En los países pobres mueren cada año 11 millones de niños. Por enfermedades prevenibles. 500.000 mujeres perecen durante embarazos o partos. Hay 39 millones de enfermos de sida. La OMS se ha propuesto dar medicamentos a 3 millones de seropositivos en diciembre de 2005. Hoy sólo hay para 440.000 pacientes. Quiere subir a 1,6 millones […]
En los países pobres mueren cada año 11 millones de niños. Por enfermedades prevenibles. 500.000 mujeres perecen durante embarazos o partos. Hay 39 millones de enfermos de sida.
La OMS se ha propuesto dar medicamentos a 3 millones de seropositivos en diciembre de 2005. Hoy sólo hay para 440.000 pacientes. Quiere subir a 1,6 millones en junio de 2005.
Pero no hay dinero. Los países ricos controlan las patentes. Cobran precios indecentes que los pobres no pueden pagar. Lo que pasa con el sida se repite con otras plagas y medicinas.
Procurar medicinas a más pobres es esencial. Permite combatir la enfermedad. También la pobreza. Enfermo no se trabaja. O se trabaja peor. Nadie puede ser libre en la enfermedad.
2.000 millones de seres no tienen acceso a remedios esenciales. Un 14% de ricos consume el 80% de los medicamentos del mundo. Esa misma minoría rica decide qué investigar.
Es pieza angular de la cadena. Controlando la salud se puede controlar a los pueblos. Con más crueldad que con ejércitos. Manipulan natalidad, esfuerzo, posibilidades de desarrollo.
Por eso las multinacionales buscan usurpar la sabiduría popular. Patentando medicinas, plantas, ungüentos. Un eslabón más de la cadena. De este mundo partido en que vivimos.