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La huella

Fuentes: Rebelión

Tampoco este año pude subir a la torre de la Frauenkirche, la catedral de Munich, una vez más en obras. Ni pude ver la pisada del diablo, que se encuentra dentro de la misma a la entrada del templo, la Teufelstritt. Una huella que parece ser una pisada. Según la leyenda la dejó el diablo […]

Tampoco este año pude subir a la torre de la Frauenkirche, la catedral de Munich, una vez más en obras.

Ni pude ver la pisada del diablo, que se encuentra dentro de la misma a la entrada del templo, la Teufelstritt. Una huella que parece ser una pisada. Según la leyenda la dejó el diablo cuando curioseaba mofándose de la iglesia sin ventanas que había construido el arquitecto Jörg von Halsbach. Según otra versión el diablo habría hecho un trato con el constructor para que no hubiera ventanas en la iglesia, pero fue engañado por el inteligente constructor que dispuso las columnas de manera que no se viera ninguna ventana desde cierto lugar a la entrada del templo. Lo cierto es que dejó su pisada de presencia a la entrada.

El vigilante de la catedral me respondió que había sido eliminada, que la catedral es presencia de dios y no del diablo, más bien creo que el cardenal actual, jefe de la misma, Reinhard Marx, la tiene en penumbra y tapada tal vez avergonzado de semejante leyenda.

Reinhardt Marx, a quien Juan Pablo II le gustaba denominarle «nuestro marxista», por voluntad del papa Bergoglio forma parte del G8 vaticano, de los 8 cardenales elegidos por el papa para ser el repollo de la Iglesia y reformar la curia vaticana. El cardenal Marx no ha cumplido los 60, joven en ese club gerontocrático y vejestorio. Conocido en Alemania por su libro , ‘El Capital’ , publicado en 2008 y en el que jugó con su propio apellido y con el del teórico del marxismo para escribir «un alegato a favor de la Humanidad», en sus propias palabras. Se trata de una reflexión sobre la crisis del capitalismo que adelanta muchos de los males que están viviendo hoy las economías en crisis y defiende con argumentos poderosos que «el capitalismo sin un cuadro ético de fondo es enemigo de lo humano».

Pero no, como se expresa en Die Zeit a preguntas de Giovanni di Lorenzo y Patrik Schwarz, es más Aristóteles que Karl Marx. Y como cardenal, conservador en materia de credo, muy cercano a Juan Pablo II, al papa Wojtyla. Suspendió de sus funciones divinas a uno de sus sacerdotes, profesor de teología, a Gotthold Hassenhüttl, por invitar a su banquete divino a un pastor protestante; eso sí, amigo de agilizar la estructura eclesial. «¡Tenemos que sentirnos orgullosos de la central romana, dar otra imagen!». Pero la doctrina es la doctrina y los dogmas son inamovibles, la Iglesia eterna. O en frase de Hengsbach: «hacia fuera se enrolla socialmente pero hacia dentro es conservador hasta la extenuación». Y explica su visión del papa actual con una anécdota: Un cardenal joven filipino de 53 años se junta en el ascensor con el papa camino de la hospedería del Vaticano. El cardenal va a desayunar con jersey, asemejándose más a un seminarista que a un cardenal. Y le espeta: «¡Padre santo!». A lo que el papa le responde: «¡Hombre, hijo santo!» E un santo. Pero sin echar las campanas a volar ni dejarnos llevar por la imaginación, este papa sigue la tradición de los anteriores. La Iglesia no se funda con cada papa. Dios y sus comerciales: papa, cardenales, obispos, curas…son hombres machos y antes y ahora la mujer en la Iglesia sigue accediendo por la gatera.

Si bien el cardenal Marx con los años va teniendo en cuenta aquella máxima de su viejo párroco, el pater Placidus: «Cuanto más viejo es uno más bondadoso se muestra el bueno de Dios». Ésta es la huella del cardenal elegido por Bergoglio para que represente a los católicos de Europa.

 

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