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Cronopiando

La hermenéutica de la dialéctica

Fuentes: Rebelión

El primer teórico, inmerso desde su atalaya conceptual en el polémico debate, objetó que el huevo fuera frito, contraviniendo la teoría de Huevonsky que insistía en la perentoria necesidad de agotar un proceso contradictorio que no erosionase la formulación de nuevas estrategias ni objetara la inferencia reconstructiva del debate propuesto, al margen de las invectivas […]

El primer teórico, inmerso desde su atalaya conceptual en el polémico debate, objetó que el huevo fuera frito, contraviniendo la teoría de Huevonsky que insistía en la perentoria necesidad de agotar un proceso contradictorio que no erosionase la formulación de nuevas estrategias ni objetara la inferencia reconstructiva del debate propuesto, al margen de las invectivas personales que no siempre adolecen de la incongruencia acrítica estructural para implicarse en un proceso renovador.

Un huevo frito demandaría, concomitantemente a su resolución cromática, la implicación creciente de patatas, presumiblemente fritas, que redefinieran el contexto y dotaran de un marco teórico la presencia del tubérculo.

El segundo teórico, desde su despacho universitario, se mostró partidario de las nuevas corrientes reestructurativas, rechazando los reajustes planteados y enfatizando la necesidad de eludir el declive repentino de la yema, de manera que se priorizara la manutención de la estructura básica y las provisiones de asistencia interna, en tanto en cuanto la transferencia masiva exige soluciones de radical inmediatez, obviamente, pasadas por agua, que desaceleren el progresivo deterioro de la clara, ya que, únicamente la ebullición del huevo superaría los obstáculos y retos pendientes de un ajuste estructural.

El tercer teórico, más comedido que quienes le precedieran y afín a la escuela de Huevonster, enfocó su ponencia en la urgencia de proceder a una racional transferencia de las posibilidades, de manera que el eje de la recuperación no gravitara exclusivamente sobre la sociedad civil para que el crecimiento intrínseco del huevo no afectara ningún sector estratégico, posibilitando el control y vigilancia de comisiones autorizadas desde la base, sin menoscabo de líneas paralelas independientes a la contraloría general.

Su exposición llamaba la atención sobre la existencia de ciertas estructuras, no siempre procesadas en términos eclécticos, que pueden erosionar gradualmente las bases de apoyo y que deben encararse prioritariamente mientras sean resolubles para evitar posibles restricciones. Requerían, en consecuencia, un mayor énfasis de los programas aplicados, de modo tal que el huevo revuelto reestructurase su mercado interno y transfiriese su inversión a sectores terciarios antes de que la dinámica nacional acabara corrigiendo los naturales desequilibrios.

Por suerte, la gallina, en su aislado corral, luego de agradecer las aportaciones teóricas de los eruditos y de ponderar las ventajas de los huevos fritos, de los revueltos, de los pasados por agua, de los de chocolate, de los de Pascua, de los encerados, de los estrellados, de los batidos e, incluso, del huevo de Colón… mandó a todos a la mierda y siguió poniendo huevos.

(Euskal presoak-Euskal herrira)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.