México DF.- En entrevista exclusiva con Clarín.cl Daniel Giménez Cacho (1961), reflexiona: «Somos herederos de nuestra historia y de nuestras maneras de ejercer el poder. El cambio que nos prometió Fox nunca llegó, él nos engañó y Calderón tampoco ha tocado a los grandes intereses que controlan este país. La gran diferencia -entre las dictaduras […]
México DF.- En entrevista exclusiva con Clarín.cl Daniel Giménez Cacho (1961), reflexiona: «Somos herederos de nuestra historia y de nuestras maneras de ejercer el poder. El cambio que nos prometió Fox nunca llegó, él nos engañó y Calderón tampoco ha tocado a los grandes intereses que controlan este país. La gran diferencia -entre las dictaduras de Porfirio Díaz y el régimen del PRI- es que existía al lado del autoritarismo cierto proyecto de país, donde el bien común se defendía. Las décadas de simulación priísta desembocaron en la aniquilación de aquellos valores sociales, y hoy sólo nos quedan los proyectos de negocios. Efectivamente en las lágrimas de nuestras víctimas podemos ver la insensibilidad de autoridades desvinculadas de su pueblo. Autoridades corrompidas que aceptan el juego que los narcotraficantes les imponen con muchísimo dinero».
El actor de las películas: El callejón de los milagros (1995); Profundo carmesí (1996); El coronel no tiene quien le escriba (1999); La mala educación (2004); Voces inocentes (2004); El clavel negro (2007); Arráncame la vida (2008); El atentado (2010) y El Infierno (2010), invitará a sus compañeros del teatro y cine al Movimiento por la Paz: «Buscamos ampliar una plataforma de artistas con más organización y acciones, dirigidas a difundir lo que está pasando y la dirección que este movimiento vaya tomando. En breve haremos una declaración pública, a la que esperamos se sumen muchos colegas»; Giménez Cacho no tiene miedo a las represalias: «En muchos sentidos hay varios foros que ya están cerrados, así que para mí la cosa no cambia tanto. La lucha por democratizar los medios de comunicación y expresión cultural es algo por lo que hay que trabajar duro en este país».
MC.- En Xalapa hablaste del «parentesco que nos une: el amor por la vida», comenzaste diciendo: «Hasta aquí llegamos vivos, con la voz de nuestros muertos»; ¿por qué a pesar del miedo defiendes la paz?
DG.- Porque creo que defender la paz combate al miedo, creo que unirse con las víctimas nos ayuda a todos como comunidad. Al acompañar a las víctimas nos acompañamos todos en este difícil momento que vivimos. Lo que no comprendo es: ¿cómo puede la gente quedarse callada con la cantidad de muertos, desaparecidos, huérfanos y desplazados que está produciendo la guerra de Calderón? Esta tragedia supera los horrores de la dictadura argentina o la guerra reciente en Afganistán.
MC.- En México DF, te vimos caminando -codo a codo- con una señora de Ciudad Juárez, y en Villahermosa se te quebró la mirada al escuchar a doña Araceli Rodríguez; ¿qué lecciones de vida te dejaron las viudas, las huérfanas de la guerra y las madres de los desaparecidos?
DG.- Después de recibir todo ese dolor, surge la admiración por la energía de lucha y el amor a la vida que demuestran las víctimas. Estar al lado de ellas es una lección imborrable de cómo transformar el horror en acciones concretas. Verlas transformarse en defensoras de los derechos humanos me hace sentir mucha esperanza en nuestro país.
MC.- Edward James Olmos marchó por las calles de Cuernavaca junto a Javier Sicilia; Ofelia Medina acompañó a la Caravana del Consuelo en Ciudad Juárez; Diego Luna adhirió a la campaña para frenar el tráfico de armas, y tú acampaste con la Caravana al Sur, ¿qué te dice la participación del gremio histriónico en el Movimiento por la Paz?
DG.- El control de los medios en México es un impedimento para el acceso a la información. Las figuras públicas tenemos la responsabilidad de usar nuestra voz para darle voz a los que se les niega. Ayudar a que esta tragedia sea visible es algo concreto en lo que todos podemos participar. Mi respeto a las figuras del cine y teatro que están siendo concientes de esto y deciden solidarizarse con el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad.
MC.- ¿Las actrices y los actores que conoces te preguntaron sobre los días de carreteras y convivencias junto al Movimiento por la Paz?, ¿a quiénes invitarías para futuras caravanas y conferencias?
