponer su adhesión al motivo de aquella masiva protesta en la que participan miles de americanos, entre religiosos, intelectuales, defensores y movimientos sociales de EEUU y de otros países.
Luego de atacar duramente a Bush y al Pentágono en el breve discurso que, encantados, lo traducían los organizadores, bajé de la tarima y acompañé a los muchachos a la puerta principal de la Escuela. Con admirativo asombro miré y constaté la decisión anual que toman muchos de estos ciudadanos estadounidenses: cruzan voluntariamente la «delgada línea blanca» pintada en el suelo, con la cual militares de EEUU advierten a los osados que, de cruzarla, serán detenidos y procesados. La cruzaban decenas de religiosos y laicos norteamericanos. Y entonces, pregunté a mis anfitriones qué tiempo pasan detenidos: «puede durar meses, e incluso en ciertos casos, duran años presos».
A esos ejemplares hombres y mujeres del pueblo llano de los EEUU, el Ecuador también rindió homenaje con esta firme decisión tomada el pasado 27 de junio.
Vale recordar a los analistas conservadores de los mass media que hoy se apenan por la resolución ecuatoriana, que el 20 de julio de 1993 el comandante estadounidense Joseph Blair, veterano instructor de la Escuela de las Américas declaró: «En mis tres años de servicio en la Escuela nunca escuché nada acerca de objetivos tan excelsos como los de promover la libertad, la democracia y los derechos humanos. El personal militar de América Latina venía únicamente en busca de beneficios económicos, oportunidades para comprar bienes de calidad exentos de los aranceles de importación de sus respectivos países, y con transporte gratuito, pagado con los impuestos de los contribuyentes estadounidenses»
Por otro lado, varios académicos del orden ahora insisten en dorarle la píldora a la Escuela de las Américas y sobreponer un eufemismo: dicen que ya no existe, que desde el 17 de enero de 2001 se llama Instituto de Defensa para la Cooperación de Seguridad Hemisférica. Pero omiten que desde entonces entidades de DDHH del mundo como Amnistía Internacional critican ese cambio tildándolo de ‘pura cosmética’.
Ahora bien. Una vez que Ecuador y otros países hemos dejado atrás la tristemente célebre Escuela de las Américas, no basta con ello. Es necesario avanzar un poco más, siempre más, mucho más. Para ello, sugiero una serie de medidas que solos, como Ecuador, o en conjunto, mucho mejor si es en conjunto, como naciones del ALBA, como UNASUR o CELAC (más complejo de decidir en esta nueva instancia de unidad de Nuestra América), podemos tomar, porque el «tempo histórico» apremia, mucho más a raíz de los sucesos de Honduras, Paraguay y Bolivia.
Esas medidas son:
· La creación de la Escuela de Nuestra América, con instrucción regional unificada de nuevo tipo y formación nuestra, latinoamericana, del Sur, para enterrar no solo simbólicamente a la Escuela de las Américas sino para superar sus doctrinas hemisféricas y viejas tesis del «enemigo interno» y de las «amenazas asimétricas», como nos denominan a los sujetos sociales y políticos del cambio regional.
· Las sedes regionales de esa nueva Escuela de Nuestra América deben ser en distintos lugares del continente, bajo el concepto pluri-nuclear: propongo la creación de núcleos de la Escuela de Nuestra América en Quito, Brasilia, Managua, Caracas, La Paz y La Habana.
· Solo así formaremos nuevas generaciones de Oficiales de FFAA y Policía que le apuesten a los actuales procesos de integración y a la soberanía latinoamericana, dejando atrás riesgos estratégicos que amenacen a los mismos procesos de cambio.
· Rusia y China, e incluso la India y algunas naciones árabes, deben ser nuestros aliados estratégicos en esos campos inconclusos de construcción hacia la formación de una nueva Escuela de Nuestra América.
· Es necesario constituir un nuevo Centro Académico Militar de Pensamiento Estratégico propio en Sudamérica o Latinoamérica, correspondiente al mundo multipolar que se abre paso y a las nuevas corrientes desafíos abiertos en el Sur. Y, a la par, avanzar más aún en la formación de una industria militar conjunta de Nuestra América. Esas medidas ayudarán a cortar definitivamente el viejo cordón umbilical que por tantas décadas impunes nos mantuvo atados a la lógica y el pensamiento estratégico de EEUU. Derrotar conceptualmente a los sectores conservadores que intentan torpedear el proceso de transformación estratégica conceptual, institucional y operativa en ese campo, es la tarea.
El «no va más» a la Escuela de las Américas, es un paso bueno, pero que hay que dar estos otros. Ese es el desafío.
Alexis Ponce, defensor de DDHH del Ecuador
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