La crisis que va cubriendo globalmente el planeta es muy profunda y va mucho más allá de la espectacularidad de la crisis económica que cotidianamente los medios de comunicación corporativos a través de su hegemonía comunicacional nos van reportando en todos sus detalles, por supuesto advirtiéndonos en cada caso de que esta caída indetenible está […]
La crisis que va cubriendo globalmente el planeta es muy profunda y va mucho más allá de la espectacularidad de la crisis económica que cotidianamente los medios de comunicación corporativos a través de su hegemonía comunicacional nos van reportando en todos sus detalles, por supuesto advirtiéndonos en cada caso de que esta caída indetenible está siempre a punto de ser solucionada y que en el futuro cercano se podrá volver en los países centrales a la perdida situación de constante expansión económica y producción creciente que fuera hasta ahora una característica de nuestra cultura occidental motorizada por el capitalismo.
Cuando analizamos en detalle sin embargo, observamos que se manifiestan simultáneamente distintas facetas de esa crisis global. Todas ellas se desarrollan, se entrelazan y giran en una loca danza, constituyendo el nudo del momento coyuntural que está viviendo nuestra sociedad contemporánea. Junto a la crisis económica coexisten -para mencionar algunas de ellas- una crisis cultural, una crisis de valores, una crisis política (y geopolítica), una crisis educativa, una crisis ecológica y una en la cual hoy queremos ahondar, que es la crisis del conocimiento.
La ciencia fue desde el Renacimiento, una de las herramientas fundamentales que permitieron establecer nuestra cultura occidental contemporánea. Desde Galileo Galilei, pionero en el descubrimiento y sistematización de los principios del método científico, se fue desarrollando y consolidando una metodología de trabajo y unas instituciones sociales que permitieron durante casi quinientos años la progresiva y acelerada acumulación de nuevos conocimientos. A grandes rasgos, la evolución del conocimiento era abastecida a través de un sistema de libre investigación en lo que se llama «ciencia básica» o «conocimiento básico» y a partir de las nuevas ideas, descubrimientos y de la generación de modelos teóricos producto de esas investigaciones, se consolidó un proceso de aplicación de esos conocimientos generales, orientado hacia el área de la tecnología que finaliza concretándo en nuevos sistemas de trabajo (técnicas), infraestructuras y aparatos, las ideas establecidas primero en los centros de investigación. Estos centros de investigación estuvieron en su mayoría ubicados en las universidades que a partir del Renacimiento fueron incorporando a su rol de atesoradoras del conocimiento religioso, el de creadoras y organizadoras del conocimiento general. A las universidades se fueron agregando centros de investigación estatales o financiados por fundaciones privadas, existiendo siempre como excepcionales las investigaciones individuales (el Efecto Fotoeléctrico -por el cual se le diera el premio Nobel- y la primera Teoría de la Relatividad, surgieron de las investigaciones particulares de Einstein mientras era funcionario de la Oficina de Patentes de Zurich).
Este sistema funcionó a la perfección durante mucho tiempo, e hizo eclosión entre el siglo XVIII y el XIX, convirtiéndose en soporte de la Revolución Industrial que cambiaría radicalmente la sociedad occidental y sería la base de nuestra contemporaneidad. Su punto más álgido estuvo en el período de entreguerra, (1918-1939) dónde surgieron avances notables, destacadamente en el terreno de la Física, con las Teorías de la Relatividad y la Teoría Cuántica. La Segunda Guerra Mundial y la posterior Guerra Fría constituyeron períodos de una notable aceleración del proceso de desarrollo tecnológico, de la aplicación en la práctica de los modelos teóricos establecidos en aulas y laboratorios.
El máximo exponente de este proceso fue el logro que convirtió (lamentablemente para la elaboración de un arma con un grado de letalidad desconocido hasta ese entonces por la humanidad) transformar el principio establecido en la Relatividad Restringida que relaciona masa con energía (E = mc2) en armas nucleares, primero la bomba A (bomba de fisión) y luego la bomba H (bomba de fusión, mucho más poderosa que la primera).
