Al entrañable y generoso hombre del pelo blanco La herida ya estaba hecha. Tenía y tiene historia propia. No es una foto fija, como tampoco fijas son las venas abiertas de América Latina que nos mostró Eduardo Galeano – cuanto te vamos a echar de menos, Eduardito, tanto como echamos a Mario, tanto como tú […]
Al entrañable y generoso hombre del pelo blanco
La herida ya estaba hecha. Tenía y tiene historia propia. No es una foto fija, como tampoco fijas son las venas abiertas de América Latina que nos mostró Eduardo Galeano – cuanto te vamos a echar de menos, Eduardito, tanto como echamos a Mario, tanto como tú lo echabas de menos cuando respondiste a un entrevistador que te preguntó por cómo te encontrabas después de su muerte aquello de … prefiero no decir nada, no me gusta la inflación palabraria.
Heridas, lo que se dice heridas, Galicia tiene unas cuantas. En mi cándida inocencia siempre pensé que los conservadores trataban las heridas sin negar su existencia, pero no, los conservadores del Reino de Galicia no quieren curar heridas, ponen una gasa sobre la sangre e inventan algún fetiche retórico para restarle importancia.
Las evasiones fiscales constantes no eran una excepción antes de la providencial llegada de Núñez Feijoo, eran – y son – la norma. El fuertísimo impacto ecológico en las costas gallegas fruto del monocultivo del ladrillo tampoco era una excepción. Ni el colapso de la administración de Justicia. Ni las fuertes desigualdades de clase y geográficas internas en nuestro modelo de desarrollo, ni el absurdo y antipedagógico presentismo político-electoral del debate público, ni la existencia de unos medios de comunicación que reflejan una realidad perfumada sin enfoque sociológico integrado, ni la existencia de los mayores índices de paro en la historia contemporánea de la España post-transición, ni la mercantilización creciente y progresiva de las universidades dopo il proceso de Bolonia en la ya consolidada Europa-fortaleza, ni las múltiples violencias institucionalizadas – de género, racial y de clase -, ya como realidad estructural y crónica, ni la precarización, inestabilidad e hiper-flexibilidad de los contratos laborales, ni la persistencia de Diputaciones provinciales que siguen haciendo la función reproductiva de sólidas redes caciquiles y clienterales, tal si fuese pequeños reinos de Taifas cronificados en el cuerpo político e institucional del Reino de Galicia.
Tampoco era una excepción el saldo vegetativo negativo en un país que expulsa manos, corazones y cerebros a cambio de nada, ni excepción era mantener la vida cotidiana de muchas familias del interior de Galicia con respiración asistida a través de pírricas rentas de inserción social, como tampoco la calculada desaparición del campesinado en aras de una modernización económica que ha resultado en la mayor desertización demográfica de la historia contemporánea de Galicia. No, todo esto no son excepciones, sino síntomas estructurales y crónicos resultantes de la ciega y acrítica adopción del modelo integral de desarrollo euroamericano y Otanizado por parte de nuestras élites políticas, céntricas o periféricas. Síntomas resultantes, también, de la claudicación ética de buena parte de la izquierda que ha convertido palabras como laicismo, republicanismo, socialismo, federalismo, internacionalismo, ecologismo, feminismo y pacifismo en significantes sin significado ni elaboración contra-cultural colectiva.
Pero, ¡cap problem, che!. Questo e semplicemente un sogno y no una realidad, y santas pascuas. Lo cierto es que todo esto no era una excepción antes de Feijoo, sino la norma que caracterizaba a la que hoy es la anormalidad estructural permanente en el Reino de Galicia. Esa misma anormalidad que tampoco aquel gobierno bipartito BNG-PSOE supo interpretar y abordar. Había muchas prisas, sí, y mucho deseo de venganza contra nuestra propia cosa nostra. Había que acomodar el culito en la silla y empezar a dejarse ver en las cámaras. Lo de menos era cómo curar heridas sociales crónicas, lo de más era aparecer en el centro dil fuoco.
En realidad, Galicia es un país de conservadores en el que los conservadores destruyen todo, sea por omisión o por acción. No es un azar que estos conservadores hagan campaña en el club financiero de Vigo, esa institución multilingüe y cosmopolita que se relaciona con la Terminal city club en Canadá, con la City university club en Londres o con la Associaçao comercial do Porto, entre otras. Esa institución que, como buena institución multilingüe que dice ser, también se permite el lujo de elaborar sus propias políticas lingüísticas en petit comité, sin consultar con filólogos, políticos, profesores de primaria y secundaria, profesores universitarios y, en resumen, sociedad civil gallego-pensante, sintiente y chingante en general.