DG.- Eso es justamente en lo que estamos trabajando. Buscamos ampliar una plataforma de artistas con más organización y acciones, dirigidas a difundir lo que está pasando y la dirección que este movimiento vaya tomando. En breve haremos una declaración pública, a la que esperamos se sumen muchos colegas, porque en la mayoría de los casos se siente una gran empatía con el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad.
MC.- ¿Con qué momento de la Caravana al Sur te quedas?, ¿qué impresión te despertó el albergue del padre Alejandro Solalinde y el caracol zapatista de Oventic?
DG.- Yo me sumé a la Caravana desde San Cristóbal de las Casas -en Chiapas-, así que no tuve la oportunidad de visitar el albergue del sacerdote Alejandro Solalinde. Fue inolvidable el encuentro entre los zapatistas y las víctimas de ciudades del norte del país, pues no los conocían. Estaban admirados de la organización colectiva y el control de la violencia y la defensa contra la corrupción de autoridades estatales y federales. Escuché a alguno decir: «tan cabrones estos encapuchados zapatistas».
MC.- En Xalapa declaraste: «en cada ciudad encontré la sordera y ceguera gubernamental, cómplice del crimen organizado», ¿qué pensaste cuando Felipe Calderón amenazó con bajar el telón para cancelar las Mesas de Diálogo?
DG.- Pensé que no quería ser exhibido públicamente. Que las evidencias de que sus aparatos están podridos es tanta, que lo deja sin armas, ni argumentos. Que prefiere que se oculte este drama porque es la comprobación de su ineficacia. Que prefiere pasar esta página y heredarle el problema al gobierno siguiente. Bueno, veo que esta es su actitud frente a varios problemas de gobierno que se van agravando ante sus omisiones y complicidades.
MC.- ¿Crees que podrían cerrarse algunas puertas de los foros y teatros en represalia a tu participación en el Movimiento por la Paz?
DG.- No sé, hasta ahora no ha habido nada de eso, pero si se cierran tendremos nuevos caminos de lucha. En muchos sentidos hay varios foros que ya están cerrados, así que para mí la cosa no cambia tanto. La lucha por democratizar los medios de comunicación y expresión cultural es algo por lo que hay que trabajar duro en este país, estamos atrapados en un complejo y excluyente entramado de intereses entre las televisoras y el gobierno.
MC.- El punto en común entre «Arráncame la vida» y «Expediente del atentado», son los dictadores: «Andrés Ascencio» era un militar de corte regional, y «Porfirio Díaz» era un general en decadencia; ¿cuánto del México dictatorial viste en las lágrimas de las víctimas de la guerra de Calderón?
DG.- Pues somos herederos de nuestra historia y de nuestras maneras de ejercer el poder. El cambio que nos prometió Fox nunca llegó, él nos engañó y Calderón tampoco ha tocado a los grandes intereses que controlan este país. Comparando aquellas épocas con la actualidad, la gran diferencia es que existía al lado del autoritarismo cierto proyecto de país, donde el bien común se defendía. Las décadas de simulación priísta desembocaron en la aniquilación de aquellos valores sociales, y hoy sólo nos quedan los proyectos de negocios. Efectivamente en las lágrimas de nuestras víctimas podemos ver la insensibilidad de autoridades desvinculadas de su pueblo. Autoridades corrompidas que aceptan el juego que los narcotraficantes les imponen con muchísimo dinero.
MC.- ¿Dónde está el verdadero Infierno?, ¿en el film de Luis Estrada o en el país de Felipe Calderón?
DG.- Bueno ya sabemos que siempre la realidad supera a la ficción, pero el peor infierno es la desesperanza, la degradación de la vida y la perdida de la dignidad. Esa es la disyuntiva a la que se enfrentan las víctimas de las masacres que estamos viendo.
MC.- Finalmente, ¿cuál sería tu moraleja sobre la Caravana al Sur?, ¿con qué frecuencia recuerdas lo vivido en el sureste mexicano?
DG.- Muchas de las cosas vividas me eran conocidas, pero ahora al clima de violencia por el narcotráfico y la corrupción de la autoridad, tenemos que añadir las violencias estructurales que México no ha sabido eliminar: marginación, olvido, hambre y enfermedad. Lo recuerdo frecuentemente porque duele, pero ahí estamos, buscando transformar dolor en esperanza y buscando que el gobierno detenga esta violencia y exigiéndole que cumpla con su obligación. Por otro lado sigo trabajando, con buena respuesta, en mantener los lazos con mi comunidad a través de la expresión artística.
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