El peor enemigo no eres tú, es el que los demás esperan que seas (Roy Galán)
La irrupción de China en el concierto mundial de naciones modificó drásticamente las relaciones del mundo con el país asiático. En el caso de Latinoamérica, la relación del comercio con China, en particular, ha permitido un acoplamiento perfecto, la necesidad de alimentos, energía y minerales chinas se encuentran a su disposición en las góndolas latinas, lo que alarmó y modificó los vínculos entre los EE.UU. y Latinoamérica. En el año 2000 China comerciaba con Latinoamérica un total de U$S 10.000 millones de dólares, en el 2022 ambos bloques multiplicaron el comercio por 45, alcanzado los U$S 450.000 millones.
La fragmentación mundial en bloques lleva a revalorar la relación entre los EE.UU. y China con América Latina, y de ésta a su interior. La seguridad en la obtención de un flujo constante de suministros ha derivado en intereses estratégicos de ambas potencias acerca de las materias primas de Sudamérica. Tener el dominio de las mismas, ya sea para garantizar su flujo, es una elección; eliminar la capacidad del oponente de adueñarse de su suministro, otra posibilidad; cualquiera de ellas es central para ambas potencias y para los países del sur.
Para Latinoamérica el desafío se vuelve de doble vía. Componentes tanto internos como externos entran en el juego. En el ámbito externo, las disputas son diversas. En principio uno imagina una unidad estratégica regional, es decir, acuerdos mínimos entre países para enfrentar y negociar de manera más equitativa con las potencias, iniciativa que, de tratarse individualmente, conducirán al fracaso. Lograr una autonomía estratégica, un bloque de negociación ante un mundo fragmentado, para sacar el mayor beneficio posible, sería la opción deseable. Por otro lado, la disputa por la apropiación de los excedentes que estos bienes estratégicos generan, por parte del Estado y la sociedad, es central para el desarrollo de cada una de las naciones.
Desde el punto de vista interno, el modelo de desarrollo es el que debería guiar la matriz productiva de cada nación, en gran medida esta matriz nacional condiciona al sector externo, según los libros de texto, salvo que la mirada sea de extraccionismo, con lo cual las políticas internas quedan subordinadas al modelo de exclusión externo. En el caso de los alimentos, la energía y la minería, no sólo se encuentra en disputa su producción, utilización y destino, sino su propiedad, la apropiación y la distribución de los beneficios que genera.
Que Argentina, para dar un ejemplo, pase de un déficit energético de 7.000 millones de dólares a un superávit de 10.000 millones, a través del yacimiento Vaca Muerta, no indica que la sociedad se apropie o participe en las ganancias, ni que el país modifique su modelo de negocios con base en un exceso de energía barata si no hay un plan estructural de utilización de estos insumos. Los commodities podrían asegurar un desarrollo sostenido con generación de empleo local, si las energías, los minerales y los alimentos, forman parte de una cadena de producción con alto valor agregado aprovechando las ventajas comparativas, en caso contrario, serán el ridículo relato de la maldición de las materia primas.
El avance del fascismo ha jugado un rol central en esta disputa en el mundo y ha encerrado a Latinoamérica. En la región, su renacimiento se debe en parte a la falta de logros económicos, pero por sobre todo, a la inacción de los gobiernos progresistas que se inclinaron a no profundizar medidas redistributivas, fiscales, regulatorias, y judiciales, contra un conservadurismo irrespetuoso de los derechos democráticos. Contemporizar con la derecha “te aleja de las bases”, según el ex-vicepresidente boliviano Álvaro García Linera. El retroceso recurrente a trincheras para contener y no enfrentar el avance conservador, contraponiendo un modelo diferente, destruye aún más el ya de por sí despedazado contrato social de posguerra.
Este avance condiciona las posibilidades de desarrollo nacional de cada uno de los países al contemporizar con quienes creen ser los dueños de los recursos, del sector externo, los grandes generadores de dólares necesarios para el desarrollo. La propiedad de los recursos, el modelo de desarrollo, la distribución de los excedentes, son centrales para poder lograr un acuerdo estructural de América Latina para negociar con idea de bloque sus commodities.
