El reconocido intelectual y impulsor de las ciencias sociales e históricas críticas Inmanuel Wallerstein, publicó recientemente en La Jornada de México, sus observaciones críticas sobre el legado y destino de la socialdemocracia. Recomiendo ampliamente su lectura para debates en marcha. Sin embargo, por rigor, pertinencia y consistencia histórica, es preciso hacer referencia a cuatro variantes […]
El reconocido intelectual y impulsor de las ciencias sociales e históricas críticas Inmanuel Wallerstein, publicó recientemente en La Jornada de México, sus observaciones críticas sobre el legado y destino de la socialdemocracia. Recomiendo ampliamente su lectura para debates en marcha. Sin embargo, por rigor, pertinencia y consistencia histórica, es preciso hacer referencia a cuatro variantes socialdemócratas que son muchas veces obviadas en el análisis de las controversias ideológicas y políticas, sobremanera en Venezuela.
La primera es aquella socialdemocracia originaria (especialmente alemana), a finales del ciclo de vida por Marx, apalancada por Engels, labrada con base a las históricas polémicas entre Marx y Lasalle, construyendo una estrategia del poder a partir del partido de masas, la lucha tanto sindical como parlamentaria, junto a la creación de la II Internacional, legado que será recogido y codificado por Karl Kaustky. En el seno de ésta, surgieron tres variantes que cobrarán significativa gravitación para el siglo XX: a) El reformismo socialdemócrata, bajo la pluma de Bernstein con su impugnación a la vigencia teórica de Marx (una suerte de Habermas avant-la-lettre), b) la radicalización revolucionaria con la praxis de Rosa Luxemburgo (legado que acompaña el espíritu crítico de gente como Lukács, Korsch y Pannenkoek): actualización del ideario de Marx; finalmente, c) una singular apropiación-transferencia de Marx al universo histórico-cultural de la rusia zarista con la creación del partido socialdemocrata ruso, con sus derivaciones mencheviques (Plejanov) y bolcheviques (Lenin), dando paso posteriormente al Partido Comunista de la URSS.
Sin embargo, los antecedentes de la ilusión socialdemócrata, no puede desprenderse de la historia moderna-colonial encubierta: el compromiso colonialista, racista y eurocéntrico de importantes sectores de esa socialdemocracia.
Este problema, constituye aún una «falla sísmica» derivada por el pensamiento propio de Marx y Engels, ambos marcados en el horizonte de prejuicios (en sentido gadameriano) de la Modernidad europea y de la filosofía hegeliana en particular, presente en tres categorias centrales de sus pensamientos: Historia, Razón y Revolución imaginados como Desarrollo; asi como por los supuestos de la antropología de Lewis Morgan, evolucionismo sociocultural (salvajismo, barbarie, civilización) que todavía no ha sido zanjado, a pesar de la publicación relativamente reciente de los llamados «Escritos etnológicos» de Karl Marx.
Marx compartía muchos de los supuestos que darán fuerza y legitimidad a la falacia desarrollista, proceso inviabie de destrucción de la vida en el planeta producto de «riesgos manufacturados» (Giddens-Beck-Bauman).
También la socialdemocracia sigue presa en ésta «jaula de hierro», junto al liberalismo político y económico, formaciones discursivas del horizonte moderno-colonial de progreso; por tanto, grandes narrativas ideológicas que regulan y reproducen nuestras formas de conciencia social.
Desde un horizonte transmoderno, que es apropiación crítica y selectica de la crítica post-moderna y post-colonial a la Modernidad eurocéntrica, hay que cuestionar radicalmente el desarrolismo y la modernización refleja, truncada y dependiente. No hay posibilidad hoy de sustentar tal «Imaginario de progreso».
Hoy sabemos que el término «socialdemócrata» sedimentó una lógica de sentido y significación: la variante reformista de la socialdemocracia, apoyada en un «Estado de bienestar» que asegura lealtad de masas con base a la ideológia-cultura del consumismo. El Socialismo Burocrático como alternativa, perdió desde el comienzo esta carrera modernizadora, pues reproducia la misma lógica civilizatoria.
