¿Cuándo alguna vez matar a más palestinos significa mayor seguridad para la sociedad israelí?
En su tercera semana, Israel en su guerra contra Gaza ha matado hasta ahora a más de 7.000 palestinos, herido a miles más y desplazado a más de un millón. A pesar de los llamamientos de algunos sectores a un alto el fuego, no parece que veamos un fin al sufrimiento de los dos millones cuatrocientas mil residentes de Gaza.
Tras haber abrazado durante mucho tiempo la deshumanización de los palestinos, la sociedad israelí está llena de rabia y de un impulso de venganza por la matanza de civiles israelíes a manos de combatientes de Hamás el 7 de octubre.
Esta furia ciega es canalizada hacia un impulso genocida guiado por el narcisismo y el extremismo de un hombre: Benjamín Netanyahu, un mentiroso patológico de doble cara, que ha hecho todo lo posible para mantenerse en el poder.
La arrogancia, la corrupción y la insensibilidad de Netanyahu son los culpables de los fracasos políticos y militares del país que condujeron a los ataques del 7 de octubre. Pensó que podría transformar toda la Palestina histórica en una Gran Tierra de Israel, manteniendo la ocupación de los territorios palestinos, con millones de palestinos en una prisión al aire libre en Gaza y bantustanes segregados en Cisjordania, sin ninguna repercusión.
El 7 de octubre, su arrogancia finalmente lo alcanzó, porque la arrogancia engendra estupidez. La arrogancia se convirtió en humillación y el fiasco en farsa o, como dicen los israelíes, usando palabras árabes, la fashla (fracaso) se convirtió en fadiha (escándalo).
Y si bien los jefes militares y de inteligencia de Israel han aceptado la responsabilidad por su fracaso en prevenir los ataques, Netanyahu se ha abstenido de asumir cualquier responsabilidad, a pesar de que la mayoría de los israelíes lo culpan por esta tragedia nacional.
En lugar de dimitir, el avergonzado y desvergonzado primer ministro, y líder en guerra ha librado una guerra sádica sin una estrategia ni un final claros.
En su ofensiva genocida, a Netanyahu le apoyan e instigan sus antiguos detractores occidentales, quienes hasta hace poco expresaban “preocupación”, por sus planes de socavar el poder judicial de Israel y aliarse con fanáticos y fascistas, para no ir a la cárcel.
El primero y más importante entre ellos es el presidente estadounidense Joe Biden, quien pasó de desairar a Netanyahu durante gran parte del año a abrazarlo y protegerlo de la ira tanto de israelíes cómo de árabes.
Biden ha comprometido a Estados Unidos con la guerra genocida de Netanyahu en Gaza, ofreciendo armas estadounidenses, asistencia táctica en la guerra urbana e influencia diplomática. Ha ordenado el despliegue de dos portaaviones en el Mediterráneo oriental para proteger a Israel y disuadir a países como Irán de intervenir en el conflicto.
Del mismo modo, los líderes europeos, que también habían dado la espalda a Netanyahu durante gran parte del año, ahora claman por mostrar su apoyo a su gobierno y su guerra en Gaza. Se han negado a pedir un alto el fuego y han seguido justificando los crecientes crímenes de guerra israelíes como un ejercicio del “derecho a la autodefensa”.
A los títeres occidentales de Israel les encanta evocar el derecho internacional de maneras equivocada. Israel, de hecho, tiene derecho a la autodefensa, pero no a defender su brutal ocupación militar de décadas, permitida durante mucho tiempo por las potencias occidentales. Es más bien el pueblo palestino ocupado y victimizado que vive bajo el sistema racista israelí de apartheid el que tiene derecho a resistir a su torturador según el derecho internacional.
La guerra genocida en curso –encabezada por un primer ministro fallido y apoyada por sus aliados occidentales moralmente sospechosos– no es una guerra de autodefensa; más bien, es una guerra de autoengaño. Israel cree falsamente que podría alcanzar la seguridad a través de la espada.
Pero, ¿cuándo matar a más palestinos significa una mayor seguridad para la sociedad israelí? Nunca lo ha sido; nunca lo será.
Al imponer un bloqueo hermético a Gaza y desencadenar una serie de bombardeos para allanar el camino a una invasión terrestre, Israel enfrentará peligrosas consecuencias regionales. En su impulso genocida, como algunos temen, puede arrastrar a Estados Unidos a la Tercera Guerra Mundial.
Comparar sensacional y falsamente los ataques de Hamás contra Israel con los perpetrados por Al Qaeda contra Estados Unidos en 2001 no ayudará. La “guerra contra el terrorismo” que Estados Unidos desató en el mundo mató incluso a más estadounidenses que los ataques del 11 de septiembre, también provocó cientos de miles de víctimas, en su mayoría musulmanas. Sembró un caos que más guerras y más tropas no han podido detener durante las últimas dos décadas.
En todo caso, la “guerra contra el terrorismo” demuestra que los crímenes de guerra, los castigos colectivos y otras violaciones del derecho internacional no mitigan el extremismo; lo perpetúan al alimentar los ciclos de violencia, algo que la Relatora Especial de la ONU sobre la lucha contra el terrorismo, Fionnuala Ni Aolain, enfatizó durante una reciente conferencia de prensa centrada en la guerra israelí en Gaza.
A medida que el ejército israelí comete más crímenes de guerra contra los palestinos de Gaza, los israelíes necesitan observar detenidamente dónde los han llevado el colonialismo y la ocupación. La perpetua opresión, el racismo y los asesinatos de palestinos por parte de Israel han creado las condiciones para una mayor inestabilidad, extremismo y violencia en Palestina y la región.
Una guerra genocida en Gaza no traerá paz y tranquilidad a la sociedad israelí, ni a quienes en Occidente la incitan.
Fuente: https://www.aljazeera.com/opinions/2023/10/24/israels-war-of-self-deceit