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Imperialismo occidental - Venezuela - Rusia/China

La historia del capitalismo fuera de su tiempo

Fuentes: Rebelión

Hace tiempo que caracterizamos la situación internacional como dominada por el ocaso del capitalismo. No podemos deducir de los elementos de esta crisis otra cosa que la barbarie de una guerra sin porvenir alguno, ó la continuidad de esta situación, también sin porvenir para el sistema capitalista. Sin racionalidad alguna. El retraso histórico de la […]

Hace tiempo que caracterizamos la situación internacional como dominada por el ocaso del capitalismo. No podemos deducir de los elementos de esta crisis otra cosa que la barbarie de una guerra sin porvenir alguno, ó la continuidad de esta situación, también sin porvenir para el sistema capitalista. Sin racionalidad alguna. El retraso histórico de la organización y dirección revolucionaria socialista, desde la derrota del proletariado de los años veinte y treinta del siglo pasado, ha sobrevivido un capitalismo en descomposición. La actual amenaza de golpe imperialista en Venezuela y sus repercusiones han permitido medir los elementos de esta descomposición.  

La explicación de que EE.UU. quiere invadir Venezuela para apoderarse de sus reservas petroleras es verdadera pero insuficiente. Deja afuera la ofensiva imperialista con su derecha aliada en Brasil, en Argentina y el programa del Grupo Perú para aislar al gobierno chavista de Venezuela y su alianza con Cuba. No permite visualizar la derrota de los movimientos populares que florecieron junto al chavismo.

El peso objetivo de las reservas petroleras de Venezuela desvaloriza el papel de la solidaridad ambivalente del PT brasileño, del kirchnerismo argentino, de la pequeña Nicaragua, de Bolivia, de los países del ALBA y de las simpatías sociales obreras y campesinas de toda América. El imperialismo quiere agredir y provocar una derrota más profunda porque comprende que en el seno de estos movimientos nacionales germina también la semilla anticapitalista revolucionaria.

Y esa semilla, un tanto desteñida y desdibujada, está en la alianza de Venezuela y Cuba. Ni el gobierno de la Cuba actual está organizando una Internacional Comunista ni el gobierno de maduro se propone en lo inmediato expropiar y estatizar Venezuela. Pero ambos son firmes luchadores contra el imperialismo y tienen gran parte de su economía y de su acerbo político/cultural en el socialismo. Eso teme el imperialismo yanqui, dividido y en crisis, que trata de asegurarse provocando ó invadiendo. Para avanzar, las semicolonias cubana y venezolana, necesitan avanzar al socialismo y las inversiones de China y Rusia en América Latina no tienen ese sentido.

La nación norteamericana no tuvo más historia que la conquista de América y sobre ella la agregación de migrantes de todo el mundo tras la quimera del oro. Su desarrollo industrial impuesto a los «feudales» del Sur, socios de Inglaterra, mediante una guerra civil ganada por los industrialistas del norte al costo de un millón de muertos la convirtió, dos guerras mundiales mediante, en la potencia hegemónica de la etapa imperialista del capital.

Estados Unidos se desindustrializó, se desagrega, se fracciona, se divide, arrastrando en su crisis a la gran burguesía imperialista mundial. La globalización, desplazando las industrias mano de obra intensiva a los países de trabajo barato para mejorar la tasa de ganancia declinante por las revoluciones tecnológicas sucesivas, devino en el cambio de la corriente comercial llevando el déficit comercial de EE.UU. al billón de dólares y su deuda externa más allá de los 20 billones de su PBI. Desde allí surgió este «Doctor Insólito» posmoderno, Donald Trump, que ha llevado la división doméstica de demócratas y republicanos a la esfera del comercio, de la política exterior y la defensa porque no puede resolver su déficit comercial. De la derrota no reconocida en Siria y Afganistán pone en marcha una agresión despiadada en América Latina mientras reparte amenazas militares. Que tratan de frenar el avance del bloque oriental encabezado por China y Rusia.

En crisis la Alianza Atlántica con Europa que vacila en el golpe de Estado en Venezuela. En la OEA 16 gobiernos apoyan y 18 rechazan. México hace punta en defensa del gobierno de Maduro. Trump abandona la alianza del Pacífico y esta se relaciona con China.

Las calles de las ciudades norteamericanas están pobladas de manifestaciones de las minorías explotadas, de color, de mujeres, de migrantes, de docentes y estudiantes, organizadas por corrientes diversas, no por la cúpula demócrata. Y estas corrientes están contra el golpe y la intervención de EE.UU. en Venezuela.

La clase obrera latinoamericana y mundial ha perdido su partido de clase hace décadas. En las semicolonias los gobiernos burgueses que intentan desarrollarse con inversiones extranjeras son sometidos al chantaje de las empresas imperialistas por condiciones leoninas de protección para su radicación. Gran parte de ese chantaje condiciona a los sindicatos obreros imponiéndoles una legislación laboral privilegiada para las empresas imperialistas.

Argentina cuenta con numerosas fábricas de automóviles de los países centrales con 70 por ciento de partes extranjeras fabricadas en las metrópolis que con su déficit comercial en el sector externo de cerca de 10.000 millones de dólares anuales empujan al país a la restricción externa, a la devaluación, y a una mayor dependencia. ¿Quién determino que todas las fábricas terminales de autos tengan solo convenios de fábrica y los trabajadores de esa industria no puedan unirse nacionalmente para imponer mejores condiciones de trabajo y estabilidad con un convenio nacional? Esas condiciones dominan en todas las industrias y servicios estratégicos del capital externo.

La amenaza de invasión yanqui en la economía de Venezuela necesita urgente una reunión latinoamericana de centrales sindicales que organicen paros, huelgas y movilizaciones en toda la región para frenar la ofensiva imperialista y de las derechas domésticas. Solo el trabajo valoriza el capital. Cuando la huelga hace cesar esa valorización, la represión se hace ineficaz. Toda esta situación nacional y latinoamericana pone en evidencia la crisis de organismos y dirección política de la clase obrera. La lucha por organizarlos hay que comenzarla en minoría en la calle, en la fábrica, en el sindicato, enganchada en la historia viva de las corrientes obreras del peronismo y de los ex comunistas, atravesadas ambas por la más grande derrota. Con la vista sostenida en el objetivo de un nuevo comunismo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.