Sin embargo, hay muchas lecciones que aprender. La socialdemocrata rusa, traducida en aquella obra de Lenin: «Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democratica» (1905), elabora aquellas tesis sobre el «programa mínimo» y el «programa máximo», de las que comunistas posteriores fueron especialmente ciegos, sobremanera en Venezuela (a contrario de Rómulo Betancourt, quién extrajo de allí parte de su instrumental táctico, aliñándolo con su especial predilección maquiavélica por la política: astucia, arte de la maniobra y engaño).
El resugimiento de la socialdemocracia betancourista es un hecho ideológico que requiere máxima atención. Se trata de una ideología de re-emplazo para la derecha venezolana contra la revolución bolivariana.
Sobre Betancourt se vienen tejiendo nuevos mitos. Uno de ellos, su lucha por la libertad y la democracia en su compromiso anti-comunista. Los «devaneos comunistas» de Betancourt tratan de ser neutralizados (la tesis del historiador Alejandro Gómez hizo rectificar a Manuel Caballero: Betancourt en Costa Rica (1931-1935) no hizo una prehistórica «calistenia marxista»); luego, el papel determinante del exilio chileno para su deslinde terminal con los comunistas venezolanos (imbuidos aun del espíritu sectario del «tercer período» de la III Internacional) y la clara entrega de Betancourt a la política norteamericana de Roosevelt (caminar hacia la socialdemocracia reformista cooperando con el imperialismo, desde aquel aprismo anti-imperialista temprano); todo esto a pesar de haber sido expulsado del país precisamente por «actividades comunistas» (inciso 6).
Betancourt quería regresar a Venezuela desde Chile para reorganizar el PDN sobre nuesvas bases, sacándose de encima el «san benito» de «comunista» ante Washington, la derecha venezolana y López Contreras. Se convirtió definitivamente al anti-comunismo, ya no como polémica partidista, sino como radical deslinde ideológico, dando razones a aquellos sectores modernizadores y capitalistas de ORVE, que desde los días de la formación del Plan de Barranquilla le sugerian el deslinde frente al «marxismo».
Decimos ésto, a propósito de todo el re-empaquetamiento épico del «betancourismo» en los ultimos tiempos, re-impulso del legado de la adequidad o adecaje venezolano, en busca de sintonizar con el espacio de centro-izquierda en el imaginario popular.
Se trata de una maniobra de marketing político y de mediática, para plantear una nueva confrontación de imaginarios políticos (Serge Gruzinski), un nuevo trazado de fronteras ideológicas: reavivar el mito del autentico «Padre de la Democracia»: Don Rómulo con sus cachorros ideológicos, oponer la narrativa de la «democracia liberal» a los mitos, relatos e imaginarios de la Revolución Bolivariana, al Chávez «redentor de los más pobres».
La disputa, como diría Bourdieu, se sintetiza en la conquista de la centro-izquierda progresista como «capital simbólico», colocando a Chávez en la ultra-izquierda ó bajo el mote de la «autocracia totalitaria del siglo XXI». En el fondo de este cuadro, Chávez sería un simple peón de la política de Fidel y Raul Castro.
Asì mismo, el adecaje dominante en la MUD, promueve quitarse de encima la pava de Ajuste Neoliberal que la llevó al cadalso y al colapso histórico junto toto el sistema de Punto-Fijo, ratificando ahora su «compromiso histórico» con la «democracia social, plural y liberal». De nuevo, se trata de retornar a las ilusiones de una democracia liberal con justicia social, con una política internacional de autonomía nominal pero subordinada de hecho a la geopolítica de Washington.
La maniobra es clara: colocar al proceso bolivariano en la esquina del ring, con certeros punch basados en los «atavismos anti-comunistas» que todo el siglo XX sedimentó (desde Gomez a la lucha contra la subversión castro-comunista), del cual hoy se hacen eco nuestros «ex revolucionarios arrepentidos» y toda la legión de la intelectualidad académica (lo que no significa, como diría Bourdieu, que sean científicos críticos y emancipatorios), intelectualidad que remó en las aguas del pensamiento crítico, para ahogarse ahora en la orilla del betancourismo.
