Los bárbaros que todo lo confían a la fuerza y a la violencia, nada construyen, porque sus simientes son de odio. José Martí El presente Otra oleada de guerra se aferra como pilotes a esta tierra que agoniza de dolor, ante proyectiles hincados como clavos. Balas, misiles y aviones teledirigidos van cercenando la vida de […]
Los bárbaros que todo lo confían a la fuerza y a la violencia,
nada construyen, porque sus simientes son de odio.
José Martí
El presente
Otra oleada de guerra se aferra como pilotes a esta tierra que agoniza de dolor, ante proyectiles hincados como clavos. Balas, misiles y aviones teledirigidos van cercenando la vida de hombres y mujeres inocentes en guerras fratricidas, por la conquista de kilómetros de desiertos para la usurpación de miles de millones de toneladas de petróleo, «necesarios» para garantizar el estado de bienestar del norte. Monigotes y mercenarios se suman a esta «fiesta», que presagia dolor, muerte, mutilados, vejaciones y odios, más odios para esta tierra que no soporta «un clavo» más.
Desde esa aritmética, la tierra es de los que viven «desde ese lado del planeta». Es ese norte euro centrista, anglosajón, yanqui. Es el norte de la «democracia y la libertad de expresión», «el norte del civismo y la cultura de pasarela». El norte del glamour y el reality show. Es el norte de la porra y los antidisturbios mandatados para callar la palabra, la expresión inconforme, o el acento expresado en tono mayor. Es el norte que vigila sigiloso tras bambalinas, las voces inconformes y descarriadas de su propio patio.
Es el norte que «dicta las reglas del juego» y decide a quien hay que aplastar o a quién hay juzgar en algún tribunal internacional, porque resulta incomodo, porque ya no conviene, o porque tiene la valentía y el coraje de enfrentar a ese norte, que no es geográfico, que no es estacionario, mucho menos es parte de esa machacona terminología de ser el «primer mundo».
El norte del que yo hablo es un norte mental. Este es un norte etéreo, aséptico, insípido, trasnochado. Se para ante «su balcón» y mira a ver cómo está «su jardín», para ver si hay alguna mala hierba que cortar o algún arbusto legendario que el paso de los años le ha corroído las raíces. El inquilino de este norte diría: – «Lo mejor es podarlo ¡de una puta vez!, para sembrar la sombrilla de plástico y lona, que tanto ansiaba tener»
Esta «defunción», le ha servido de pretexto para la nueva compra. Ese norte quiere sembrar cientos, miles, millones de sombrillas pues «los brazos de sol le molestan», pues padece de fotofobia… y es que sigue amaneciendo.
El norte mira por el enrejado de su casa -con asombro-, cómo «está de revuelto el sur». A fin de cuentas, cuando «los chicos se ponen malcriados», despliegan a sus «soldados patriotas» y a los contratistas del genocidio, para «poner las cosas en su lugar». – «No hay mejor ejercicio de civismo y nueva cultura que recomponer el Sur con las recetas del Norte», -sentencia el inquilino del balcón-, el «coleccionista de sombrillas».
El pasado
Quién no se acuerda del «gran» Cristóbal Colón que nos «descubrió» la ruta para la conquista y la «civilización», para llegar a donde estaban esos pobres «indios». Después de todo «los españoles de bien» los educamos, les enseñamos a vestir, a calzar, a tener una religión, ¡como Dios manda! A los rebeldes había que eliminarlos, son las reglas de la civilización. Ya sé que nos apropiamos del oro, pero es que fuimos unos adelantados. – «Estábamos instaurando las bases de un nuevo orden internacional en materia de comercio internacional».
Estuvimos en Irak, ahora somos parte de las fuerzas de ocupación de Afganistán y no podría faltar Libia. El premio Nobel de la Paz, Barack Obama nos ha convocado a una nueva guerra, a una nueva cruzada, ¡la gran cruzada! La guerra es por la toma del oro negro, por la cúspide del desarrollo y el estado bienestar.
«Nuestros ciudadanos nos exigen» estar a la altura de las circunstancias. Ahora nuestro enemigo viste de Suriyah, son de piel morena que emerge curtida por los soles de infinitos desiertos y habitan en estructuras tribales. ¡A por ellos! Mañana podría ser otro país, siempre habrá «alguna oveja descarriada» que encarrilar.
El futuro
El futuro es una ventana llena de luz y de bosques eternos, donde el amor y la sabia de los hombres ¡Unidos! lo han de cultivar con la palabra. El futuro es tu ventana y mi puerta, que se abre para los dos y que ha de estar abierta -para todos-, siempre.
Mientras ese sueño se hornea, la guerra espera por nosotros. Habrá que ponerle los pies, habrá que taparle los huecos y hundirla entre el atolladero de cloacas y alcantarillados, de donde nunca podrá salir. Nos toca aplastarla con nuestros pies, -con nuestras manos-, con esas mismas manos con que tocas el amor de una mujer cuando está encendida por los sueños.
El futuro ha de ser de hombres cultos y mujeres cultas, capaces de hacer de su voz un pliego de verdades, de sustantivos hechos. Nuestras manos están secuestradas, nuestras voces son pálidas adjetivaciones diluidas en metáforas de plásticos que lo tapan todo.
La verdad ha de estar en el eje de nuestras miradas y tendrá que emerger rompiendo esas sombrillas, las que el inquilino nos quiere imponer para que no veamos el sol… y sigue amaneciendo.
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