Sin embargo, procesos que ya estaban gestándose en nuestra sociedad fueron convirtiéndose en poderosos factores de cambio, y la situación de la ciencia y el avance del conocimiento comienzan a modificar su panorama. Algunos de estos procesos fueron:
-
La Instauración del neocapitalismo corporativo. El capitalismo industrial que fuera el sistema económico-político sobre el cual se produjera la Revolución Industrial, fue cambiando hasta convertirse en nuestro actual neocapitalismo corporativo. La acumulación de capital fue centrándose y concentrándose en corporaciones transnacionales que se siguen haciendo hasta hoy cada vez más poderosas y que van a producir una redistribución del poder en un mundo cada vez más globalizado, cuyas consecuencias están hoy siendo cada vez más graves y a la vista.
-
La crisis de las universidades. Las instituciones universitarias en todo el planeta vienen sufriendo una transformación, motorizada por esos grandes cambios sociales. Están abandonando su condición de centros de «creación» de conocimiento, hacia un nuevo rol que las convierte exclusivamente en instituciones formadoras de técnicos especializados para abastecer todo el aparato de desarrollo tecnológico.
-
La mercaderización de los hechos culturales. El cambio en el sistema capitalista ha generado como subproducto un proceso creciente de conversión de los hechos culturales en mercancías con valor monetario, capaces de ser consideradas un producto de mercado. En el caso del conocimiento, la herramienta legal de la «propiedad intelectual» (creada en y universalizada desde los EE.UU.) ha permitido que los conocimientos puedan comprarse y venderse, y ser de la «propiedad exclusiva» de personas jurídicas.
-
La privatización de la investigación. Conjuntamente, la investigación de los conocimientos básicos ha sufrido (junto con otros muchos rubros en la sociedad) los embates de la privatización. La generación y prestación de recursos sociales, a partir del proceso popularmente llamado neoliberalismo, ha ido pasando progresivamente de manos del Estado o de instituciones sin fines de lucro, directamente hacia las grandes corporaciones. El ejemplo más destacado y escandaloso es el de la industria farmacéutica, donde un puñado de empresas transnacionales acaparan prácticamente el grueso de la investigación médico-biológica. Son las direcciones de estas empresas quienes deciden qué y cómo se investiga, ya que son ellas quienes contratan a los científicos y poseen los centros de investigación. De esa manera toda investigación se orienta al objetivo corporativo principal y único: el lucro rápido. De esta manera se truncan o se prohíben las investigaciones que puedan ir dando resultados que no respondan a esa lógica (o se ocultan los resultados que no producen rentabilidad inmediata). Igualmente, esos conocimientos generados dentro de las corporaciones son de su «propiedad» lo que las avala legalmente para disponer de ellos en forma directa acorde a sus intereses. Les permite además una completa impunidad para fijar precios de los medicamentos y productos, de acuerdo a sus propias directivas. En algunos casos el «secreto industrial» en que se mantienen sus investigaciones (obligado hasta por los contratos de trabajo) ha tenido algunas fisuras que han permitido revelar las abismales y desaforadas diferencias entre sus precios de comercialización y sus costos reales. El ejemplo más sonado se dio cuando el gobierno de Sudáfrica, presionado por el grave problema social de ser el país con mayor porcentaje de SIDA, decidió fabricar por su cuenta (sin observar patentes ni propiedad intelectual) los medicamentos para atacar esta grave enfermedad. La batería de medicamentos retrovirales que permiten detener la acción del virus VIH estaba valorado en ese momento en U$ 8.000 mensuales para cada paciente por las farmacéuticas que los desarrollaron. El gobierno sudafricano comenzó proporcionándolo a su costo de U$ 600. Las compañías farmacéuticas demandaron judicialmente al gobierno sudafricano, pero debieron retirar las demandas cuando sus asesores de imagen les mostraron el descrédito que tales acciones les traían. Otro de los ejemplos monstruosos de este proceso fue la carrera para contabilizar el genoma humano. Los capitales privados estaban dispuestos a lograrlo primero para poder «patentar» este conocimiento y así poder monopolizar su comercialización. Afortunadamente la carrera fue ganada por científicos que todavía pertenecían a instituciones tradicionales de investigación.
