«Una de las responsabilidades de los artistas en general, y del escritor en particular, es cuestionarlo todo». Con estas palabras de Arundhati Roy [AR] se cierra este breve y sustantivo ensayo. La autora, es sabido por todo, ha sido y es consecuente con su reflexión. Este libro que comentamos es otro ejemplo de ello. Componen […]
«Una de las responsabilidades de los artistas en general, y del escritor en particular, es cuestionarlo todo». Con estas palabras de Arundhati Roy [AR] se cierra este breve y sustantivo ensayo. La autora, es sabido por todo, ha sido y es consecuente con su reflexión. Este libro que comentamos es otro ejemplo de ello.
Componen Espectros del capitalismo [EdC] un prefacio, dos secciones y un epílogo. La primera sección está dividida en tres apartados: «Espectros del capitalismo» (como el título del libro, el artículo más largo e importante de los recogidos), «Preferiría no ser Anna» y «Muertos que hablan». La segunda sección la componen «Los frutos de la discordia de Cachemira», «Un día perfecto para la democracia» y «Las consecuencias de colgar a Afzal Guru». EdC se cierra con un «Discurso en la Universidad popular». Y, más concretamente, con estas palabras: «Queremos acabar con este sistema que produce desigualdad. Queremos acabar con la acumulación desaforada de riqueza y propiedades de riqueza por parte de individuos al igual que de corporaciones». Como acabadoras de este sistema, señala AR, exigimos: «Uno: el final de la propiedad cruzada en el mundo de los negocios… Dos: los recursos naturales y las infraestructuras esenciales, es decir, la provisión de agua y electricidad, la sanidad y la educación, no pueden ser privatizados. Tres: todo el mundo debe tener derecho a vivienda, educación y atención sanitaria. Cuatro: los hijos de los ricos no pueden heredar la fortuna de sus padres. Esta lucha ha despertado nuestra imaginación. En algún momento del proceso, el capitalismo redujo el concepto de justicia para que significara solo «derechos humanos» y la idea de soñar con la igualdad se convirtió en una blasfemia. No estamos luchando para juguetear con la reforma de un sistema que debe ser sustituido por otro. Como acabadora, rindo homenaje a vuestra lucha. Paz y larga vida. Salaam y Zindabad». El lector/a rendirá su homenaje al tenaz esfuerzo y rebeldía de AR. Leyéndola por ejemplo.
Y no sólo porque concreta bien y explica mejor muchos de los nudos de la reflexión anterior… Esta por ejemplo: la India, su país, tiene más de mil doscientos millones de habitantes. Es, dicen, la democracia más grande y más poblada del mundo. Pero, señala AR, las 100 personas más ricas -¡cien personas!- poseen activos en propiedad que equivalen, aproximadamente, a una cuarta parte del PIB indio. «El resto de la población son fantasmas en un sistema más allá de su control. Millones de personas viven con menos de dos dólares al día. Cientos de miles de agricultores se suicidan cada año incapaces de hacer frente a sus deudas. Los dalits son expulsados de sus aldeas porque los propietarios, que les arrebataron sus tierras por no tener suficientes escrituras de propiedad, quieren dedicar la tierra a la agroindustria. Estos son sólo algunos ejemplos de «los brotes verdes» de una economía que ha corrompido a la India contemporánea».
No sólo, decíamos, por su concreción y excelente ilustración. Las razones complementarias:
Hemos visto un ejemplo del «cuestionarlo todo» al que hacíamos referencia. Otro por si fuera necesario, que tanto se asemeja a otras situaciones: «Esta terrible crisis se ha forjado en el fracaso integral de la democracia representativa de la India, en la que las cámaras legislativas están compuestas por políticos delincuentes y millonarios que han dejado de representar a su gente. Estamos hablando de una democracia en la que no existe una sola institución democrática que sea accesible a la gente normal. No se dejen engañar por el ondear de banderas. Estamos asistiendo a la desmembración de la India en una guerra de protectorados que es tan letal como cualquiera de las batallas de los señores de la guerra de Afganistán, solo que hay mucho más en juego, mucho más» (p. 68).