A primera vista, la noción del título del artículo de estar viviendo un neofeudalismo puede parecer extraña. ¿Qué puede tener en común la sociedad tecnológicamente avanzada en la que vivimos con una de las época más primitivas como el periodo feudal? En la Edad Media, el feudalismo llenó el vacío provocado por la caída del Imperio romano y, hasta cierto punto, ofreció a las masas algo de estabilidad y seguridad después del caos provocado por las tribus bárbaras durante la llamada Edad Oscura. Sin embargo, esta estabilidad vino con un precio extremadamente alto.
El sistema capitalista liberal está pasando por momentos difíciles, o dando señales de agotamiento, esto nos llevaría a pensar que estamos experimentando una vuelta al feudalismo. La enorme concentración de riqueza y poder en muy pocas manos se puede interpretar como una nueva versión de la clase noble de la época feudal. Se está construyendo un orden económico y social más estratificado, con un aumento de las divisiones entre clases o sustituyendo y eliminando clases. La concentración de poder en manos de las grandes empresas multinacionales y de alta tecnología es similar al poder que ejerció la clase nobiliaria durante la época feudal.
Hoy en día, la élite que impone sus dogmas no recurre a la hoguera, sino a la cultura de la cancelación, silenciando las voces discrepantes, imponiendo a los que se aceptan como políticamente correcto a través de su enorme influencia social, aportes empresarios de campaña, condiciones de organismos internacionales o de embajadas locales, control de los medios de comunicación y, en caso de que todo esto no alcance, se puede recurrir al poder judicial.
Mientras tanto, la supresión de políticas alternativas lleva a que la clase obrera y sus derechos resulten progresivamente erosionados en muchas zonas del mundo, con contratos temporales y salarios bajos, que en Latinoamérica son un clásico. Sus hijos probablemente representarán la primera generación en mucho tiempo que tendrá un futuro económico y profesional inferior a la generación de sus padres. ¿Estamos creando el equivalente a la clase de los siervos de la Edad Media?
El libro «La llegada del neofeudalismo», de Joel Kotkin, describe cómo la creciente desigualdad económica y la concentración del poder en manos de unas pocas élites están dando lugar a una nueva forma de feudalismo en el mundo actual. Argumento que se basa en la concentración de la propiedad de la tierra, el control de la tecnología y el conocimiento, la capacidad de controlar y acceder a los recursos naturales y la energía. Este nuevo orden feudal está eliminando el mercado gracias a los monopolios, impulsado la creciente influencia de las grandes empresas tecnológicas, que acumulan riqueza y poder a expensas de la clase media y los trabajadores. Este nuevo feudalismo está afectando a la democracia, la educación, la cultura y la política.
La globalización y la competencia entre las empresas han dado lugar a la consolidación de grandes conglomerados en el sector tecnológico y energético, que controlan gran parte de los recursos naturales y la energía del mundo. Estos conglomerados están llevando a cabo una competencia global para controlar la producción y el suministro de energía y obtener mayores beneficios, además de aumentar su poder económico. Las empresas de tecnología, como Amazon y Google, también están compitiendo por el control de los recursos naturales y la energía, mediante la adquisición de empresas de energía renovable, la construcción de grandes centros de datos que requieren enormes cantidades de energía para funcionar.
¿Cuál es el papel de los gobiernos en el control de la tecnología, 5G el motor de la nueva revolución industrial, de los recursos naturales y la energía? En algunos casos, los gobiernos pueden ser controlados por las élites empresariales que controlan los recursos, lo que les permite obtener concesiones y beneficios a expensas de los ciudadanos, imponiendo los modelos de crecimiento a su favor. En otros casos, los gobiernos pueden ser más responsables y trabajar para proteger los intereses de la sociedad, sus necesidades y el medio ambiente.