-
La visión pragmática. El otro factor importante es que esa conducción de la investigación en manos privadas e interesadas económicamente, ha ido constituyendo una matriz de opinión generalizada (consolidada a través de los medios corporativos, socios de las transnacionales farmacéuticas y demás) del «pragmatismo» que debe guiar toda investigación científica. O sea que sólo debe realizarse aquella que esté orientada hacia objetivos específicos de utilidad inmediata. Esta matriz de opinión contradice toda la historia de generación del conocimiento en los últimos cuatrocientos años. La investigación básica siempre estuvo orientada fundamentalmente por la curiosidad intelectual y la percepción de quienes la realizaron, y dio siempre finalmente resultados sociales notables. En una entrevista que realizamos hace poco tiempo a un destacado científico uruguayoi, él nos relataba la anécdota de Faraday, cuando el Primer Ministro le preguntó para que servía el efecto electromagnético que había descubierto y el científico le contestara «No tengo la menor idea, pero Ud. va a cobrar impuestos gracias a él» y cinco años después aparecía el motor eléctrico que se basa en ese principio.
Conclusiones
Estos factores que señalamos marcan una peligrosa tendencia. Las crecientes restricciones a la libre investigación básica y la determinación por objetivos materiales de la búsqueda del conocimiento, vienen produciendo ya, a nuestro modo de ver, consecuencias muy graves. Si echamos una ojeada general e intentamos evaluar la generación de nuevos conocimientos, podemos encontrarnos con un panorama nada halagador. Aparentemente en los últimos cincuenta años, mientras por un lado se produce un acelerado avance de la tecnología (que realiza perfeccionamientos constantes en conocimientos ya establecidos), no parecen existir (con las excepciones de rigor, como por ejemplo la Teoría del Caos) nuevos descubrimientos ni nuevos modelos generales. Posiblemente un ejemplo claro lo constituya el desarrollo automotriz. En lo básico, ningún automóvil contemporáneo se diferencia de un «Ford T» de 1918, meramente se le han ido incorporando sucesivos recursos tecnológicos, ningún nuevo principio ha sido aplicado.
Hay algo antes de concluir que es necesario aclarar. Este proceso que intentamos mostrar, como todos los procesos socio-culturales, es siempre un proceso complejo y no lineal. A pesar que establezcamos la progresiva desaparición de la investigación básica libre y el ascenso de la investigación orientada por principios pragmáticos y sus graves posibles consecuencias, estamos solamente marcando una tendencia. Por supuesto que siguen existiendo instituciones y científicos que todavía están en posibilidad de generar conocimientos nuevos, lo que queremos hacer presente es que la propensión es hacia la restricción progresiva de ese proceso, y que eso constituye una parte de nuestra crisis cultural.
Mientras la búsqueda de innovación esté cada vez más dirigida por el interés de la ganancia corporativa, o por el criterio «utilitario» de que toda investigación debe restringirse a áreas de «necesidad», creemos que esa tendencia hacia la pérdida de la posibilidad de «saltos cuánticos» en nuestro sistema de conocimiento, será cada vez más preponderante y que solo se proseguirá como hasta ahora desarrollando nuevos recursos meramente tecnológicos. Y sus consecuencias son impredecibles, sobre todo si las medimos con nuestros parámetros hasta ahora habituales del desarrollo humano y social.
Notas:
i El desarrollo de la ciencia es una de las bases de la independencia nacional y regional, entrevista publicada por Barómetro Internacional el 28-01-2013 y disponible en la página Web http://barometrointernacional.bligoo.com.ve