Encontramos, pues, en el libro agudas y penetrantes críticas e informaciones, con la profundidad, emoción y humanismo crítico al que nos tiene acostumbrados la autora, sobre la situación política y económica de la India, especialmente de la situación actual de Cachemira (básicamente, los textos incluidos en la segunda parte del libro). Pero interesa aquí hacer énfasis en un punto desarrollado en el escrito que da título al volumen. Hago referencia a las observaciones críticas de AR sobre lo que solemos y debemos llamar «filantrocapitalismo», otra -penetrante y ocultada- quinta columna de la reacción en el seno de los movimientos sociales críticos y alternativos. Algunos de los ejemplos comentados (de los que vale la pena tomar nota y pensar de paso en situaciones nuestras más próximas):
«La empresa Vedanta, que en la actualidad extrae bauxita del corazón de las tierras pertenecientes a la antigua tribu dongria kondh, patrocina un concurso cinematográfico llamado «Crear felicidad» para jóvenes estudiantes de cine, a los que ha encargado la creación de películas sobre el desarrollo sostenible. El lema de esta empresa es: ‘Extraer felicidad». «El Grupo Jindal publica una revista de arte contemporáneo y apoya algunos de los principales artistas de la India (que por supuesto trabajan con acero inoxidable)». «Los objetivos declarados de la Fundación Ford «para el futuro de la humanidad» incluyen intervenir en movimientos políticos de base tanto a nivel local como internacional… La Fundación Ford tiene una ideología muy clara y bien definida, y colabora de manera estrecha con el Departamento de Estado de Estados Unidos.» «Veinte años más tarde [de lo ocurrido en Indonesia], jóvenes estudiantes chilenos, que llegaron a ser conocidos como los Chicago Boys, fueron llevados a Estados Unidos para ser formados en economía neoliberal por Milton Friedman en la Universidad de Chicago (que recibía donaciones de J. D. Rockefeller). Allí se prepararon par el golpe que se llevó a cabo en 1973 con apoyo de la CIA, durante el cual Salvador Allende fue asesinado, y que trajo al general Pinochet con su reinado de escuadrones de la muerte, desapariciones forzosas y terror que duró dieciséis años». «Aunque Anna Hazare se denomina a sí mismo seguidor de Gandhi, la ley por la que hizo campaña, el proyecto de ley Jan Lokpal, era totalmente contraria a los principios de Gandhi, elitista y peligrosa. Una campaña mediática muy poderosa y persistente proclamó que Anna era la voz «del pueblo». A diferencia del movimiento Occupy Wall Street en Estados Unidos el movimiento Hazare no dijo ni una palabra contra las privatizaciones, el poder corporativo o las ‘reformas económicas». «Las fundaciones financiadas a base de donaciones corporativas son quienes más apoyan económicamente las ciencias sociales y las artes, financiando cursos y programas de becas en estudios sobre el desarrollo, sobre la comunidad, estudios culturales, ciencias del comportamiento y derechos humanos».
Por si faltara algo en EdC, la autora es especialmente sensible a un tema que debería estar en todas las agendas de manera permanente: los riesgos del poder y apuesta atómicos. Uno de sus ejemplos: «El balón de fútbol de toda la vida no va a ser fácil de controlar. Y además es radiactivo. Hace pocos días [2013], Pakistán probó un misil nuclear táctico de corto alcance con el fin de protegerse contra amenazas de «escenarios cambiantes». Hace dos semanas, la policía de Cachemira hizo públicas unas «recomendaciones de supervivencia» para una guerra nuclear. Aparte de aconsejar a la gente que construyera sótanos a prueba de bombas equipados con baño y con capacidad de acoger a toda su familia durante dos semanas…» (p. 105).
AR nos regala en un artículo de la segunda parte una de las historias más hermosas que hayamos leído nunca. Debería incluirse, destacada, en la historia universal de la belleza, la solidaridad y la generosidad. La pueden leer en las páginas 86-89. No les adelanto nada; el título de esta reseña es deudor de ella.
PS. Una recomendación: Entrevista a la escritora y activista india Arundhati Roy. «No estoy segura de que la humanidad quiera sobrevivir». Joseph Confavreux Mediapart http://www.rebelion.org/noticia.php?id=218291
Fuente: El Viejo Topo, julio-agosto de 2016.
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