Informa el Banco Mundial que el 20% de gente más rica controla el 86% de la riqueza mundial. En el otro extremo, al 20% más pobre le queda un exiguo 1,3% de dicha riqueza. En 1960, ese 20% rico controlaba el 70% de la riqueza. El 20% más pobre poseía el 2,3%.La riqueza mundial, por […]
Informa el Banco Mundial que el 20% de gente más rica controla el 86% de la riqueza mundial. En el otro extremo, al 20% más pobre le queda un exiguo 1,3% de dicha riqueza.
En 1960, ese 20% rico controlaba el 70% de la riqueza. El 20% más pobre poseía el 2,3%.
La riqueza mundial, por tanto, no se distribuye. Se concentra en cada vez menos manos.
Bajo esa losa de inicua desigualdad se ven sepultados países enteros. Esperanza de vida, escolaridad, medio ambiente, diversidad cultural, cohesión social, revientan como globos.
En América Latina, los excluidos son más de 200 millones de personas. Ante la ineptitud de sus gobiernos, paga cada año 39.000 millones de dólares. El 2,4% del PIB de la región.
El servicio de la deuda externa, dice Economistas sin Fronteras, supera al gasto en educación en 12 países de los 23 que forman Latinoamérica. En 13, lo gastado en sanidad.
En seis países, al menos, el servicio de la deuda excede el gasto en educación y sanidad.
Cuanto más se ahonda en las cifras, más cruda se revela la verdad. La globalización sólo existe en los spots de propaganda. El proceso en que está sumida la humanidad es diferente.
Vive el mayor proceso de exclusión de la historia. Un mundo roto. Entre pobres y ricos.