Ya hace tiempo que vengo leyendo sandeces sobre los peligros que corren los presidentes o primeros ministros de las grandes potencias cuando ordenan atrocidades que manchan el prestigio de todo su país y los transforma en bárbaros. El «gran» castigo sería mandarlos de vuelta a su casa, o si existe la posibilidad, hacer que no […]
Ya hace tiempo que vengo leyendo sandeces sobre los peligros que corren los presidentes o primeros ministros de las grandes potencias cuando ordenan atrocidades que manchan el prestigio de todo su país y los transforma en bárbaros. El «gran» castigo sería mandarlos de vuelta a su casa, o si existe la posibilidad, hacer que no sean reelectos. Es claro que la segunda alternativa es más dulce, menos agresiva pero no siempre posible, a más de correrse el riesgo que los votantes lo sigan amando por alguna pulsión inconsciente, o simplemente por ignorancia. Lo que en última instancia lleva a que no ocurra absolutamente nada.
La mayoría de las veces los líderes de las grandes potencias sólo sienten unas cosquillas por la caída de su popularidad, porque lo saben y lo saben bien: son los representantes de establishment y mientras no ataquen los intereses de sus mandantes nada ocurrirá. Algo debió haber detrás del caso de Watergate que hizo caer a Nixon, no puedo creer que por unas simples escuchas ilegales se haya armado tal escándalo. O los tiempos cambiaron o debería haber algo gordo para los sponsors.
Pensemos hoy en Bush y Blair, convictos y confesos (tácitamente, ya que la responsabilidad no se delega, y ambos acusaron a sus empleaditos de ineficientes) de la mentira de las armas de destrucción masiva de Irak. Están asesinando sin piedad a un pueblo, destruyendo sus hogares,… Los torturan, los hambrean, los hacen vivir en peligro constante, incitan a la matanza entre chiitas y sunnitas, … Y todo sin causa, el pueblo irakí es absolutamente inocente. Para coronar la barbarie, solo como símbolo porque no hay nada más valioso que la vida humana, la vergonzosa destrucción del museos y bibliotecas con joyas culturales, y en el caso del museo de Bagdad con muchas tablillas con escritura cuneiforme aún no estudiadas. ¿Qué se esperaría para ellos? ¡Nada de adivinar! fueron «terriblemente» castigados: cayó temporalmente su popularidad.
Ni hablar de Olmert que ha producido náuseas al mundo con el comportamiento de perros rabiosos (recomendación de Moshe Dayan, cuando era ministro de defensa de Israel [1]) de sus hombres en la república del Líbano. Aunque la Alta Comisionada de Naciones Unidas de Derechos Humanos haya manifestado: «Los dirigentes israelíes deberían ser acusado de crímenes de guerra» (Louise Arbour, julio 2006), sabemos que todo quedará solo como expresión de deseos de esta noble dama. Por lo menos se nos aclararon contundentemente las ideas, confirmamos que las Naciones Unidas solo aplican sanciones a los enemigos de EEUU y de su socio tan perverso; también confirmamos que la victimización con la industria del holocausto fue siempre un abuso para hacer víctimas inocentes y que el mundo mire hacia otro lado; descubrimos que el argumento canalla (que no es argumento sino una simple calificación sobreactuada) de antisemitismo fue una gran farsa, que en realidad ellos son los racistas y los que desprecian y son los que quieren eliminar a un pueblo semita, los palestinos.
La impunidad y las victorias fáciles transformaron a las tropas israelíes en incompetentes, pero conservan la soberbia de los invencibles. Lejos de reconocer la superioridad marcial de Hezbolá, los reservistas israelíes la emprenden contra Olmert, pero no para acusarlo de genocida, asesino de inocentes, mentiroso; lo acusan de incompetente para dirigir la guerra, y piden su dimisión. Vaya soberbia, vaya necedad. Como decía Alexandra David-Neel [2]: ¡Qué difícil es convivir con lisiados morales!
Referencias
[2] Estudiosa y viajera francesa, exploró la India y el Tibet.
* Guillermo F. Parodi es escritor, profesor universitario, miembro del Observatorio Internacional de la Deuda y de los colectivos de Rebelión y Tlaxcala ( ww.tlaxcala.es), la red de traductores por la diversidad lingüística.