Repetimos, la lucha contra Chávez es un revival o continuación de la lucha contra el «castro-comunismo», ahora acompañada por las fuerzas intelectuales y políticas de ex revolucionarios domesticados y arrepentidos de su pasado izquierdista.
Por otro lado, ¿se habrán dado cuenta de esto, los estrategas y cultores miméticos de esa calamidad llamada «socialismo real del siglo XX»? El vacio ideológico del chavismo ha sido llenado por los peores estribillos y guiones del socialismo burocrático, incluso por Chávez que no ha mostrado ningún interés por impulsar y valorar la significación política del debate orgánico y construcción de referentes ideológicos renovados, que no pueden confundirse con pastillitas ideológicas y directrices de mando.
Finalmente, no hay nada más patético, por cierto, que apelar al conocido «complejo de casandra», el cual hay que evitar a toda costa. En aquel tan comentado evento del CIM, del cual parece no haber coraje político y ético-cultural suficiente para que sea ampliado, profundizada la crítica, multiplicado el debate e impulsar foros e instancias de debate este tipo, con discusiones francas y abiertas, este servidor planteó:
«Yo veo con preocupación que en Venezuela no hay una repuesta contundente sobre la significación de la vía nacional y especifica de la revolución bolivariana, con relación a la experiencia cubana. Veo con sorpresa como la actitud básicamente es defender sin diferenciar, sin matizar, el devenir político de la revolución cubana, sin comprender las singularidades diferencias y especificidades del proceso popular constituyente de cada país. Cada país sigue una experiencia histórica singular y específica, construye su propio camino, pero no copia ni trasplanta «modelos de socialismo». No creo que sea necesario que nosotros carguemos con la defensa del legado histórico de la revolución cubana. Podemos apoyar la experiencia, pero esa es tarea fundamental que le corresponde al pueblo cubano y sus corrientes revolucionarias, sus fallas o debilidades no deben convertirse en «hándicaps» de la revolución venezolana.»
«Hay un campo minado que debemos desarmar para el 2010 Eso lo digo a propósito de la prospectiva política inmediata para el año que viene. A veces nosotros pensamos que lo que se esta discutiendo en la coyuntura y la situación presente, la ley electoral, las elecciones de este año, las elecciones que vienen, se movilizan como si el carril donde va el «tren revolucionario» estuviese completamente aceitado. Yo creo que hay piedras en el camino, que hay un campo minado que debemos desarmar, y eso creo que es la tarea de los intelectuales: prever y analizar en detalle ese campo minado.»
«Un campo geopolíticamente minado por la administración norteamericana y sus aliados, y geopolíticamente minado por la derecha venezolana, que ha ido labrando, tejiendo una estructura de apoyos, en eso que llaman «sociedad civil organizada», que ellos la denominan como «sociedad democrática». Ellos se asumen como monopolizadores de la «sociedad democrática». Intentan volver a revitalizar los llamados «programas de transición», lo que llaman en los Estados-Unidos la oficina de transición democrática, con sus «revoluciones de colores».»
«Para finalizar, solamente un detalle. Revisen en bibliotecas y librerías la gran ofensiva con relación a la mitología del «padre de la democracia». Jóvenes repitiendo las consignas de Acción Democrática y volviendo a pensar que Rómulo Betancourt es el modelo a seguir como liderazgo. Jóvenes que se entrenan, que son pagados para ir a cursos internacionales y nacionales para recibir el guión del anticomunismo, elaborado justamente por esa bisagra que se conformó en el seno de un partido que también fue un partido nacionalista popular y revolucionario y que terminó siendo justamente la cabeza de playa para impedir un proceso socialista en Venezuela. No lo olvidemos, Betancourt derrotó política y militarmente a la izquierda revolucionaria venezolana. Y la izquierda contribuyó con muchos errores ideológicos y políticos. Entre ellos, asumir dogmáticamente el marxismo-leninismo y descuidar las relaciones entre socialismo y democracia.»
Como le digo ahora a ustedes: el escenario si se tratase desde la oposición de la MUD a una lucha sin cuartel contra el «castro-comunismo», es de «barbarie mutua asegurada»; en fìn una «agenda de limpieza ideológica y guerra». El campo minado sigue mas activo que nunca.
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