Y es que este club tiene que velar por el derecho de libre-determinación de sus empresarios, que no representan sino un 3% de la sociedad civil gallega en general, pero que son, al fin y al cabo, o eso dicen, gentes de mérito y capacidad a los que no conviene discutir nunca, ni en materia de desarrollo económico, ni en materia de política lingüística, sobre la que ellos mismos se pronuncian muy bien, y con mucha claridad, en el apartado 6 de sus famosas Propuestas para una nueva legislatura. Cuadernos para el debate. Propuestas que, como ustedes sabrán, el muy independiente club entregó en mano a Núñez Feijoo en su tiempo. Así reza el susodicho apartado:
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La política lingüística no puede ser, en ningún caso, un obstáculo para la inversión, sin que ello implique renuncia alguna a un patrimonio cultural que estamos obligados a conservar». También sobre esta cuestión, Círculo de Empresarios de Galicia ha dejado clara su postura, que pasa por reclamar la derogación del decreto 124/2007, el mismo trato para castellano y gallego, la libertad de elección de idioma en el caso de rotulación de establecimientos comerciales, y que la señalización del territorio y la rotulación de edificios oficiales sea bilingüe».
¡Et voilá!. Lo primero es lo primero para nuestro muy independiente club financiero de Vigo, y las políticas lingüísticas, dice, no debieran ser un obstáculo para la inversión. Una lástima que la mayor parte de los empresarios gallegos sigan sin mirar hacia Portugal, y una lástima, también, que el establecimiento de relaciones geo-políticas, culturales y comerciales con el ámbito lusófono no aparezca en la hoja de ruta, pudiendo ser, sin duda, el establecimiento de las mismas una ráfaga de aire fresco para las industrias culturales y editoriales gallegas realmente existentes, y no sólo, desde luego, desde un punto de vista economicista, sino de proteína cultural viva, de situar a Galicia en el mundo del mismo modo que la vivió y practicó mi bienquerido escritor y amigo Xosé Lois García.
No es un azar, tampoco, que los conservadores gallegos se junten con el mandarinato económico del Foro Nueva economía, no. Nada es azaroso en una estrategia neoliberal de colonización integral del imaginario colectivo; el primer paso es convencer a las élites autóctonas de que la universalidad, el cosmopolitismo y la sacrosanta modernidá tiene como costo la desintegración integral de la diferencia, de la diversidad, de la particularidad de la realidad desde la que el mismo colonizado por el universalismo euroamericano crea y se compromete.
No es azarosa la estrategia de desubstanciación integral de las redes de solidaridad y de la identidad nacional del conservadurismo gallego – y me refiero a la identidad tanto en el sentido canónico como plebeyo del término -. Interesa la guettifficación calculada de la lengua gallega y de sus culturas de resistencia, aquellas no subsumibles ni subsumidas a las narrativas oficiales del imperialismo cultural globalizado. El rol que quieren de nosotros, de la sociedad gallega, fue siempre el rol de ser la periferia resignada, pero nunca participativa. La periferia receptiva, pero no productiva ni mucho menos activa en proyectos de producción cultural y política que rompan con los referentes, las referencias y los marcos espacio-tiempo de los paradigmas eurocéntricos desde los que nos llevamos auto-interpretando a nosotros mismos desde hace mucho tiempo.
No, no es un azar que el conservador gallego, conservar, lo que se dice conservar, no conserve nada. Es gente de orden, pero aplica el laisez faire laisez passé al des-orden económico realmente existente. Es monolingüe castellanófono en privado, pero de vez en cuando se esfuerza por demostrar en público que habla gallego en la intimidad. Su universalismo es el sutil y violento racismo cultural de los estados-nación. Su cosmopolitismo es el cosmopolitismo del capital transnacional. En honor a la precisión, son universalistas cosmopolitas que sólo conservan la muerte. Cuando la vida pide permiso para vivir, allí está el conservador gallego para matarla.
¡Free ride for global capital, but free control for inmigrants!, suele exclamar el conservador gallego, desgalleguizándose en todo, hasta en el acento, para dar la impresión de ser un hombre muy viajado, aunque que haya aprendido Inglés en una academia de A Coruña y comercio internacional en Santiago de Compostela.
Don Núñes Feijoo, no, no es una excepción. En un teatro de marionetas, quien mueve los hilos sabe muy bien qué tipo de personajes necesita, y Feijoo, como Mariano Rajoy, son las marionetas perfectas. Detrás de ellos, en la recámara, vienen Pablo Iglesias y Albert Rivera. Hay substitutos suficientes para representar el teatro del realismo realmente existente en el Reino de España. Ahora sólo tenemos que mirarnos a nosotros mismos al espejo, pero como sociedad, no como ente en perpetua y dispersa primera del singular, y pronunciar las más delicadas e importantes de las preguntas :
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¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde queremos ir? ¿Cómo? ¿Para qué? ¿Con quien?
Nunca tan sencillas preguntas fueron tan determinantes a la hora de hablar sobre la cultura y la política – y viceversa – que queremos para este país, el nuestro, en situación de anormalidad crónica, estructural y permanente.
El silencio, sí, mata. Quizás ya sea hora de romperlo con elegancia, con civismo y sin histrionismos.
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