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La hegemonía del socialismo

Fuentes: Rebelión

Me he preguntado muchas veces por qué el socialismo no se ha convertido en una idea hegemónica a construir por los demás países, cuando se conoce que es el único sistema que garantiza la supervivencia del hombre como género humano. En el orden internacional el capitalismo desata guerras mundiales e impulsa conflictos entre las regiones […]


Me he preguntado muchas veces por qué el socialismo no se ha convertido en una idea hegemónica a construir por los demás países, cuando se conoce que es el único sistema que garantiza la supervivencia del hombre como género humano.

En el orden internacional el capitalismo desata guerras mundiales e impulsa conflictos entre las regiones del mundo; contamina las grandes y pequeñas aguas de mares, ríos y tantas otras; despilfarra delictuosamente los recursos energéticos de la naturaleza; disloca los climas; transforma la energía nuclear en fuerza homicida; envenena la atmósfera e infecta el ambiente, empuja al recalentamiento de la tierra; provoca el deshielo, ahueca la capa de ozono, amenaza con un arsenal nuclear capaz de aniquilar la vida sobre el planeta.

Hacia lo interno de cada país, el capitalismo acentúa extraordinariamente el contraste entre la producción social y la apropiación privada, eleva a niveles muy altos la explotación de las masas populares, hace aumentar el desempleo, expande cada vez más la pobreza y miseria de millones y millones de personas, multiplica la anarquía de la producción y de la vida social; transforma las drogas y el vicio en uno de los más grandes negocios del mundo. Utiliza los gigantescos progresos de la ciencia y la tecnología para asesinar hombres, mujeres, niños y hasta naciones.

En síntesis, el capitalismo coloca en riesgo la continuidad de la especie humana. En ese sentido, el socialismo hoy se plantea: la ruptura radical con el modo de producción capitalista; la eliminación de la propiedad privada sobre los medios de producción y el establecimiento de la propiedad colectiva; la desaparición de las clases explotadoras y el reino de relaciones de colaboración y ayuda mutua; la planificación de la actividad productiva; la igualdad en la distribución de la riqueza social; el aseguramiento del bienestar colectivo; y el desarrollo pleno y libre de la sociedad.

Para romper con el capitalismo, el socialismo necesita nacionalizar los grandes monopolios que hoy concentran en su poder el 90 por ciento de las riquezas del mundo, por tal motivo los dueños de esas compañías elaboran una estrategia muy bien pensada para crear una ideología antisocialcita a la vez que afianzan su poder político con los gobiernos, formando alianzas y presionando para que prevalezcan sus intereses económicos por encima de los sociales.

Dentro de esa estrategia, juega un papel importante los medios de comunicación que exaltan los valores individualistas del capitalismo de «cualquiera puede llegar y cualquiera puede tener», a su vez que buscan cada detalle negativo del socialismo para maximizarlo y conducir la opinión pública a la negación de los valores socialistas.

En la guerra contra el socialismo todo vale, desde imponer leyes económicas extraterritoriales, corromper a funcionarios estatales, despretigiar figuras históricas, financiar los grupúsculos de oposición, incentivar conflictos internos, exaltar el modo de vida de los países desarrollados como la gran quimera y hacer creer que el terrorismo es un método de lucha y coacción dentro del socialismo.

Se silencia por ejemplo que en la antigua Unión Soviética entre 1928 a 1955 sufrió una metamorfosis al convertirse de un país medieval en la segunda potencia del mundo, la producción industrial se multiplicó ocho veces, a pesar de que en el periodo descrito la URSS sufrió la aniquiladora invasión nazi fascista.

No se dice que en Cuba la educación es gratuita, a todos los niveles, incluso para los estudios universitarios, y en los 169 municipios del país existen sedes universitarias que preparan al 70 por ciento de los jóvenes del país.

Nunca dan a conocer que la atención médica es por igual a todos sin cobrar un centavo, lo cual permite tener una esperanza de vida de 77 años y una mortalidad infantil de solo 5,3 fallecidos por cada mil nacidos vivos. Pero además existe la política del pleno empleo, con un índice de desempleo menor a 1,9%.

Lo peor es que no se quiere reconocer el crecimiento económico cubano, mayor en un 12 por ciento con respecto al año anterior y que se espera un aumento sustancial para el presente año.

En fin hasta que no rompamos el muro de silencio impuesto y regido por el capitalismo monopolista reinante, y, tomemos la avanzada en el ataque; el socialismo continuará siendo una utopía realizable y no se convertirá en la idea hegemónica a construir por el hombre.

Nuria Barbosa León es periodista de Radio Progreso y Radio Habana Cuba.