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La flotilla y un barco a la deriva

Fuentes: Quilombo

 Lo inconcebible finalmente sucedió: un comando de elite israelí atacó en la madrugada del lunes la flota que transportaba ayuda humanitaria para la población de Gaza, provocando, según las últimas informaciones, al menos diez muertos y varias decenas de heridos. La mayoría de los tripulantes permanecen detenidos de manera ilegal en Israel. Seguimos sin tener […]

 Lo inconcebible finalmente sucedió: un comando de elite israelí atacó en la madrugada del lunes la flota que transportaba ayuda humanitaria para la población de Gaza, provocando, según las últimas informaciones, al menos diez muertos y varias decenas de heridos. La mayoría de los tripulantes permanecen detenidos de manera ilegal en Israel. Seguimos sin tener datos fiables y definitivos debido a la censura militar israelí. Los seis barcos se encontraban en aguas internacionales, sus tripulantes (750 civiles de 40 países diferentes, incluyendo 44 parlamentarios y políticos) iban desarmados y sin la escolta que acompaña a los pescadores europeos frente a las costas de Somalia. Es un crimen atroz cometido en directo -había reporteros a bordo y varias cámaras de vídeo retransmitían el viaje, esperando que la exposición pública disuadiera al ejército israelí de cometer una locura-. Desde un punto del derecho internacional, constituye un acto de piratería, un acto de agresión evidente. Claro que al Tzáhal nunca le han preocupado las leyes.

En seguida se puso en marcha la maquinaria propagandística del gobierno israelí, que ha seguido punto por punto el guión descrito en su día por James Zogby, del Instituto Árabe Americano: (1) define los términos del debate, y lo ganarás; (2) asume que los estereotipos funcionan; (3) anticipa y cuenta con las meteduras de pata de tus oponentes; (4) preséntate en todas partes y di siempre lo mismo (con portavoces anglófonos, trolls en la blogosfera y en la prensa digital), procurando que tus oponentes sean invisibles; (5) no reconozcas nada; (6) niega, niega, niega; (7) cuando todo falla, siempre nos quedará la acusación de antisemitismo (eligiendo algún ejemplo grosero, sobredimensionándolo y generalizándolo como motivación de los críticos). Todo ello aderezado con buenas dosis de cinismo, victimismo y vídeos manipulados. Estos esfuerzos del gobierno israelí por reescribir la realidad a fuerza de repetir mentiras resultarían cómicos si no hubiera tanta gente dispuesta a comprar una versión de los hechos que conforte sus prejuicios, y si no estuviéramos hablando de muertos y heridos.

Hay que dar un paso atrás y recordar por qué se organizó la Flotilla de la Libertad. Diversas organizaciones sociales y políticas se coordinaron para poner en marcha un convoy de ayuda humanitaria que rompiera simbólicamente el durísimo bloqueo que mantiene Israel en Gaza. Con ello se trataba de enseñar al mundo que el inhumano asedio continuaba y mostrar al millón y medio de habitantes de Gaza la solidaridad que habían pisoteado los Estados que integran la llamada «comunidad internacional». La acción de la flotilla de la libertad ponía en evidencia no sólo la complicidad de muchos gobiernos sino también la posición de aquellas organizaciones no gubernamentales que, aunque críticas con el bloqueo, acababan aceptando las condiciones impuestas por Israel para la entrada por goteo de algunos productos.

Los integrantes del llamado Cuarteto -que incluye a Estados Unidos y a la Unión Europea- en todo momento han privilegiado las relaciones con Israel, aunque dicho Estado haya perpetrado masacres como la de Gaza (enero de 2009) y aunque su sistema político se base en un apartheid cada vez más discriminatorio y excluyente. No hace mucho los países que integran la OCDE invitaron a Israel a unirse a la organización. Recientemente Israel firmó un tratado de libre comercio con Mercosur. Y el nivel de colaboración de Israel con la OTAN en materia de defensa y seguridad es tan elevado que el periodista David Cronin lo considera «el otro miembro de la OTAN«. Si a sus países miembros ni se les ocurre aplicar la defensa colectiva prevista en el artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte (con la excepción de Turquía) es porque la agresión no se contempla desde el punto de vista militar clásico (un país ataca a otro) sino policial (se atacan terroristas o sus cómplices). En esto, todos ellos están en el mismo barco y sólo caben reproches a la desproporcionalidad. De ahí la reiterada y explícita brutalidad del gobierno israelí, que ni siquiera se molesta en cuidar las formas, como sus colegas europeos. Con el ataque Israel trata de amedrentar a los activistas internacionales solidarios con Palestina y poner a prueba una vez más el apoyo de sus aliados.

En el pecado de la arrogancia está la penitencia. A pesar de algunos recientes éxitos diplomáticos, puede decirse que Estado de Israel se suicidó políticamente con la masacre de Gaza. Ya no basta con el apoyo incondicional de Estados Unidos y de una Unión Europea de influencia menguante. Turquía, que hasta no hace mucho era el aliado más importante con el que podía contar en la región, ha comprendido mucho mejor que los soberbios políticos israelíes el nuevo contexto geopolítico, y lo está sabiendo aprovechar. El acuerdo turco-brasileño sobre la cuestión nuclear iraní supuso la irrupción de estas potencias regionales en un terreno ocupado hasta entonces por Estados Unidos e Israel. Y en las últimas semanas, el problema iraní se ha convertido, por fin, en la cuestión nuclear israelí: en la última conferencia de los 189 países firmantes del Tratado de No Proliferación Nuclear se aprobó una declaración final en la que se pide a Israel, por vez primera, que se una al TNPN y que acepte la supervisión multilateral de sus instalaciones nucleares.

Antes de convertirse en primera ministra de Israel, y dirigiéndose a los británicos durante la crisis de la embarcación SS Exodus en 1947 (que transportaba inmigrantes judíos a tierras palestinas), Golda Meir afirmó de manera contundente: «es una gran ilusión creer que somos débiles.» Ahora los papeles se invierten. Con esta nueva matanza, es el Estado colonial de Israel, y no los palestinos, el que muestra una gran debilidad y el que vive atrapado en una peligrosa ilusión. Al contrario que la heroica flotilla, con un carguero -el Rachel Corrie– que al parecer mantiene firme su rumbo en dirección a Gaza con el apoyo de millones de personas en todo el mundo, el de Israel es un barco a la deriva.

Fuente:http://www.javierortiz.net/voz/samuel/la-flotilla-y-un-barco-a-la-deriva