El advenimiento de este nuevo neofeudalismo tiene relevancia en una mirada crítica a las tendencias económicas y políticas actuales, planteando preguntas importantes sobre el futuro del capitalismo y la sociedad en general, que en Latinoamérica son medulares en la discusión. El fin de la clase media, la creación de una nueva aristocracia, los amos de la tecnología, los señores de la tierra y los patrones de los recursos naturales.
El fin de la clase media muestra su declive en los últimos años. El argumento es que está en peligro debido a las fuerzas económicas y sociales que impulsan la desigualdad, pero por sobre todo, por su importancia en el desarrollo y la estabilidad de las sociedades modernas. La clase media, según el autor mencionado, ha sido históricamente el motor del crecimiento económico, el progreso tecnológico y la estabilidad política, además de ser un baluarte contra la desigualdad extrema y el autoritarismo. Sin embargo, Joel Kotkin sostiene que está siendo amenazada por fuerzas económicas y sociales que han surgido en las últimas décadas. En particular, el autor destaca la globalización, la tecnología, la financiarización y el cambio demográfico como factores que están impulsando la desigualdad y erosionando la base de la clase media.
El argumento central es que la globalización ha llevado a la competencia mundial y la deslocalización de la producción, lo que produjo pérdida de empleos, caída de los salarios para los trabajadores de la clase media. Además, la tecnología y la automatización están reduciendo la demanda de mano de obra y están eliminando empleos de la clase media, como los de la industria manufacturera y los servicios profesionales.
El autor también señala que la financiarización de la economía ha llevado a una mayor concentración de la riqueza y el poder en manos de las élites financieras, en detrimento de la clase media. La creciente deuda, el acceso limitado a la propiedad de la vivienda y los costos crecientes de la educación superior son algunas de las consecuencias de la financiarización que afectan a la clase media.
La nueva aristocracia, por su parte, se describe como una nueva clase emergente en el mundo actual, basada en el control de la tecnología y del conocimiento, la propiedad de la tierra y el acceso a los recursos naturales y la energía. El autor argumenta que esta aristocracia está adquiriendo cada vez más poder y control en la sociedad, y que esto está llevando a una mayor concentración de riqueza y poder.
En la creación del nuevo feudalismo, los señores de la tecnología son las grandes empresas tecnológicas. Estas acumulan riqueza y poder a expensas de la clase media y los trabajadores, y controlan cada vez más la economía y la sociedad en general, y crean una nueva clase de trabajadores precarios. Gran parte de la nueva revolución industrial esta enquistada en esta disputa entre potencias por la apropiación y la participación de estos desarrollos. Latinoamérica mira tímidamente cual podría ser su rol e inserción en esta pelea. El internet de las cosas es central para el desarrollo industrial, quien preste ese servicio estará en la delantera. China con Huawei es quien domina el sector, EE.UU. el centinela de la imposibilidad de negociar por ella sin autonomía.
Los señores de la tierra y los propietarios de los recursos son un pilar fundamental del nuevo feudalismo. La concentración de la propiedad de la tierra en manos de unas pocas élites está llevando a una mayor polarización social y económica, afectando la capacidad de la sociedad para proveer una vivienda accesible y asequible para todos. El control de los recursos naturales y la energía es otra columna vertebral, tanto empresas de energía y tecnología compiten por el control de estos recursos, la falta de una política energética y tecnológica adecuada está llevando a una mayor inseguridad y vulnerabilidad en la sociedad, pero, por sobre todo, a un modelo productivo dependiente y absurdo.
En este juego no hay lugar para términos medios, el destino de los bloques que se formen y de los países de cada bloque serán central. Para Latinoamérica, mostrar varias personalidades o discursos ambivalentes no tiene lugar. Se está sentenciando el futuro y no hay universos paralelos donde las decisiones de uno pueden ser opuestas en el otro. Si no profundizamos las políticas que nos permitan autonomía y grados de libertad para agruparnos en bloques y decidir nuestro futuro, solo seremos lo mismo que durante el siglo XIX, el granero del mundo, las reservas de energía o el supermercado de minerales.